21 dic. 2017
A partir de ahora, los distribuidores de internet de Estados Unidos -es decir, las grandes telefónicas y las empresas de cable- podrán tratar de forma diferenciada a los productores de contenidos online. Es como si las telefónicas dieran un servicio mejor a unos clientes que a otros, o si las eléctricas proveyeran energía a diferentes horas y tarifas en función de los electrodomésticos que cada cliente tiene en casa. El cambio de la regulación no va a ser aplicado inmediatamente, pero sus consecuencias a nivel tecnológico, empresarial, económico, y social pueden ser inmensas en el largo plazo.
La decisión ha sido adoptada por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, según sus siglas en inglés) por tres votos a favor —los de los miembros republicanos del organismo— y dos en contra —los de los demócratas— y termina, así, con la regulación del sector puesta en práctica por el Gobierno de Barack Obama en 2015. En la Unión Europea, la neutralidad de la Red está garantizada por ley, lo que significa que el acceso a internet es un servicio público que no puede ser alterado en función de criterios empresariales.
La decisión de acabar con la neutralidad en la Red (también llamada “internet abierta”) da un tremendo poder a los proveedores de contenidos online. Por poner un ejemplo, Comcast, que es la mayor empresa de cable de EEUU, puede hacer, a partir de ahora, que el vídeo en streaming de Netflix sea más lento, para perjudicar a esa empresa y favorecer el visionado de sus propios productos audiovisuales a través de su portal Xfinity. Al ser propietaria de la cadena de televisión NBC y del estudio de Hollywood Universal, Comcast tiene un incentivo, al menos en teoría, para llevar a cabo esa decisión.
Otras empresas que podrían adoptar esa política son la mayor telefónica de EEUU, Verizon —que es propietaria, a través de su división Oath, de Yahoo, AOL, y el Huffington Post—, y su principal rival, AT&T, que tiene una participación en el estudio de cine Lionsgate y está adquiriendo por 108.700 millones de dólares (92.000 millones de euros) Time Warner, aunque los reguladores estadounidenses se oponen.
Pero no se trata solo de proteger el negocio propio. Los distribuidores podrán también cobrar precios diferentes a las empresas de contenidos en la Red, de modo que los usuarios que quieran acceder a algunas webs deban pagar más. Es, en el fondo, la creación de un sistema similar al de la televisión de pago: en función de lo que se pague, se puede tener un paquete con más o menos canales. Pero, dadas las posibilidades de internet, la fragmentación será mayor, ya que las restricciones podrán ser aplicadas no solo a las webs, sino al tiempo que se pasa navegando en la red, y al tiempo que se pasa en cada web.
Paradójicamente, el sistema de televisión de pago en EEUU está viniéndose abajo por la presión de internet, que hace que los consumidores de ese país estén “cortando el cable”, como se dice coloquialmente, para ver directamente sus series favoritas o a los equipos de que son fans en internet.
Por esa razón, prácticamente todos los productores de contenidos de internet se oponen a la medida. Eso incluye Alphabet —la matriz de Google—, Netflix, Amazon, Facebook, o Twitter, entre otras. Según estos críticos, la decisión es un golpe a la innovación en intenet y un intento de proteger a las viejas productoras de contenido —sobre todo en cine y televisión— y a las telefónicas, que han visto sus ingresos estancarse desde la transición del fijo al móvil, primero, y del móvil al smartphone, después. Es, así pues, una apuesta por ‘la vieja economía’.
Cinco claves para entender qué significa el fin de la neutralidad de la red
1. Al darse por finalizado este principio en Estados Unidos, los proveedores de internet en ese país podrían bloquear o modificar la velocidad del servicio a discreción e imponer tarifas extras a la plataformas como sitios de noticias, redes sociales o aplicaciones para que la velocidad de acceso a sus sitios sea igual que la de sus competidores. Esto deriva en una serie de consecuencias que afectan la libertad de expresión, limitan el acceso a la información y generan un costo económico que absorberán los generadores de contenido y que podría también trasladarse a los usuarios.
2. “Sin la neutralidad de la red, por ejemplo, un usuario de Internet podría realizar una consulta en un motor de búsqueda como Google, y éste podría ser demasiado lento o estar bloqueado, por lo que, para poder conseguir la información buscada, debería recurrir a otro motor de búsqueda. En definitiva, lo que ocurriría, es que los proveedores de acceso a internet podrían restringir el acceso a determinados sitios web con el objetivo de favorecer a una empresa específica o en beneficio propio”, se destaca en el sitio de Nic.ar.
3. Se limita el acceso al servicio, lo cual afecta también al usuario porque podría no acceder a todas las plataformas de igual manera.
4. Si bien el fin de la neutralidad de la red repercute en los gigantes tecnológicos como Netflix, Twitter o Facebook, los más perjudicados son las pequeñas compañías que se ven en desigualdad de condiciones para competir. Seguramente será mucho más difícil para el autor de un blog o de una incipiente compañía pagar tarifas extras o negociar condiciones de igualdad para que sus plataformas tengan la misma visibilidad que la de las grandes empresas.
5. Este acceso diferenciado no sólo limita el acceso a la información y oferta de servicios para el usuario sino que también afectaría la libertad de expresión para los creadores de contenidos.