Contrapunteo

Estados Unidos contra la unidad e integración de América Latina y el Caribe. Una historia bicentenaria (II)

7 sept. 2017
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La conspiración contra Colombia

La Gran Colombia fue en realidad la primera realización práctica de Simón Bolívar en cuanto a sus ideales unitarios. La misma había nacido el 17 de diciembre de 1819 como República de Colombia durante el Congreso de Angostura, con la unión de los territorios de Venezuela y Nueva Granada, quedando designado Bolívar como presidente y como vicepresidentes Francisco de Paula Santander y Juan Germán Roscio para Cundinamarca y Venezuela, respectivamente. Luego del congreso de Cúcuta celebrado en 1821 se le conocería como la Gran República de Colombia, integrada por los territorios de Venezuela, Nueva Granada y Quito. Ese mismo año se le incorporaría el territorio comprendido en el ayuntamiento de Panamá, luego de proclamada su independencia.[i]

Sin embargo, pronto los estrechos y egoístas intereses de las oligarquías locales, los celos entre neogranadinos y venezolanos y las ambiciones de poder de José Antonio Paéz y Francisco de Paula Santander, comienzan a mellar la obra unificadora de Bolívar. En abril de 1826 Paéz encabeza una sublevación separatista en Venezuela. En enero de 1827 Bolívar logra aplacar las intenciones de Paéz, pero al dejarlo sin castigo se gana el rencor de Santander quien sentía gran aversión hacia Paéz. Apenas resuelta la crisis provocada a causa de las acciones de Paéz en Venezuela, estalla el 26 de enero una rebelión de soldados colombianos en la ciudad de Lima bajo las órdenes del sargento Bustamante. Con fuegos artificiales es celebrado el hecho en Bogotá por los santanderistas.[ii]

Santader escribió inmediatamente a Bustamante ofreciéndole garantías y todo su apoyo:

Ustedes uniendo su suerte, como la han unido, a la nación colombiana y al gobierno nacional bajo la actual Constitución, correrán la suerte que todos corramos. El Congreso se va ha reunir dentro de ocho días, a él le informaré del acaecimiento del 26 de enero; juntos dispondremos lo conveniente sobre la futura suerte de ese ejército, y juntos dictaremos la garantía solemne, que a usted y a todos los ponga a cubierto para siempre”.[iii] De manera ruin y con tono vengativo le escribiría también al Libertador: “En mi concepto el hecho de los oficiales de Lima es una repetición del suceso de Valencia, en cuanto al modo, aunque diferente en cuanto al fin y objeto. Aquel y los que se repitieron en Guayaquil, Quito y Cartagena, ultrajaron mi autoridad y disociaron la República; el de Lima ha ultrajado la autoridad de usted con la deposición del jefe y oficiales que usted tenía asignados. Ya verá usted lo que es recibir un ultraje semejante y considerará cómo se verá un gobierno que se queda ultrajado y burlado.[iv]

No pasaría mucho tiempo en descubrirse que la rebelión de este oscuro sargento de grandes ambiciones, lejos de buscar la defensa del orden constitucional había sido una traición a la patria, bien pagada por la aristocracia de Lima, que deseaba que las tropas colombianas defensoras de la Confederación de Colombia y el Perú abandonaran su territorio, para así apuntalar el “feudalismo peruano”.[v]

La correspondencia de William Tudor, cónsul estadounidense en Lima, revela claramente su implicación en los acontecimientos. Tudor se había convertido en uno de los enemigos viscerales de Bolívar. Ya el 17 de mayo de 1826, en una comunicación enviada al secretario de Estado, Henry Clay, había tomado parte de la campaña de infundios contra el Libertador al asumir y anexar a su nota al departamento de estado, los criterios de un panfleto titulado: Observaciones sobre la conducta política del libertador. En este documento sin firma y fecha -al parecer redactado por Luna Pizarro-, se presentaba la idea de unión de Perú y Bolivia con capital en Arequipa, teniendo a José Antonio Sucre como presidente y a Bolívar de  garante, como un proyecto antiperuano. Se criticaba la Constitución Boliviana achacándole a Bolívar aspiraciones monárquicas. Incluso llegaba a acusar al Libertador de pretender invadir Chile.

