Pocas mujeres tienen tanta aura de misterio en la historia como la francesa-rusa Inessa Armand. Su vida, ligada a la de la Revolución de Octubre, fue pródiga en trabajo y dedicación a las ideas socialistas.
Es considerada una figura feminista, con opiniones y acciones de gran peso en la lucha por el triunfo revolucionario en la Rusia zarista. Mujer de gran carisma, fue una de las tantas voces que se alzaron contra la discriminación y cuasi esclavitud que sufría las rusas.
Inessa Armand, llamada Elisabeth Inés Stéphane de Herbenville, nació en París y se mudó a Rusia a muy temprana edad. Desde su primer matrimonio comienza a coquetear con ideas revolucionarias, que ella y su esposo compartían. Ingresó de forma clandestina al Partido Obrero Socialdemócrata Por sus actividades políticas, en 1907, fue arrestada y condenada al exilio en el norte de Rusia.
Un año después de su condena logró escapar y retornó a París, donde conoció a Vladimir Ilich Lenin y a otros líderes revolucionarios exiliados en Francia. Encuentro que resultó providencial, pues Inessa interrumpió sus proyectos para colaborar con la causa comunista. Ocupó el rol de Secretaria en el Comité de Relaciones Exteriores que se formó para coordinar todos los grupos bolcheviques en Europa occidental.
En 1913, luego de sufrir prisión otra vez, se trasladó a Polonia y vivió un tiempo con Lenin y Nadezhda Krúpskaya. Durante este período escribió artículos para la revista feminista y revolucionaria Rabotnitsa (La trabajadora, en ruso). Continuó desarrollando tareas de importancia y, en 1915, se mudó a Suiza para organizar la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, opuesta a la guerra. Su enfado con el conflicto bélico, en total oposición con la política de la mayoría de los partidos socialistas de Europa, la llevó a apoyar a Lenin en la distribución de propaganda antibelicista.
En el momento de la abdicación del zar Nicolás II, los bolcheviques en el exilio estaban desesperados por volver a Rusia para influir en el rumbo político del país. En esos momentos partieron hacia Petrogrado Armand, Lenin y otros líderes comunistas.
Después del Octubre Rojo, Inessa formó parte de la ejecutiva del Soviet de Moscú y, en el Congreso de Mujeres Obreras y Campesinas de 1918, pronunció un extraordinario discurso sobre la liberación femenina:
Bajo el capitalismo, la mujer obrera debe soportar el doble fardo de trabajar en la fábrica y luego realizar las tareas domésticas en el hogar. No solamente debe hornear y tejer para el patrón, sino que también debe lavar, limpiar y cocinar para su familia… Pero hoy es diferente. El sistema burgués está en vías de desaparición. Nos acercamos a la época de construcción del socialismo. Para reemplazar los millones y millones de pequeñas unidades económicas individuales, de cocinas rudimentarias, malsanas y mal equipadas y el incómodo lavado a colada, debemos crear estructuras colectivas ejemplares, de cocinas, comedores y lavanderías.
Hasta 1920 se desempeñó en la jefatura de Zhenotdel, organización que reclamaba la igualdad de sexos en el Partido Comunista y los sindicatos soviéticos. Desde su posición allí apoyó la legislación a favor del aborto, luchó contra la prostitución e impulsó la mejora de protección social de madres e hijos y la participación política de las mujeres obreras y campesinas; medidas revolucionarias en una época donde todo parecía posible y las conquistas irrevocables.
Su profunda convicción de que las mujeres aún tenían mucho por qué luchar, la llevó a impulsar la aparición del periódico feminista Kommunistka. Sus temas, muy polémicos, trataban los aspectos principales de la emancipación femenina y la necesidad de un cambio profundo en la relación entre sexos.
Armand murió joven. Con 46 años contrajo cólera y nada pudo salvarla. Su muerte fue un duro golpe para el movimiento feminista impulsado en el seno de la Revolución. Dicen los rumores escondidos en la historia que Lenin sufrió más que nadie su pérdida. Según algunas versiones, Inessa y el líder de la revolución proletaria se profesaron mucho más que una amistad.
Más allá del tipo de vínculo que la unió a Lenin, Inessa Armand fue una gran mujer y su rol en la Revolución, admirable sin duda. Su pujanza le permitió sobreponerse a duros golpes en su vida y le otorgó, además, fortaleza para afrontar las inseguridades y los dolores del exilio y la cárcel.
Verdadera apasionada de la causa bolchevique. no dudó nunca en brindarse voluntaria a cualquiera de las tareas necesarias. Fue también una feroz defensora de la liberación femenina, que no dudó en polemizar arduamente respecto a temas que resultaban impronunciables en la época.
Su gran carisma, talento innato, entrega y fuerza de voluntad, le valieron un respetable lugar en la historia de la gran Revolución Socialista de Octubre y en el movimiento feminista internacional.
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