8 jul. 2020
El proceso de desintegración de la Unión Soviética y la desaparición del campo socialista en Europa impactaron considerablemente en los movimientos de la izquierda latinoamericana y caribeña. Comenzaba a circular la tesis sobre el fin de la historia, promulgada por el politólogo estadounidense Francis Fukuyama, cuyo eje central se basaba en “la idea de democracia liberal como punto final de la evolución ideológica de la humanidad”.
En ese contexto, proliferaron las convocatorias a conferencias, seminarios y talleres para analizar las causas y consecuencias de los cambios ocurridos, y evaluar su repercusión en las condiciones y los sujetos de las luchas populares en la región. Una de ellas fue la realizada por el Partido de los Trabajadores de Brasil, para celebrar del 2 al 4 de julio de 1990, en la ciudad de Sao Paulo, el Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe. La idea de realizar el evento surgió del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro Ruz, y el líder del Partido de los Trabajadores de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
El escenario internacional y regional era adverso para implementar cualquier iniciativa a favor de la unidad en Nuestra América. Se necesitó de la proyección estratégica de un hombre visionario como Fidel y un líder continental como Lula, para poder movilizar a las masas y crear conciencia de la necesidad de luchar articulados ante un enemigo sumamente poderoso. Decidieron constituir un amplio foro de partidos y movimientos de izquierda para debatir sobre el difícil contexto internacional y las consecuencias del neoliberalismo, y buscar formas de integración para enfrentar la ofensiva imperialista y de las oligarquías nacionales.
De esta forma el Foro de Sao Paulo se convirtió en una alternativa de lucha de los pueblos latinoamericanos y caribeños. A sus eventos también asisten partidos y movimientos sociales de izquierda de otras regiones del mundo, como Europa, Asia y África. Desde 1990 casi todos los años se han reunido de forma ininterrumpida en varios países de la región, realizándose hasta la fecha 25 ediciones: Ciudad de México (1991), Managua (1992), La Habana (1993), Montevideo (1995), San Salvador (1996), Porto Alegre (1997), Ciudad de México (1998), Managua (2000), La Habana (2001), Ciudad de Guatemala (2002), Quito (2003), Sao Paulo (2005), San Salvador (2007), Montevideo (2008), Ciudad de México (2009), Buenos Aires (2010), Managua (2011), Caracas (2012), Sao Paulo (2013), La Paz (2014), Ciudad de México (2015), San Salvador (2016), Managua (2017), La Habana (2018) y Caracas (2019).
En La Habana se celebró el Foro de Sao Paulo por primera vez en 1993. El Jefe de la Revolución Cubana reiteró en aquella ocasión la importancia de lograr la integración e insistió en la necesidad de la preparación ideológica para poder materializar los sueños de los próceres latinoamericanos y caribeños:
“¿Qué perspectivas de independencia, de seguridad y de paz, qué perspectivas de desarrollo y de bienestar tendrían nuestros pueblos divididos? Claro que es una tarea dificilísima, basta analizar los esfuerzos aislados de integración para comprender cuán difícil es la tarea de la integración económica, pero es que tenemos necesidad de la integración económica, de la integración política y de vencer todos los obstáculos. No son las transnacionales las que nos van a integrar y las que nos van a unir; pero cuando hablamos de la integración económica y política de América Latina, hablamos, sobre todo, de una cuestión de conciencia, de una conciencia que hay que formar, de un pensamiento que hay que crear. Si no se crea un pensamiento, si no se crea una conciencia, nada será posible”. [1]
El máximo líder cubano estaba consciente de que en ese momento no existían las condiciones políticas favorables en América Latina y el Caribe para hacer una revolución social, pero auguró que se podía construir sociedades más justas y equitativas que asumieran posiciones antiimperialistas. Se adelantó a su tiempo al pronosticar que era posible revertir la correlación de fuerzas a favor de los movimientos progresistas y que en un futuro no muy lejano se alcanzaría la unidad dentro de la diversidad en la región.