Las difamaciones de Tudor no habían alcanzado solo a Bolívar, sino también a sus colaboradores, amigos y simpatizantes. De Bernardo O´Higgins, el prócer chileno, había dicho: “es meramente un instrumento de Bolívar (…) para la introducción de la Constitución boliviana y para convertir a Chile en un virreinato o prefectura del imperio boliviano”. En tanto de José Antonio de Sucre, había afirmado que buscaba dividir a Buenos Aires y que sus “intrigas” contra ese país y Chile eran tan perniciosas que “serían justo motivo para una declaración de guerra”.

Para 1827, Tudor se encuentra ya en plena conspiración antibolivariana. Al informar a Clay, el 3 de febrero de 1827, expresó:

 

Usted supondrá que ese movimiento se realizó de acuerdo con algunos de los principales patriotas peruanos…

 

…Realmente, la grandísima responsabilidad que han asumido, ha sido inducida por los más nobles principios del patriotismo y de la fidelidad a su país, siendo admirables la habilidad y vigor con que han procedido.

 

Entre los papeles de Lara se encontraron muchas importantísimas cartas de Bolívar, de Sucre y de otros generales, las cuales arrojan considerable luz sobre los designios del primero y serán una ayuda poderosa para Santander en sus esfuerzos para proteger la Constitución de Colombia contra los pérfidos designios del Usurpador.[vi]

Se desprende del documento citado que el gobierno de los Estados Unidos había visto en Santander el hombre clave que podían utilizar para enfrentar los planes de Bolívar. Mas adelante continúa Tudor revelando su animosidad hacia Bolívar y a sus ideas más revolucionarias:

La esperanza de que los proyectos de Bolívar están ahora efectivamente destruidos, es una de las más consoladoras. Esto no es solo motivo de felicitación en lo relativo a la América del Sur, liberada de un despotismo militar y de proyectos de insaciable ambición que habrían consumido todos sus recursos, sino que también los Estados Unidos se ven aliviados de un enemigo peligroso en el futuro…si hubiera triunfado estoy persuadido de que habríamos sufrido su animosidad.

(…)

su fe principal (la de Bolívar) para redimirse ante el partido liberal del mundo la tiene depositada en el odio a la esclavitud y el deseo de abolirla. Leed su incendiaria diatriba contra ella en la introducción a su indescriptible Constitución; tómese en consideración las pérdidas y destrucción consiguientes a la emancipación y que el régimen no podrá jamás ser restablecido en estos países; téngase presente que sus soldados y muchos de sus oficiales son de mezcla africana y que ellos y otros de esa clase tendrán después un natural resentimiento contra todo el que tome eso de argumento para su degradación; contémplese el Haití de hoy y a Cuba (inevitablemente) poco después y al infalible éxito de los abolicionistas ingleses; calcúlese el censo de nuestros esclavos; obsérvese los límites del negro, triunfante de libertad y los del negro sumido en sombría esclavitud, y a cuántos días u horas de viaje se hallan el uno del otro; reflexiónese que … la gravitación moral de nuestro tiempo…es la afirmación de los derechos personales y la abolición de la esclavitud; y, además, que, por diversos motivos, partidos muy opuestos en Europa mirarían con regocijo que “esta cuestión se pusiera a prueba en nuestro país”; y luego, sin aducir motivos ulteriores, júzguese y dígase si el “loco” de Colombia podría habernos molestado. ¡Ah, Señor, este es un asunto cuyos peligros no se limitan a temerle a él…¡.[vii]

En Bolivia, donde agentes secretos peruanos buscaban insurreccionar las tropas de la Segunda División colombiana, Santander colabora quitándole a Sucre el poder de movilizarlas; en Colombia promueve la creación de círculos conspirativos con el objetivo de minar la reputación de Bolívar y provocar la división de Colombia. [viii]

