Aunque no todas las personas confíen en las estadísticas, porque consideran pueden ser manipuladas en función del mensaje que se quiere transmitir, muchas veces hay que acudir a ellas para demostrar la necesidad de actuar ya en pos de un futuro mejor para nuestra descendencia.
Según el Informe de Equidad en Salud 2016 Una Promesa Renovada,[1] América Latina y el Caribe es la zona del mundo con la mayor concentración de nacimientos en adolescentes. Cerca del 16,5% del total de nacimientos que ocurrieron entre 2010 y 2015 en la región correspondió a adolescentes entre 15 y 19 años de edad, cifra superior a la de África que presenta el 14,1%.
Hay consenso en los estudios presentados que refirieren una disminución en la fecundidad total en América Latina y el Caribe, debido fundamentalmente al uso de anticonceptivos modernos. Sin embargo, ese efecto no se constata en el caso de las adolescentes, ya que entre ellas el uso de dichos anticonceptivos no se traduce en una baja de la fecundidad.
A pesar de presentarse los datos anteriores, para una mejor visualización del impacto, con números y en porcientos no debemos obviar que cada uno de esos números representa a miles de adolescentes con sueños y también con frustraciones. Cada uno de estos números tiene detrás miles de historias de vida que no pueden quedar solapadas y son perfectamente contenido para otros tantos trabajos periodísticos.
Estas adolescentes, víctimas de un contexto y de una realidad que muchas veces no escogen, pierden la oportunidad de forjarse un futuro como profesionales, lo que las obliga de alguna manera a depender de otras personas pues no tienen estudios terminados y por tanto no pueden acceder a los puestos de mayor remuneración.
Esto está indisolublemente ligado al avance hacia los Objetivos del Milenio pues el embarazo adolescente, aunque no es la generalidad, tiende a presentarse en familias pobres, lo que puede indicar una reproducción de la pobreza y acentúa la falta de oportunidades. Además, esto implica mayor riesgo de mortalidad y morbilidad infantil, así como complicaciones en la salud de las jóvenes madres. Finalmente porque se vincula a la renuncia temprana de las adolescentes a la escuela, lo cual apunta hacia un recrudecimiento de la pobreza.
El embarazo adolescente está estrechamente relacionado con la ubicación geográfica. Por lo general las personas que viven en zonas rurales tienen mayor cantidad de hijos y a edades más tempranas. Eso pudiera estar mediado por la dificultad para el acceso a los métodos anticonceptivos, a la información y sobre todo a otro tipo de desarrollo social y cultural que si se encuentra en las zonas urbanas.
Resulta esencial abordar el tema con un enfoque de género y tenerlo en cuenta, sobre todo, en la información que se ofrece a la población sobre el uso de los métodos anticonceptivos. Contrario a lo que ya es tendencia en la calle, se debe resaltar que el uso de esos mecanismos para evitar, no solo embarazos sino Infecciones de Transmisión Sexual, es responsabilidad tanto de mujeres como de hombres.
Una de las claves principales en este complejo entramado del embarazo adolescente es la educación sexual no solo a muchachas, sino también a los hombres y como factor elemental a las familias.
Se debe apostar por una educación sexual desde edades tempranas, no permeada por los mismos estereotipos, prejuicios y mitos que han dado al traste, entre otros tantos factores, con la ubicación hoy de América Latina y el Caribe en el puesto del mayor porciento de embarazo adolescente.
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