23 mar. 2020
Vivimos momentos extraordinarios. Desde nuestras ventanas y balcones salimos, cada atardecer, a aplaudir a quienes se están dejando la piel en el sistema sanitario para luchar contra el brote de COVID-19, también conocido como coronavirus. Y es que esta epidemia es, posiblemente, la más grave amenaza a la salud pública en décadas. Cientos de personas han muerto, y muchos más lo harán. Y con todo, es una crisis pequeña, si la comparamos con la del clima. El calentamiento global ya tiene efectos medibles sobre la salud, la seguridad alimentaria y las migraciones humanas.
Esta es la tercera entrega de ‘Radiografía de un planeta en crisis’, una serie en la que analizamos en profundidad la Declaración del Estado del Clima 2019 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Lea la primera entrega (los síntomas del cambio climático en España) aquí y la segunda (del océano a los polos) aquí.
SaludEl cambio climático es una emergencia de salud pública. Más lenta que la del coronavirus, pero no por ella menos grave. Los efectos del calentamiento de la atmósfera ya se traducen en enfermedades e incluso la muerte para cientos de miles de personas. Problemas de salud que afectan con mucha más intensidad a las personas más vulnerables. A las personas ancianas, a las pobres, a las precarias, a las mujeres.
Los impactos sobre la salud que recoge el informe de la OMM incluyen enfermedades y fallecimientos relacionados con el calor, las defunciones y lesiones asociadas con grandes tormentas e inundaciones y la expansión de enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos.
El calor que mataSi algo ha aprendido nuestro país desde que empezó este siglo es que el calor mata. En 2003, la ola de calor que asoló Europa acabó en España con cientos o miles de vidas, según la fuente que se consulte. Desde los 141 que cifró en su momento el Ministerio de Sanidad hasta los 13.000 establecidos, dos años después, por el Instituto Nacional de Estadística, el calor acaba, como el virus, con las personas más mayores y más débiles.
Sin embargo, desde entonces hemos reaccionado. Un cambio en los hábitos y las políticas de prevención y alerta permiten que hoy las olas de calor, a pesar de ser más intensas, maten mucho menos. La guardia, no obstante, debe seguir alta: para finales de siglo la mortalidad por calor podría multiplicarse por diez si no seguimos adaptándonos a unos fenómenos que cada vez serán más severos y frecuentes.
En otras partes del mundo, no obstante, el calor sigue siendo mortal. Algunas de las zonas más pobladas del mundo, como las grandes ciudades de Japón o India, están entre las que más sufren este tipo de fenómenos. Las consecuencias son todavía más graves en zonas urbanizadas, donde el efecto de isla de calor y las desigualdades sociales ponen a millones de personas en peligro. En 2018, se batió el récord de exposición a olas de calor de personas vulnerables de 65 años o más.
- Una ola de calor afectó a Japón a finales de julio y principios de agosto de 2019. Más de 100 personas murieron. El sistema de salud japonés se vio sobrepasado, con más de 18.000 ingresos adicionales.
- Europa sufrió dos olas de calor importantes. En junio, una afectó al suroeste del continente, incluyendo España, donde al menos cinco personas perdieron la vida. Sin embargo, la segunda, que aconteció a finales de julio, fue mucho más severa. En Holanda murieron 400 personas más de lo normal para una semana de verano, y en Inglaterra, 572.
- Durante el verano (junio-septiembre) de 2019, Francia registró más de 20.000 visitas a urgencias y 5.700 asistencias domiciliarias relacionadas con el calor. Sumando las dos olas de calor, casi 1.500 personas murieron en el país vecino. Francia es una nación especialmente vulnerable al calor, y sufrió especialmente las temperaturas extremas de 2003, con más víctimas mortales que en España.
Enfermedades infecciosasEl aumento de las temperaturas no solo afecta a la salud de forma directa. También favorece la expansión de las áreas en las que se dan brotes de enfermedades infecciosas transmitidas por parásitos como los mosquitos del género Aedes. Estos son los que transmiten el dengue, la fiebre amarilla, el zika o la chikunguña, entre otras. El informe de la OMM tan solo contempla la primera de esas dolencias, de la cual ya hubo, en 2019, casos autóctonos en nuestro país.
- En 2019, el mundo experimentó un “gran incremento” en los casos de dengue, comparado con el año anterior.
- En las Américas se detectaron más de 2.800.000 casos de dengue de los cuales alrededor de 1.250 resultaron fatales.
- Entre agosto y octubre, el 85% de los casos registrados sucedieron en Brasil, Filipinas, México, Nicaragua, Tailandia, Malasia y Colombia.
Seguridad alimentariaA principios de este año, uno de los impactos más aterradores de la crisis del clima alcanzó de lleno al Cuerno de África y a la zona oriental del continente. Desde Somalia a Tanzania, pasando por Sudán y Uganda, gigantescos enjambres de langostas asolaron cosechas en una zona del mundo en la que la sequía por un lado y las inundaciones por otro ya ponían contra las cuerdas a millones de personas, que vivían con la amenaza del hambre sobre sus cabezas. Una amenaza que, por desgracia, ya es una realidad.