Pero las aspiraciones de la aristocracia de Lima no estaban centradas solamente en expulsar a las tropas colombianas de su territorio sino también en lograr sus viejos sueños de adueñarse de Guayaquil. Por eso, en coordinación con la salida del ejército colombiano de Lima ordenada por Bustamante se produce en Guayaquil un movimiento federalista, evidentemente estimulado por los peruanos, el cual culminó en la proclamación de la independencia de aquella provincias de la República de Colombia y la elección, por una junta convocada por el Cabildo, del Gran Mariscal del Perú, don José de La Mar, como jefe civil y militar de aquella “republiqueta”.[ix] Según las comunicaciones del propio Tudor a su superiores, La Mar era sumamente parcial hacia los Estados Unidos y sus instituciones y sentía por ese país “una entusiasta admiración”.[x]

Posteriormente, el Congreso de Lima, presidido por Luna Pizarro, nombra a La Mar presidente en sustitución de Bolívar y casi simultáneamente a la toma del mando del mariscal se enviaron contingentes peruanos a los linderos de Bolivia y a las fronteras del sur de Colombia, para estimular focos de insurrección latentes en las provincias del Ecuador y tratar de emplear en las tropas que, bajo el mando de Sucre aún permanecían acantonadas en Bolivia, los mismos métodos que habían llevado al levantamiento de Bustamante.[xi] Para esta misión el gobierno peruano designó al antiguo intendente del Cuzco, general Agustín Gamarra, quien al mismo tiempo logró reclutar para tan innobles fines al sargento José Guerra. De esta manera, en la madrugada del 25 de diciembre dicho sargento al frente de un numeroso contingente de tropas se rebeló contra sus jefes y las autoridades de la provincia a gritos de ¡Viva el Perú¡ Los sublevados se apoderaron de los dineros depositados en las arcas públicas y emprendieron la fuga hacia el Desaguadero, en busca de la protección de su cómplice: el general Gamarra. En el trayecto fueron alcanzados y derrotados por las tropas colombianas leales.[xii]

Durante todos esos meses, de febrero a diciembre de 1827, el cónsul de los Estados Unidos en Lima estuvo detrás de la conspiración contra Bolívar y sus planes unitarios. Al leer la correspondencia que dirigía al Departamento de Estado, tal parece que Tudor tenía en sus manos todos los hilos que tejían la conjura. A él llegaban casi todas las cartas de los distintos frentes y le informan los jefes militares el cumplimiento del plan de operaciones sobre Bolivia y Ecuador.

El 21 de febrero de 1827 Tudor dice en un despacho confidencial:

Calcúlese que tendrán que pasar aún tres semanas antes de que puedan recibirse noticias de Bolivia concernientes a los pasos que se den allí; pero generalmente se cree que las tropas colombianas se sentirán ansiosas de seguir los pasos de sus compañeros de aquí y estarán preparadas, por previo concierto, para adoptar las mismas medidas.[xiii]

El 23 de mayo del propio año señala:

Ayer recibí una carta del coronel Elizalde, quien manda la División que entró a Guayaquil…Me informa que todo marcha de la manera más favorable; que el 27 despachó una columna con dirección a Quito para que se una a la División mandada por Bustamante, quien entró el 25 del mismo mes, todos los cuales están ahora indudablemente en Quito. Bravo, el oficial que fue enviado de aquí con los jefes arrestados y los documentos para el gobierno, también había llegado a Cuenca a su regreso a Bogotá. El General Santander habría recibido la noticia del movimiento de aquí con satisfacción y le habría escrito a Bustamante aprobando su conducta y que enviaría a Obando a tomar el mando de la División. [xiv]

