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¿Cómo se puede conceptualizar la valentía?

30 dic. 2018
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Podría pasar a la historia como la hermana de Abel Santamaría, la novia de Boris Luis Santa Coloma, la esposa de Armando Hart o la amiga leal e inseparable de Fidel Castro. En cambio, esta mujer, superando cualquier prejuicio machista de la época, se coloca al lado de estos hombres grandes de la Patria, y su nombre, por sí solo, aparece grabado con letra indestructible en las páginas de la Revolución Cubana: Haydée Santamaría Cuadrado.
¿Cómo se puede conceptualizar la valentía? Entre poco más de 100 hombres que deciden asaltar el Cuartel Moncada, ella es una de las dos mujeres que participan en la acción armada el 26 de julio de 1953. Por si fuera poco, cuando se pierde el factor sorpresa y los asaltantes del grupo principal tienen que retirarse, secunda a su hermano en la decisión de seguir combatiendo, cubrir la retirada, porque «el que tiene que vivir es Fidel».
Cuando los capturan, desafía a los torturadores del régimen de Batista. Estos le traen el ojo ensangrentado que le han sacado a Abel Santamaría, y ella no habla, como tampoco lo hizo él, en cambio riposta: «…morir por la Patria es vivir». Se desgarra por dentro cuando saben que han matado a Abel y también a su novio Boris, pero no tiembla ante los sanguinarios. Conoce la justeza de su lucha, cree en Fidel Castro y confía en el triunfo.
Durante el juicio, en su alegato La historia me absolverá, Fidel signifi caría: «Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana».
Mientras sus compañeros de lucha están en prisión y luego en el exilio preparando la expedición del yate Granma, Haydée lucha de forma clandestina y es una de las mujeres más activas del Movimiento 26 de Julio. Sube a la Sierra y participa en la lucha guerrillera junto a Celia, Vilma, y las Marianas que integraron la columna femenina de aquella revolución que comenzaba.
Después de enero de 1959, cuando Cuba se declara libre del yugo neocolonial, es el momento de construir un país, de hacer la nueva sociedad, de forjar el socialismo. Con apenas un sexto grado de escolaridad, pero con una sensibilidad cultural y artística impresionante, Haydée inicia un arduo trabajo que pondrá en alto los estandartes de la cultura nacional, y la impregnará de noveles valores del pujante socialismo: su vocación latinoamericanista, su esencia martiana, y su perenne sentir revolucionario y descolonizador.
Casa de las Américas se erige, con su guía e inspiración, en el centro cultural por excelencia de la región. El lugar acoge a lo más talentoso y comprometido del arte revolucionario de aquellas décadas fundacionales. Silvio, Pablo, Noel, Sara, ven en ella una madre, una amiga, el alma de esa imponente casa que también es Cuba y es Revolución.
Tras dos décadas de trabajo incansable, de combates perennes, el año 1980 marcará el fi nal de su audaz existencia. Es una mujer integrada, merecedora de la distinción Heroína de la República de Cuba, comprometida emocionalmente con su esposo y compañero de lucha Armando Hart, madre responsable de dos hijos hermosos, pero lleva consigo otras penas sin nombres.
En 1967 había perdido, al igual que Cuba y América Latina, a uno de los más queridos entre sus seres queridos: el Che. Póstumamente le dedica unas líneas, que muestran su evidente desconsuelo, no solo por la noticia, sino con la vida misma:
 
«Cómo decirte que nunca había llorado tanto desde la noche en que mataron a Frank, y eso que esta vez no lo creía. Todos estaban seguros, y yo decía: no es posible, una bala no puede terminar el infi nito, Fidel y tú tienen que vivir, si ustedes no viven, cómo vivir. Hace 14 años veo morir a seres tan  inmensamente queridos, que hoy me siento cansada de vivir, creo que ya he vivido demasiado, el sol no lo veo tan bello, la palma, no siento placer en verla; a veces, como ahora, a pesar de gustarme tanto la vida, que por esas dos cosas vale la pena abrir los ojos cada mañana, siento deseos de tenerlos cerrados como ellos, como tú. […]».

En enero de 1980 sufre la pérdida de otra mujer, amiga personal y alma de la Revolución Cubana, Celia Sánchez. Los actos conmemorativos de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, evocan la muerte de su Boris, de su Abel, de Renato, de Tasende, de tantos otros.
En un corazón lleno de patriotismo, identidad y compromiso con Cuba, fi delidad y lealtades a toda prueba, también ocupa mucho espacio la tristeza. Decide entonces quitarse la vida, y deja un vacío invaluable en Casa, en la gente que la amó y la quiso siempre, en Cuba entera.
Conocí la vida de Haydée Santamaría hace algunos años cuando comencé a estudiar en el preuniversitario «Comandancia de La Plata». Una de las que hoy fi gura entre mis mejores amigas, lleva su nombre. Celia Haydée tiene 29 años y se graduó de Historia en la Universidad de La Habana. Mientras estudiábamos en el Pre, un día le hicimos la inevitable pregunta. Su madre se decidió por un nombre que fuese homenaje a Celia Sánchez. En su opinión, era un nombre de una fuerza enorme. Entonces decidió que debía complementarlo con otro que, sin quitarle fi rmeza, lo hiciera más sensible, más místico, más espiritual. Escogió Haydée. Y es que ese fue el imaginario que la generación de nuestros padres tuvo y tiene de esta heroína: mujer fi rme, fuerte, de batalla, de armas tomar, y al mismo tiempo tierna, cariñosa, espiritual, revolucionaria.
Celia Haydée tiene en su nombre un compromiso innegable con Cuba y con su historia. Muchas mujeres de nuestra edad se llaman Tania, Vilma, Haydée, Celia,… Aquella fue sin duda una generación inspiradora.
Por eso agradezco mucho la oportunidad que me ofrece la editorial Ocean Sur, de sumarme a la Colección Vanguardia con esta breve síntesis de la obra de Yeyé, quien fue mucho más que la heroína del Moncada.
He decidido dividir el libro en tres partes. La primera, dedicada a sus recuerdos de la lucha revolucionaria. La segunda, para muchos la etapa menos conocida, es la obra de Haydée en la Revolución y desde la importante trinchera que significó para Cuba y para el mundo Casa de las Américas. La tercera la conforman cartas enviadas a sus padres, a Armando Hart y al Che Guevara.
Haydée no conocía fronteras para el despliegue cultural. Defendió los derechos de la mujer y luchó por la equidad. Mujer cubana, latinoamericana, fidelista a toda prueba. Su nombre, su intensa vida, su obra comprometida, debe acompañarnos siempre.
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