Proposiciones

El ultraje de una emboscada

1 sept. 2017
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En la orilla del río Masicuri un pequeño grupo de guerrilleros conversa con el campesino que se ofreció a llevarlos a un lugar más seguro, este los convence de que pueden pasar solos el vado, se despiden después de pagarle y agradecerle su colaboración. Comienzan a adentrarse en el río en fila india, el guerrillero que la encabeza llega a la orilla opuesta y hace señales al resto para que se inicie el vadeo del río. Suena el primer disparo… Comienza la «emboscada de Vado del Yeso».

¿Quiénes, cómo y de qué forma se suscitan los acontecimientos que costaron la vida a la totalidad del grupo?

Al frente de la columna se encontraba Juan Vitalio Acuña, «Joaquín», quien por sus méritos personales obtuviera el grado de comandante del Ejército Rebelde en Cuba y siempre sintiera una gran admiración por el Che. Joaquín había llegado al campamento de Ñancahuazú el 27 de noviembre de 1966 y fue nombrado por el Che, con posterioridad, como Segundo Jefe Militar de la guerrilla y Jefe de la Columna de la Retaguardia «por mantener un gran espíritu de grupo». Se iniciaba una primera fase organizativa y de entrenamiento.

La columna al mando de Joaquín estuvo formada en un inicio por los cubanos Israel Reyes Zayas «Braulio», Jesús Suárez Gayol «Félix o el Rubio» y por los bolivianos Antonio Jiménez Tardío «Pedro o Pan Divino», Freddy Maimura Hurtado «Médico», Apolinar Aquino Quispe «Polo», Walter Arencibia «Walter» y Eusebio Tapia Aruni «Eusebio».

Para marzo, la Columna Central encabezada por el Che y la Retaguardia terminaban una agotadora fase de entrenamiento que puso a prueba la resistencia y capacidad combativa de la guerrilla, amén de haberse producido los primeros caídos en la cruzada de ríos, los bolivianos Benjamín Coronado y Lorgio Vaca Marchetti. A ello se agregaría el arribo al campamento de algunos visitantes –Regis Debray, Ciro Bustos y Tamara Bunke «Tania», entre otros– y alguna que otra indisciplina, preludio de consecuencias negativas posteriores.

Esos hechos obligan a una revisión de los planes estratégicos y a la solución de problemas internos. El Che decide dar una nueva y definitiva estructura a la guerrilla, manteniendo a Joaquín en la misma responsabilidad como Jefe de la Retaguardia e incorporándole a Antonio Sánchez Díaz «Marcos» y a Casildo Condorí Vargas «Víctor».

Además, acuerda dar baja por su ineficiencia e indisciplina a cuatro de los hombres reclutados por el dirigente minero Moisés Guevara –Julio Velazco Montana, «Pepe», José Castillo Chávez, «Paco», Hugo Choque Silva, «Chingolo» y «Eusebio»–, que son bautizados como la «resaca» y se mantendrían en la retaguardia hasta tanto pudieran retirarse sin el peligro de ser capturados y fusilados.  

De forma precipitada se produce el primer combate con el ejército, favorable a la guerrilla desde lo militar, pero a su vez acelerado, dado el nivel primario de su formación, aunque desde la táctica y estrategia se puede afirmar que este y otros combates posteriores favorecieron a la ejecutividad de la guerrilla por los resultados obtenidos.

Desencadenados los combates, el francés Debray plantea su utilidad fuera de la zona guerrillera y le pide al Che autorización para salir, al igual que lo hace Ciro Bustos. En el análisis recogido en las páginas del Diario de Bolivia correspondientes al 3 de abril, Che plantea tres alternativas de salida a ambos y a quien denomina «un presente griego», George Andrew Roth, personaje inesperado y presunto agente de la CIA.

La salida se organiza hacia el pueblo de Muyupampa, donde son acompañados por parte de la guerrilla como apoyo, y con la presencia del Che hasta el límite acordado.

Es, en esos momentos, que el Che decide dejar la Columna de la Retaguardia por los alrededores e incorporarle a Gustavo Machín Hoed de Beche «Alejandro», quien formaba parte de la Columna del Centro, a Tania y Moisés Guevara, por razones de salud y al grupo de la «resaca».  

Che anota el día 17 que ordenó a Joaquín «hacer una demostración en la zona pero sin combatir frontalmente y esperarnos hasta el regreso…».