La animosidad de Tudor hacia Bolívar llega a niveles inverosímiles, en sus comunicaciones al Departamento de Estado sustituye el nombre de Bolívar por epítetos cada vez más ofensivos, estimula la esperanza de que desaparezca la influencia del Libertador en Bolivia y que este país (que nunca ha visitado) cambie de nombre, y si bien cuida las palabras, sugiere el magnicidio.[xv]Mientras el “viva”, dice el 7 de noviembre de 1827, solo habrá guerras, no pagará “un dólar” de su inmensa deuda por los gastos militares y después de “subyugar” a Sudamérica, su siguiente paso objetivo será Puerto Rico y algunos otros países que tendrá “la locura de concebir”. Termina señalando que hay muchos motivos evidentes por los cuales Estados Unidos e Inglaterra deberían ser adversos al éxito de su usurpación y que se deberían adoptar “algunas medidas” para verificar los actos de Bolívar y “evitar sufrimientos largos terribles a estos países”. [xvi]

Pero Tudor, en su maquiavélica intriga, llega incluso a proponerle a los líderes peruanos enemigos de Bolívar que soliciten la intervención directa de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra para derrotar definitivamente al Libertador. Así queda de manifiesto en su despacho del  20 de noviembre de 1827 al secretario de Estado:

Aquí se ha recibido la información auténtica de las órdenes que ha dado (Bolívar) para levantar en Guayaquil una fuerza para la invasión del Perú…Reflexionando sobre estos asuntos y el carácter sin principios de la guerra con que ahora él amenaza, ocúrreseme que la mediación de Estados Unidos e Inglaterra, conjunta o separadamente podría ser obtenida…Cada una de las potencias nombradas posee motivos peculiares para desear que estos países gocen de paz y prosperidad, además de las poderosas razones de Estado comunes a ambas contra el engrandecimiento excesivo y la perniciosa acumulación de poderes en manos de un individuo arrogante. Bajo todas estas circunstancias y debido a la gran confianza y franqueza con que me honran el General La Mar y su consejero más íntimo, el Dr. Luna Pizarro, solicité una entrevista privada con ambos y en ella les expuse las razones por las cuales creía que el Perú obraría políticamente si apelara a esas naciones igualmente amigas, haciéndoles una relación sucinta de la conducta del General Bolívar en este país y una reseña del estado actual de cosas y de la guerra con que él lo amenaza…Ambos convinieron en la corrección de mis insinuaciones, habiéndose convenido en una segunda entrevista y se prepararon inmediatamente los documentos necesarios…si la situación de estos países, el carácter y las miras de Bolívar así como las consecuencias que se sucederían a su triunfo, fueran plenamente comprendidos, tanto los Estados Unidos como Inglaterra no sólo ofrecerían su mediación, sino que, siendo necesario, la acompañarían con una alternativa que forzaría su aceptación.[xvii]

Las comunicaciones de Tudor a Washington tuvieron un gran efecto en el gobierno de los Estados Unidos, que ya estaba de hecho indispuesto y preocupado con los planes revolucionarios e integracionistas de Bolívar. Durante su misión en Perú, Tudor recibió solo tres  notas del Departamento de Estado, una de agradecimiento por la contribución a la defensa de los intereses estadounidenses, otra donde se le informó su ratificación como cónsul y una última para comunicarle de su traslado a Río de Janeiro. Clay logró articular la campaña antibolivariana a tres célebres agentes diplomáticos, que sirvieron además de agentes de inteligencia: William Tudor en Perú, Poinsett en México y William H. Harrison en Colombia.

Cuando Beaufort T. Watts, el encargado de negocios de Estados Unidos en Colombia, permitió se publicara una carta con su firma donde mostraba su respaldo al Libertador, Clay lo desautorizó y así se lo comunicó a José Rafael Revenga, ministro de Relaciones Exteriores de Colombia:

No existe en las relaciones exteriores de los Estados Unidos ningún objeto con respeto al cual haya sido nunca más atento (…) que el de evitar escrupulosamente de intervenir en los asuntos internos de otra nación. Esta regla de conducta (…) ha sido invariablemente observada por el gobierno de los Estados Unidos (…) La comunicación de Mr. Watts (publicada en la prensa local) fue hecha sin instrucciones y la primera información que de ella llegó (a este) gobierno fue recibida por el canal de la prensa pública.[xviii]

Por su parte Tudor, al enterarse del apoyo de Watts a Bolívar, inicialmente lo califica del error más infeliz, y cuando ve que el Mercurio de Lima reproduce la carta de Watss reacciona con “asombro” e “incredulidad” y envía un ejemplar a Washington.

