La carta de despedida del Che a Fidel se convirtió en patrimonio espiritual de millones de personas. Ernesto Guevara se iba de Cuba pues otras tierras del mundo reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos. Además de aquella misiva, el Che sintió la necesidad de despedirse de sus hijos, sus padres y Aleida March —su única en el mundo.

La Unión de Jóvenes Comunistas, el Centro de Estudios Che Guevara y la editorial Ocean Sur, presentan hoy en el pabellón Cuba, en La Habana, el folleto Cartas de despedida, cuando se cumplen 52 años de que se hiciera pública la misiva del Che a Fidel.

«La Habana, Año de la Agricultura, Fidel, me recuerdo en esta hora de muchas cosas…». Era el 3 de octubre de 1965. El líder de la Revolución debió hacer pública la carta de despedida que le dejara el Che —quien estaba clandestino en la guerrilla congolesa—. Ernesto Guevara dejaba en Cuba lo más querido entre sus seres queridos, por ir a luchar a otras partes del mundo. En coherencia total con sus principios, no dejaba a su mujer y a sus hijos nada material, y renunciaba a todos sus cargos en la Dirección del Partido, a su puesto de Ministro, a su grado de Comandante.

No solo las frases de aquella misiva han quedado impregnadas en la memoria colectiva de la nación, sino también sus esencias, principios y convicciones. El Che sintió además la necesidad de despedirse de su familia, dejando cartas para que fuesen leídas después de su muerte. A sus padres, Ernesto y Celia, les advertía: «Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo». Por su parte, a sus cinco hijos los exhortaba a ser «siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo». También se despidió de la mujer amada, su única en el mundo. A ella prometió: «juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume».

El volumen comparte las últimas líneas que dedicara el Che a sus seres queridos, acompañadas de fotografías y facsimilares. Cartas de despedida contiene los últimos mensajes de un hombre que nos abraza con fervor revolucionario; no constituye un adiós, en todo caso, un hasta la victoria siempre.