El 20 de abril se conoce del arresto de Debray y los otros, mientras la guerrilla, además de mantener el rastreo del grupo de la Retaguardia, continúa su accionar con combates, algunos favorables, pero también otros con pérdidas sensibles como los del 10 de abril –donde murió el «Rubio», quien se mostraba a juicio del Che «como el magnífico cuadro que fue en Cuba»–, y el 25 de dicho mes, donde cae en combate «Rolando», Eliseo Reyes, quien al decir del Che «era el mejor hombre de la guerrilla».

El propio 25 el Che anota que se encuentran cercados, con salidas naturales bloqueadas y considera que «la salida al Río Grande no es oportuna por la doble razón de ser natural y de alejarnos de Joaquín de quien no tenemos noticias».

Mientras, Joaquín decide hacer una exploración en busca del Che y de alimentos. Para ambos grupos la falta de contacto se hace cruenta y muy peligrosa, como afirma el Che en el resumen de mayo, «el punto negativo es la imposibilidad de hacer contacto con Joaquín, pese a nuestro peregrinar por las serranías. Hay indicios que se ha movido hacia el norte».

La columna del Che en ese «peregrinar» se enfrenta a combates, emboscadas y encuentros fortuitos, de los que resultan bajas valiosas como la de Carlos Coello «Tuma», el 26 de junio, evaluado por el Che de «perfecto en su función secundaria de mi ayudante». Ante la falta de contactos están siempre en movimiento giratorio tratando de encontrarse con el grupo de la Retaguardia.

En ese mismo mes, la Retaguardia prosigue su andar, pero siempre próximos a la zona acordada, es cuando caen Marcos y Víctor en una emboscada en Monte Dorado, entre Samaipata y Río Grande, de la que escapa Pan Divino. La muerte de Marcos el 2 de junio debilita al grupo, un duro golpe, porque a pesar de indisciplinas cometidas y la separación de las responsabilidades dadas, su heroísmo y valor lo puso a prueba cuando «mostró su decisión de seguir aquí (…). Pidió la 30 como voluntario», así se lee en la última de las evaluaciones hechas por el Che antes de la separación de las columnas.

Continúan la marcha y cerca del río Iquira, el 9 de julio, cae asesinado por el ejército Serapio Aquino Tudela «Serafín» quien, lesionado en un pie, muchas veces apoyado en sus compañeros, en un momento se adelanta y se da cuenta que los esperaban unos soldados, quienes le hacen seña para que no avisara, sin embargo en una reacción contraria y de alto valor, según refieren los sobrevivientes, grita, «¡Soldados!», mientras una descarga cerrada lo aniquila, pero permite la retirada del grupo, obligándolos a su vez a abandonar el campamento situado en El Dorado, sobre el río Ñancahauzú, encontrado después por el ejército.

Esos acontecimientos hacen que Joaquín tome la decisión de no esperar más al Che y tratar de romper el cerco tendido por el ejército, cuando le quedan 13 sobrevivientes, algunos combatientes, otros enfermos y el grupo de la resaca y sin disponer de alimento alguno. Toma rumbo a Muyupampa y Monteagudo donde logran abastecerse de alimentos y levantar un campamento. El 20 pasan en paralelo por donde había pasado la columna del Che, quien después comentaría en el Diario que le hablaron de un grupo donde había una mujer, noticia no confirmada pero cercana a la realidad.

En el ínterin, huye «Pepe», quien es asesinado por el ejército y, más tarde, Eusebio y Chingolo huyen dejando sus mochilas, son capturados y confiesan ser parte del grupo de Joaquín. En el interrogatorio aseguran que en ese grupo no está el Che, propiciando al enemigo la certeza de la división de la guerrilla y delatando la ubicación de las cuevas y otros sitios de valor en el Campamento Central y sus alrededores.  

Entre los días 6 y 7 de julio, el Che decide tomar el poblado de Samaipata, la que fuera una de las acciones más divulgadas por la prensa por la espectacularidad, aunque infructuosa en sus propósitos esenciales que eran buscar medicamentos para el Che.
Continúan los combates en el empeño por llegar al río Rosita o al Río Grande, donde el 30 de julio se tropiezan con una patrulla y en la que caen el cubano «Papi», quien al decir del Che en la última evaluación que le hiciera, mantuvo «extraordinario entusiasmo para el combate en que era un pilar fundamental» y el boliviano «Raúl», de «buena actitud ante el trabajo aunque miedoso…».