Entretanto, aprovechando que el conflicto interno en Colombia, absorbía prácticamente todo el tiempo del Libertador, el gobierno peruano presidido por el mariscal don José de La Mar, creyó llegado el momento de expulsar a las tropas colombianas de los sectores centrales del continente e imponer el predominio del Perú en las provincias de Ecuador y en la República de Bolivia. Finalmente, a fines de 1828 se produce la invasión de las fuerzas peruanas al territorio boliviano y posteriormente -enero de 1829- al Distrito sur de la Gran Colombia por la provincia de Guayaquil. Paralelamente, los coroneles José María Obando y José Hilario López, por mandato de Santander y en apoyo a la invasión peruana a Bolivia se habían levantado en armas en Popayán, dando inicio a un nuevo estado de guerra civil, esta vez en Nueva Granada.

El 11 de noviembre de 1828 el general José Maria de Córdova y Bolívar vencieron a las fuerzas antibolivarianas de Obando y López en los ejidos de Popayán. Posteriormente, Sucre derrotaría definitivamente a las tropas de La Mar en Portete de Tarqui (hoy  territorio Ecuatoriano) el 27 de febrero de 1829, garantizando momentáneamente la integridad de la Gran Colombia amenazada por los apetitos expansionistas del gobierno de Lima.[xix]

Sin embargo, los dolores de cabeza no terminarían para Bolívar, en 1829 se enteraría de un suceso que le llenó de alarma y sorpresa: la insurrección contra el gobierno, iniciada en la provincia de Antioquia por uno de los oficiales a quienes más afecto había profesado y cuya lealtad nunca había sido motivos de dudas para él: el general José María de Córdova. En Córdova habían influido maliciosamente para indisponerlo con Bolívar, José Hilario López y Obando –los mismos hombres que había derrotado militarmente-, Santander y el cónsul británico en Bogotá, míster Henderson. La hija de este último había aceptado los galanteos del joven general.[xx] No era nada casual que Herderson tuviera estrechos vínculos con William Henry Harrison, ministro de Estados Unidos en Bogotá. Al cónsul británico ofreció Córdova un caudal de información estrictamente confidencial de la Gran Colombia y de los planes del Libertador.

La documentación confidencial de Harrison, enviaba a Clay y al presidente Adams, revela que el espionaje estadounidense estaba en todos los rincones de la Gran Colombia, que sus redes conspirativas contra Bolívar estaban muy bien articuladas y que mucho tuvieron que ver con la rebelión de Córdova.

 

22 de junio de 1829: Tengo el honor de adjuntar copia de una carta del General Bolívar para uno de sus amigos íntimos que demuestra francamente que sus designios con respecto al Perú no son de ese carácter desinteresado que su última proclama revela tan explícitamente.

No creo hallarme en libertad para revelar la manera por la cual llegué a poseer este documento singular; pero me comprometo a responder por su autenticidad….[xxi]

28 de junio de 1829: Por el mismo conducto que me ha proporcionado la carta, copia de la cual tuve el honor de adjuntar en clave a mi despacho No. 14, he podido leer una carta de una persona de alto rango quien ha disfrutado de toda confianza de Bolívar; pero quien ahora le hace oposición a todos sus proyectos….[xxii]

7 de septiembre de 1829: El drama político de este país se apresura rápidamente a su desenlace…En carta recibida la semana pasada y dirigida a un miembro de la Convención, residente en esta Ciudad, Bolívar propone la presidencia vitalicia…Los Ministros están muy alegres con sus perspectivas de éxito. Confían en que no habrá la más ligera conmoción y que este importante cambio se realizará con la aquiescencia casi completa del pueblo…

Pero su confianza será su ruina. Una mina ya cargada se halla preparada y estallará sobre ellos dentro de poco. Obando se encuentra en el campamento de Bolívar seduciendo a sus tropas. Córdova ha seducido al batallón que está en Popayán y se ha ido al Cauca y a Antioquia, las cuales están maduras para la revuelta. Una gran parte de la población de esta ciudad está comprometida en el plan. Se distribuye dinero entre las tropas, sin que el gobierno tenga todavía conocimiento de estos movimientos.

