27 oct. 2017
El Comandante Camilo Cienfuegos hubiera cumplido 85 años este seis de febrero de 2017. Pero al Señor de la Vanguardia los cubanos lo aman y recuerdan con la estampa radiante y joven que tenía en el momento de su desaparición física, el 28 de octubre de 1959, cuando perdió la vida en un accidente de aviación durante el cumplimiento de una misión.
A pocos días de la histórica batalla de Yaguajay, en el centro de la Isla, donde se lució como estratega al frente de su columna guerrillera invasora y se ganó definitivamente el título de Héroe, con mayúsculas, todo el pueblo de Cuba conoció al carismático y corajudo cubano, tras su llegada a La Habana, para preparar junto al Che la entrada de la Caravana de la Libertad.
Enseguida el pueblo vio que se trataba de un representante genuino de esta tierra, pero con condiciones y virtudes acrisoladas. Nació en 1932 en la barriada de Lawton, La Habana. Era hijo de una humilde familia de emigrantes españoles, muy influyente en la forja de sus valores y tempranos ideales de justicia social.
Desde la adolescencia participó en protestas populares contra el aumento del costo de la vida, y en 1954 se incorpora a la lucha contra la dictadura de Batista. Fichado por los órganos represivos, se ve obligado a salir del país.
Por razones económicas, además, viaja a Estados Unidos a los 21 años, de donde es deportado. A su regreso a la Isla se vincula al movimiento revolucionario estudiantil. Cae preso y es torturado, por lo que elige nuevamente el exilio.
Durante una estancia breve en Nueva York, conoce de los planes de Fidel Castro en México, dedicado a la organización de una expedición libertaria a Cuba.
Ya en la capital mexicana, en septiembre de 1956 contacta al movimiento 26 de julio liderado por Fidel y se enrola en la tripulación del yate Granma, la que finalmente saldría del puerto de Tuxpan con 82 futuros combatientes dispuestos a vencer o morir por la independencia de la patria.
El desembarco azaroso por Las Coloradas el dos de diciembre, el bautizo de fuego de Alegría de Pío, confirmaron su decisión de ser fiel a la causa hasta el final.
Ya reorganizada la exigua tropa, Camilo se destacó en el cumplimiento de múltiples misiones armadas al mando de Fidel, Almeida y el Che.
El 16 de abril de 1958 por su coraje y valentía, su capacidad de estrategia y organización ganó los grados de Comandante del Ejército Rebelde que operaba ya como una realidad irreversible en las montañas de la Sierrra maestra.
Promovido a jefe de la Columna dos Antonio Maceo, realiza exitosas misiones en los llanos del Cauto, fuera del territorio de la cadena montañosa.
Por el impacto y efectividad de sus misiones, la tiranía se sintió herida en sus flancos y desató una ofensiva contra las fuerzas combatientes. Esto no hizo más que radicalizar la conciencia patriótica nacional y creció el apoyo popular, sobre de todo de valiosos jóvenes del campo y la ciudad, al movimiento revolucionario.
Por lo tanto, el jefe rebelde retorna a las cercanías del mando, que ya trazaba la mejor respuesta a las fuerzas del dictador Fulgencio Batista.
Es así que las fuerzas revolucionarias pasan a la ofensiva final y el 18 de agosto el Comandante en Jefe ordena la ejecución de la invasión de Oriente a Occidente, tal como lo hicieron las huestes mambisas en la última guerra de independencia.
Camilo iría al frente de su Columna dos Antonio Maceo, mientras el Che Guevara encabezaba la Columna ocho Ciro Redondo.
El héroe de la sonrisa franca y el sombrero alón combatió entre octubre y diciembre de 1958 en zonas tan apartadas y desconocidas hasta entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta —en dos ocasiones—, General Carrillo, Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay, en cuyo cuartel y otras dependencias se habían hecho fuerte las tropas enemigas.
Tras nueve días de batalla, el sitio de Yaguajay culminó con el triunfo rebelde. Esta victoria coincidió con la toma de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con la fuga del tirano Fulgencio Batista, el 31 de diciembre de ese año.
En esa campaña Camilo confirmó sus cualidades de Señor de la Vanguardia y la batalla de Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas, centro del país, lo catapultó como héroe y estratega brillante en el combate, junto a su aguerrida tropa. Esta última, al igual que la batalla de Guisa, dirigida en la Sierra por Fidel, y la de Santa Clara, por el Che, fueron decisivas en la victoria del Ejército Rebelde.
Tras la huída de Batista y de conocerse los intentos de un gobierno nuevamente proyanqui, Camilo recibió la orden de marchar con rapidez hacia La Habana. Allí tomó el Estado mayor de la tiranía: el Cuartel de Columbia.
A la entrada de la Caravana de la Libertad, el ocho de enero en la capital, encabezada por Fidel, Camilo era uno de los Comandantes que lo esperaban , al igual que el Che y Almeida. Durante su discurso en horas de la noche, el líder de la revolución demostró la confianza depositada en él con hermosas y sencillas palabras, grabadas por siempre en las mentes de los cubanos.
Fue un año de intenso trabajo y ejecutoria de los jóvenes dirigentes de la naciente Revolución que desde muy temprano empezó a cumplir su vocación de igualdad, justicia social y soberanía nacional.
La muerte de Camilo en un desastre aéreo sobre el mar, pocas horas después de haber enfrentado y conjurado con fidelidad y valentía un hecho de alta traición, consternó al pueblo cubano, quien había empezado a amarlo profundamente desde los primeros días en que lo conoció.
El pueblo siempre conoció bien a Camilo, al igual que su Comandante en Jefe, y lo acogió en su seno como uno de sus mejores hijos. Vio al cubano reyoyo y también al crisol de los ideales más puros de la juventud: coraje, honestidad, solidaridad, alegría de vivir, patriotismo, humanismo y fidelidad, que siempre tuvo entre otras tantas virtudes.