Para el 8 de agosto, el Che anota en el Diario que llegan al campamento que debía ser el último con agua hasta la llegada a los ríos, mientras un pequeño grupo sale de exploración, «…nosotros los seguiremos y los puntos de reunión son: la casa de Vargas o más arriba, según nuestra velocidad, el arroyo que está frente a la cueva en el Río Grande, el Masicuri (Honorato) o el Ñancahuazú».

Mientras tanto, Joaquín, sin conocer la magnitud del cerco contra su grupo, intenta tomar el camino hacia el norte en busca del Che por el Río Grande, sin saberlo, pero instintivamente, va en dirección correcta. De nuevo, el 9 de agosto, son detectados en las serranías del río Iñao con fuego sostenido, aunque por la información previa brindada por el campesino Vicente Soto, logran salir del cerco. En la emboscada muere Pedro, «Pan Divino» quien portaba la ametralladora 30, sin que sus compañeros pudieran auxiliarlo; cae aquel que enjuiciara el Che como «un cuadro en pleno desarrollo».

A pesar de la incertidumbre y la desesperanza continuaban luchando e intentando unirse. Siempre el Che insistía en buscar al grupo al sur del Río Grande en una especie de giro, calificándola como la «ruta futura para tratar de unirnos a Joaquín», convencido de que se encontraban en esa dirección y prevaleciendo la resolución de buscarlos.

En la búsqueda por encontrar al Che y en dirección norte como habían decidido, Braulio reconoce las tierras de Honorato Rojas, conocido desde que en la primera exploración del 10 de febrero y a quien el Che califica en su diario como un potencial enemigo, «el campesino está dentro del tipo; incapaz de ayudarnos, pero incapaz de prever los peligros que acarrea y por ello potencialmente peligroso…». No obstante, el 29 de agosto duermen en las márgenes del río con el propósito de llegarse a la casa de Honorato para averiguar por el otro grupo y obtener alimentos.

Como si las casualidades se empeñaran, el 30 en la mañana el ejército envía una misión de rastrillaje con dos soldados a la casa de Honorato para indagar sobre la presencia de los guerrilleros.

En esos momentos el grupo de Joaquín pasa a la rivera norte, donde resuelven acampar, se detiene y envían a Moisés y a Walter a la casa de Honorato, en la que ya se encontraban dos soldados del ejército boliviano. Tanto Honorato como su mujer esconden a uno de ellos, haciéndolo pasar por un peón enfermo, y le dicen a un hijo que avisara de la presencia de los guerrilleros al otro soldado que había ido al río, para que a su vez este lo comunicara al ejército.

Después de la charla con Honorato, los guerrilleros se retiran para informar y es Alejandro quien convence a Joaquín para ir también con el grupo, hablar con Honorato y pedirle que les hiciera comida abundante, además de brindarse para regresar más tarde con el médico y atender al supuesto enfermo; mientras, el otro soldado se perdía para avisar al ejército de lo hablado con Honorato.

Al comienzo de la noche, como habían acordado, Joaquín, el Médico y parte del grupo, llegan a la casa del campesino para averiguar sobre la comida e indagar si sabían algo de la presencia del ejército en la zona, recibiendo una negativa como respuesta. Aprovechan para explicar a Honorato que estaban buscando un lugar seguro donde pudieran acampar y tratar de encontrar al otro grupo, este les indica que vadeando el río encontrarían el lugar, ofreciéndose a acompañarlos al siguiente día.

Según relata el entonces capitán Vargas Salinas, jefe de la tropa del ejército perteneciente a la 8ª División y acantonado en los alrededores desde meses atrás, sobre las 18 horas llegó el soldado enviado a casa de Honorato, a informar sobre la presencia de los guerrilleros. De esa forma, casi fortuita, ya en la noche el capitán reúne a sus hombres, alista los pertrechos y les ordena salir en busca de los guerrilleros.

El 31 de agosto, en la madrugada los soldados se aproximan al vado acordado, hasta llegar a las márgenes del Río Grande para escoger el lugar de la emboscada. En el trayecto, sobre las cinco de la madrugada, se tropiezan con la mujer de Honorato que huía con sus hijos y más tarde con el propio Honorato. Es amenazado por el capitán Vargas y obligado a regresar a su casa para guiar al grupo al río Masicuri, donde los estarían esperando. Ante el miedo manifiesto, Vargas le dice que se ponga una camisa blanca para identificarlo.