Córdova procederá con prudencia. Espérase que en el curso de octubre o en los primeros días de noviembre principiará por publicar una proclama dirigida al pueblo.[xxiii]

 

Cuando el gobierno de Colombia comenzó a descubrir a los soterrados autores vinculados a la insubordinación de Córdova salió a la luz que Torrens, el encargado de negocios de México, Henderson, Harrison y otras personas particulares, sabían de la rebelión de Córdova desde antes que estallara; que algunos tenían correspondencia con él, y concurrían a juntas clandestinas en que se declamaba fuertemente contra el Libertador y su gobierno.[xxiv]

Las actividades del representante de México en Bogotá eran muy bien acogidas y reproducidas por Poinsett, ministro de Estados Unidos ante el gobierno mexicano. Torrens continuamente enviaba información falsa a su gobierno, señalando entre otras cosas que Bolívar pretendía sojuzgar a México para dominar la América española. A Poinsett esta calumnia le venía como anillo al dedo, pues contribuía con su misión de dividir a los pueblos hispanoamericanos. [xxv]


Notas:

[i] Sergio Guerra Vilaboy, Cronología del Bicentenario, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010, p.119.

[ii] Ronald Muñoz, El regreso de los realistas y su derrota final ante los pueblos, Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas, 2010, p.33.

[iii] Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Editoriales Ciencias Sociales y José Martí, La Habana, 2005, p.392.

[iv] Citado por Indalecio Liévano, en: Ob.Cit, p.393.

[v] Ibídem.

[vi]Manuel Medina Castro, Ob.Cit, p.223.

[vii] Ibídem, p.225.

[viii] Germán A. de la Reza, “Amistades convenientes: William Tudor Jr; primer  cónsul de Estados Unidos en Perú (1824-1828)”, p. 72, en: https://www.google.com/#q=%E2%80%9CAmistades+convenientes%3A+William+Tudor+Jr%3B+primer++c%C3%B3nsul+de+Estados+Unidos+en+Per%C3%BA+%281824-1828%29%E2%80%9D, (Internet).

[ix] Indalecio Liévano, Ob.Cit, p.392.

[x] Germán A. de la Reza, “Amistades convenientes: William Tudor Jr; primer  cónsul de Estados Unidos en Perú (1824-1828)”, p. 74, en: Ibídem.

[xi] Indalecio Liévano, Ob.Cit, pp.396-397.

[xii] Ibídem, p.397.

[xiii] Ibídem, p.226.

[xiv] Ibídem, p.227.

[xv] Germán A. de la Reza, “Amistades convenientes: William Tudor Jr; primer  cónsul de Estados Unidos en Perú (1824-1828)”, p. 77, en: Ibídem

[xvi] Ibídem.

[xvii] Manuel Medina Castro, Ob.Cit, pp.228-229.

[xviii] Germán A. de la Reza, “Amistades convenientes: William Tudor Jr; primer  cónsul de Estados Unidos en Perú (1824-1828)”, p. 81, en: Ibídem

[xix] Sergio Guerra Vilaboy, Cronología…, Ob.Cit, p.152.

[xx] Juvenal Herrera Torres, Bolívar, El Hombre de América. –Presencia y Camino-, Ediciones Convivencias, Medellín, 2001, t.2, p.497.

[xxi] Ibídem, p.232.

[xxii] Ibídem, pp. 232-233.

[xxiii] Ibídem, p.233.

[xxiv] José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución en Colombia, Edición en 6 tomos, Medellín, 1974.

[xxv] Juvenal Herrera Torres, Ob.Cit, p.514.

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