Análitico

La judicialización llegó a Colombia

2 nov. 2018
Emir Sader

Hay un nuevo rol de los jueces latinoamericanos. De garantes del Estado de derecho  han pasado a ser agentes de expropiación de la soberanía popular, mediante procesos de judicialización de la política. Articulados con la acción de los medios para destruir las reputaciones públicas de los líderes de izquierda, rinden un servicio inestimable a la derecha latinoamericana.

 

Incapaz de comparar el gobierno de Lula con el de Temer, la derecha trató de acusar a Lula sin pruebas, condenarlo por convicciones, tomarlo preso sin presunción de inocencia, sacarlo sin razones de la disputa electoral en la cual era el favorito para volver a ser presidente de Brasil en primera vuelta, y cambiar radicalmente el destino político del país. Incapaz de comparar el gobierno de Cristina Kirchner con el de Mauricio Macri, la derecha trata de borrar de la memoria de los argentinos todo lo que el país ha avanzado en este siglo, para coleccionar acusaciones en contra de ella, buscando dañar su imagen pública, con procesos de todo orden, incluido en el de orientaciones de su gobierno. Incapaz de comparar el gobierno de Rafael Correa con   el de Lenin Moreno, busca descalificar la imagen del presidente más importante que el Ecuador ha tenido, con acusaciones absurdas, sin fundamento.

 

Lo esencial, para la derecha latinoamericana, que ha fracasado miserablemente con la insistencia en sus políticas neoliberales, frente a los gobiernos más exitosos de nuestra historia, encabezados por líderes como Lula, Cristina, Rafael Correa, entre otros, es tratar de descalificar sus imágenes, en la imposibilidad de ganar una disputa democrática, limpia, trasparente, comparando propuestas y, más que eso, con gobiernos concretos. Unos que han llevado a esos países a retomar el crecimiento económico, con inclusión social, con prestigio en el mundo. Otros, con recesión, desempleo, rebajando la imagen de esos países en el mundo.

 

Basta que surja algún líder que se oponga a su ideario neoliberal, para que la derecha saque del cajón su nueva estrategia, la de la guerra hibrida, para instalar regímenes de excepción, que limiten y deformen la expresión de la voluntad democrática del pueblo. Así nacieron gobiernos como los de Temer y ahora el de Bolsonaro, el de Macri, el de Lenin  Moreno, expresiones de la guerra hibrida, que es lo que el imperio y la derecha latinoamericana tienen que proponer.

 

En Colombia, después de las largas y sufridas negociaciones de paz, se dieron las nuevas elecciones presidenciales. La derecha, siempre comandada por Álvaro Uribe, lanzó su candidato, Iván Duque, que ya había coordinado la campaña de la derecha colombiana en contra de los acuerdos de paz. Salió como favorito, lideró en primera vuelta, pero tuvo que enfrentarse a un candidato de la izquierda, Gustavo Petro, que por primera vez puso un candidato en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales colombianas.

 

Petro había sido alcalde de Bogotá. Había sufrido procesos relacionados a formas de gestión de su gobierno, suspendidas por medidas cautelares, lo cual ha permitido a Petro tener su mandato de senador y principal líder de la oposición. Ahora, la Corte Constitucional trata de quitarle ese mandato, mostrando cómo la judicialización de la política se vuelve, también en Colombia, en un instrumento político fundamental de la derecha. Además de las acusaciones mentirosas y absurdas en contra de Petro, éste tuvo que enfrentarse también al monopolio de los medios, que están absolutamente en contra de él.

 

Petro ha reaccionado inmediatamente: “Quieren sacar de la vida política legal de Colombia al candidato que obtuvo 8 millones de votos y casi llega a presidente”.  Es un cambio de la doctrina tradicional de esa Corte con un objetivo netamente político. Se busca, dice Petro, no que salga del Senado, sino que no vuelva a ser candidato a la presidencia del país.

 

Petro se ve así incorporado al listado de líderes democráticos latinoamericanos, como Lula, Cristina Kirchner, Rafael Correa, que son criminalizados, y a los cuales se intenta excluir de la vida política no mediante disputas electorales, sino por la judicialización de la política, la criminalización de sus posiciones políticas, la condena sin pruebas en procesos manipulados políticamente.

 

Esa es la realidad más destacada de América Latina hoy. Una ofensiva de la estrategia de guerra hibrida del imperialismo, asumida por las derechas de cada país, apoyadas en las arbitrariedades de jueces y la campaña sórdida de los medios. Es una disputa fundamental para la democracia en el continente y para su futuro.

 

Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).


Tomado de Alainet

enviar twitter facebook