23 oct. 2019
El balance no podría ser peor: 13 muertos, decenas de heridos y más de 1 500 detenidos en Chile, expresión de la furia neoliberal que ha tenido escenarios similares en Brasil, Argentina y Ecuador.
Así transcurría este lunes en ciudades llenas de pueblo y donde los carabineros –como en época de la dictadura– lanzaban gases lacrimógenos, balas de goma y otros artefactos contra pacíficos manifestantes.
En tanto, el presidente Sebastián Piñera calificaba a sus conciudadanos como «banda de criminales» y, aunque cedía en cuanto al precio del pasaje del Metro, ni una palabra ha dicho de las demás medidas neoliberales que aplica en detrimento de la población más humilde y de los estudiantes.
Piñera, que preside un país de Sudamérica convulsionado por su accionar en la adopción de leyes en detrimento de los pueblos, al parecer no conoce el refrán popular de que «cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo».
De no ser así, cómo entender que solo dos días antes de que la intensidad de las actuales protestas lo llevara a invocar el estado de emergencia, declarara en entrevista con Radio Cooperativa que Chile era «un verdadero oasis en medio de una América Latina convulsionada».
La desesperación popular mostró a un Chile que nada tiene de oasis y que mucho de su actual derrotero lo vincula con esa pesadilla que fue la dictadura militar de Augusto Pinochet, cuyas cimientes no han sido arrancadas por ninguno de los llamados «gobiernos democráticos» posteriores a la misma.
Estas últimas protestas tuvieron el detonante cuando el Gobierno chileno subió el precio de los pasajes en Metro a 1,17 dólares el ticket, uno de los más caros de la región.
Un mar de pueblo afectado por tales medidas arremetió contra unas 78 estaciones de Metro y otros centros comerciales, mientras los carabineros acudían a reprimir.
La declaración del toque de queda no resultó impedimento para que continuaran las movilizaciones populares.
Había llegado la hora para que el llamado «oasis» chileno, de Sebastián Piñera, exhibiera su verdadero rostro y mostrara un panorama similar al de otros países vecinos cuyos gobernantes son exponentes de la más rancia política neoliberal.
No por casualidad estos gobiernos –de Chile, Brasil, Argentina– forman parte del llamado Grupo de Lima, ese apéndice de la desprestigiada oea que ni una palabra de condena ha expresado ante situaciones tan evidentes de violación de los derechos humanos.
A propósito, tampoco la señora Michelle Bachellet, expresidenta chilena y actual responsable del Comité de Derechos Humanos de la onu, se pronunció desde su doble condición de chilena y defensora –se supone– de los derechos humanos, cuando comenzó la embestida brutal de los carabineros contra el pueblo. Este lunes hizo una declaración llamando a la cordura, igualando a los que protestan y a los que reprimen.
Tomado de Granma