Los foros no se quedaron únicamente en el debate y tuvieron importantes resultados, que se concretaron con la llegada al poder de gobiernos de izquierda y miembros de partidos que integran el Foro de Sao Paulo. Su primer exponente fue Hugo Chávez Frías, con la victoria electoral el 6 de diciembre de 1998 en Venezuela, al frente del Movimiento Quinta República (MVR). Con un sorprendente respaldo de masas, comenzó un singular proceso de profundas transformaciones sociales y políticas.
Las Revoluciones Cubana y Bolivariana estimularon la lucha de los movimientos sociales, lo que provocó la victoria en las urnas de líderes progresistas para asumir la presidencia de sus países: Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, en Brasil; Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina; Tabaré Vázquez y José Mujica, en Uruguay; Evo Morales, en Bolivia; Manuel Zelaya, en Honduras; Rafael Correa, en Ecuador; Daniel Ortega, en Nicaragua; Leonel Fernández, en República Dominicana; Fernando Lugo, en Paraguay; Álvaro Colom, en Guatemala y Salvador Sánchez Cerén, en El Salvador.
También en ese contexto en las islas del Caribe asumieron como primeros ministros figuras con posiciones progresistas como Keith Mitchell, de Granada; Denzil Douglas, de San Cristóbal y Nieves; Kenny Anthony, de Santa Lucía; Ralph Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas; Winston Spencer, de Antigua y Barbuda; y Roosevelt Skerrit de Dominica.
Estos acontecimientos transformaron radicalmente el balance de fuerzas a favor de la izquierda, que contribuyó a derrotar en el 2005 el proyecto hegemónico regional de Estados Unidos para el siglo XXI, denominado Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Además, favoreció la creación seis años más tarde de la primera organización genuinamente nuestroamericana: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Los días 2 y 3 de diciembre de 2011 se oficializó la CELAC en Caracas, Venezuela, en el marco de la III Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC) y la XXII Cumbre del Grupo de Río, con lo cual culminaba el proceso de convergencia entre ambas entidades. Los jefes de las delegaciones afirmaron que la CELAC debía avanzar “haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad de nuestros pueblos”.
Esa realidad ha ido cambiando en los últimos años, como resultado de una ofensiva contrarrevolucionaria, que pretende liquidar las experiencias progresistas, barrer las transformaciones de la última década y destruir la CELAC. Ante ese escenario el Foro de Sao Paulo se erige como instrumento fundamental para consolidar la unidad de las fuerzas y organizaciones políticas y sociales en la región.
El destacado intelectual cubano Enrique Ubieta Gómez –quien por estos meses nos regala sus crónicas desde Turín, que narra las hazañas de los médicos cubanos para enfrentar la COVID-19 en Italia- ofreció una valoración vigente para los tiempos que corren en Nuestra América y el mundo:
“Cada país latinoamericano y caribeño avanza por senderos propios. Algunos procesos deben construir, consolidar o defender su consenso ideológico; en otros, es necesario ante todo un consenso político (lo ideológico pasa a un segundo plano). Pero en todos los casos la izquierda continental –me atrevería a afirmar: la izquierda mundial–, tiene dos enemigos fundamentales: la desunión y el imperialismo (cuya plataforma económica es hoy neoliberal). Creo que ese es el programa mínimo: unirnos en el combate contra el imperialismo y el neoliberalismo”. [2]
Fuente:
[1] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la clausura del IV Encuentro del Foro de Sao Paulo, La Habana, Cuba, el 24 de julio de 1993, en: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1993/esp/f240793e.html.
[2] Enrique Ubieta Gómez: Prólogo, en: Abel Enrique González Santamaría: El Consenso de Nuestra América: Construyendo la unidad desde el Foro de Sao Paulo, Editorial Ocean Sur, Australia, 2018, p. 5.
Tomado de Cubadebate