Mientras, los soldados cavan en sus posiciones y se mimetizan, se ubican en las orillas respectivas para evitar que los guerrilleros retrocedieran. Cerca de las siete de la mañana, según los documentos del ejército, todos en total silencio y en sus sitios respectivos aguardan una larga espera que se extiende hasta casi el anochecer, mientras aguardaban la orden de disparar.

Sobre las cinco de la tarde, en la casa de Honorato, después de brindarles alimentos, Joaquín ordena partir. Aproximadamente, media hora después, a unos 700 metros de la emboscada se divisa un grupo que avanza en dirección al vado con Honorato a la cabeza. La marcha la encabeza Braulio y el resto se va despidiendo del campesino, después de pagarle, quien les da la mano para finalmente despedirse de Joaquín, que cierra la marcha, diciéndoles que llegaba hasta ahí porque no quería que lo vieran. Hay un momento en que los guerrilleros descubren huellas, pero Honorato logra convencerlos de que son antiguas y se confían.

Comienza el desplazamiento y Vargas repasa al grupo cuando de pronto se presenta una mujer, Tania. El capitán boliviano no puede explicarse su presencia pues había imaginado que se encontraría con el grupo del Che.

Braulio, demostrando lo expresado por el Che al calificarlo de «muy empeñoso y con la moral alta», avanza cauteloso por el centro del río, mirando la orilla; era el primero en llegar al otro extremo para dar la señal de avanzar en fila india al resto del grupo, según versiones, con Moisés, el Negro, Walter, Polo, Ernesto, Alejandro, Paco, Tania y Joaquín. Cuando todos están en el agua Vargas inicia las descargas con su arma, van cayendo los combatientes, unos llevados por la corriente o zambullidos para tratar de salvarse en vano de la violencia del fuego que cae sobre ellos, mientras el río se convertía en un torrente de agua roja. Braulio fue el único que logró reaccionar y darse cuenta de la traición, descargando su ametralladora y causando la única baja que logran hacer. Los últimos tiros abaten a Joaquín, se buscan a los caídos y se detectan unos sobrevivientes que son apresados, entre ellos, Paco, que implora por su vida, mientras que Maimura mantiene una actitud de desdén por el ejército, desafiándolos. Los interrogan, les piden sus nombres. Por su actitud valerosa Maimura es abatido, mientras que a Paco, por su miedo, le salvan la vida para interrogarlo y emplearlo en la identificación del grupo. Este ratifica, para asombro de Vargas, que el Che no se encontraba entre los asesinados.

Se retiran con los siete cadáveres arrastrándolos por el río, los llevan a Vado del Yeso, deliberada falsificación al llamarle Vado de Puerto Mauricio, con el objetivo de desvirtuar la ubicación por haber avanzado en zona de la 4ª División, en permanente rivalidad con la 8ª en la disputa por los «méritos de guerra».

Llegan a Masicuri donde los montan en un camión del ejército hasta Vallegrande, lugar en el que son identificados y enterrados en una fosa común en terrenos del Batallón de Ingenieros del Regimiento Pando. Confirmada la presencia de Tania y sin que estuviera en el grupo de los combatientes, se comienza su búsqueda, ordenada por el propio presidente Barrientos. Sus restos aparecen siete días después de las acciones y es el único cuerpo de los caídos que es sepultado en un féretro, convertida para siempre en «Tania la guerrillera», quien desde 1964 actuó en Bolivia como agente secreta con un trabajo distinguido, cumpliendo con creces lo expresado al Che cuando le comunicara de su elección, «esa confianza no la defraudaré mientras me quede un hálito de vida».

Mientras, en la otra División, al mando del coronel Reque Terán, se da la orden de no dejar a nadie vivo si quedaba algún sobreviviente, es de esa forma que el 4 de septiembre en el río Palmarito emboscan al Negro, quien fuera cruelmente asesinado a culatazos.

En el transcurso de su búsqueda, según cuenta Honorato, quien se había escondido atrás de una piedra mientras ocurría la emboscada, cuando el Negro pasó corriendo por su lado, sin armas le gritó «traidor de mierda, ya vamos a vernos». No pudo hacerlo, pero el 12 de julio de 1969 un comando del ELN lo ajusticia, vengando así «el ultraje de una emboscada» de ignominia, traición y muerte.

Horas amargas y de ensañamiento fueron las de aquel 31 de agosto cuando el Ejército Boliviano arremetió contra un pequeño grupo dispuesto a conquistar toda la justicia del mundo y convertirse, como calificara el Che «en revolucionarios, el escalón más alto de la especie humana…».


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