La crisis del clima, no obstante, no es siempre tan explícita. La relación entre la inseguridad alimentaria y el aumento sostenido de las temperaturas globales toma muchas otras formas, a menudo menos identificables. El cambio en los patrones de precipitaciones ya han afectado a ecosistemas terrestres como bosques y praderas, así como a tierras agrícolas. La sequía y las inundaciones son las principales causas de hambre, pero también hay que tener en cuenta otras como el colapso de los caladeros de pesca o la degradación de los suelos. Junto a los conflictos y las crisis económicas, el cambio climático es el principal factor detrás del aumento de este problema a nivel global.
- Después de una década en declive, el número de personas con hambre volvió a aumentar en 2018, alcanzando los 820 millones de individuos. Una de cada nueve personas del mundo no come lo suficiente.
- La zona del mundo que más hambre sufre es África Subsahariana. Entre 2015 y 2018, el número de personas hambrientas en la región se incrementó en 23 millones.
- En 26 de 33 países con crisis alimentarias, los eventos climáticos o meteorológicos supusieron crisis o agravaron crisis ya existentes. En 12 de ellos fueron el factor principal.
- Entre 2006 y 2016, las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras supuso el 26% de las pérdidas causadas por desastres climáticos de escala mediana y grande.
- Dos terceras parte de la pérdida de cosechas se debió a inundaciones.
- El 90% de las pérdidas del sector ganadero se atribuye, no obstante, a sequías.
- En mayo, el gobierno de Namibia declaró el estado de emergencia por la sequía. En todo el sur de África, hasta 12,5 millones de personas se enfrentan a la falta de alimentos por este motivo.
- Zonas de Etiopía, Kenia, Somalia y Uganda se han visto afectadas por una larga sequía en 2018, seguida por inundaciones en 2019. Estas últimas afectaron a 3,4 millones de personas.
- El huracán Idai, uno de los mayores desastres jamás registrados en 2019, arrasó 780.000 hectáreas de cultivos en Mozambique, Malawi y Zimbabwe.
- En Sudán del Sur, más de 4,5 millones de personas están en situación de inseguridad alimentaria. Esta cifra es anterior a las inundaciones de agosto, que afectó a otras 900.000 personas.
- En Afganistán, 13,5 millones de personas están en situación de inseguridad alimentaria. Después de una intensa sequía registrada entre abril y octubre de 2018, en marzo de 2019 el país centroasiático sufrió las peores inundaciones en una década. Afectaron a 22 de las 34 provincias del país. El 80% de los suelos del país están degradados por las sucesivas sequías.
- Corea del Norte vivió su peor sequía desde 1917. Unas 10 millones de personas necesitan alimentos de manera inmediata.
- En 2019, la escasez de lluvias hizo que 50.000 familias perdieran hasta el 80% de sus cosechas de maíz en Guatemala y Honduras. En septiembre el gobierno de Honduras declaró el estado de emergencia por la pérdida de cosechas. Hasta 100.000 personas quedaron en situación de inseguridad alimentaria. En El Salvador se estima que 70.000 hogares no tienen un acceso adecuado a alimentos o agua.
Desplazamientos y migracionesEl hambre y los problemas de salud, junto a la violencia que muchas veces llevan asociada, acaban por hacer inhabitables algunas zonas. Otras veces es la violencia de un desastre natural la que hace que miles, cientos de miles, o incluso millones de personas, tengan que abandonar sus hogares. A veces, para siempre.
Las migraciones climáticas ya son una realidad innegable, y además una que afecta especialmente a las mujeres. La mayoría de estos desplazamientos son internos, aunque a veces también es transfronteriza: miles de personas han cruzado de Somalia a Etiopía en 2019 huyendo de la sequía y la violencia.
- Entre enero y junio de 2019 se registraron 6,7 millones de desplazamientos internos en varios países por el impacto de varios ciclones. Idai impactó en sudeste de África, Fani en el subcontinente indio y Dorian en el Caribe. Las cifras también incluyen migraciones internas como consecuencia de inundaciones en Irán, Filipinas y Etiopía.
- Aunque no hay cifras definitivas, se calcula que en todo el año hubo alrededor de 22 millones de migraciones internas en todo el mundo como consecuencia de eventos hidrometeorológicos, una subida de más de cuatro millones con respecto a 2018.
- Las tormentas y los huracanes son los desastres inmediatos que más desplazamientos humanos fuerzan.
- Asia y el Pacífico son las regiones más expuestas a los desastres (repentinos o lentos) que fuerzan migraciones.Les siguen América Latina, el Caribe y África.
También las personas refugiadas por motivos ajenos al clima se encuentran, a menudo, en zonas expuestas a las inclemencias del cambio climático. Por ejemplo, muchas personas de etnia Rohingya huyeron de Myanmar a Bangladesh, donde muchas están ahora refugiadas en la región de Kutupalong, afectada periódicamente por lluvias torrenciales, inundaciones y riadas. La precariedad de sus alojamientos hace que su situación sea aún más crítica de lo ya establecido.
- En la región del Lago Chad, la sequía y la deforestación han contribuido al incremento de la violencia de grupos sectarios. Esto, a su vez, ha supuesto el deplazamiento de millones de personas de sus hogares en Chad, Camerún, Nigeria y Níger
Tomado de La Marea climática