Nadie imaginó que, entre sacos de arroz, leche en polvo y azúcar podría estar el origen de una celebridad. No es que fuera imposible, pero Rosa Calaña no lo planificó. Quién le iba a decir a ella que, además de corretear por toda la bodega, saltar por encima de los costales, y comer pan embarrado con aceite, la pequeña Yuliet armaría allí su primera imagen literaria. Fue culpa de la sal, que a la niña le parecía tan brillante, tan atractiva… Y una vez, mientras conversaba con una de las compañeras de su madre, le describió al cloruro de sodio como las «piedrecitas brillantes que saben a lágrimas». Desde entonces todo pareció definido: lo suyo eran las letras.
«Crecí en esa bodega» —asegura ella y cuenta que, cuando aún no levantaba ni un metro del piso, ya tenía conquistado a medio pueblo. La gente no podía contenerse al verla, toda graciosa y parlanchina: antes de marcharse con los bolsos cargados de «mandados», le apretujaban animosamente los cachetes a la niña con cara de manzanita, que no dejaba hablar a nadie con sus ocurrencias.
«Antes, con solo tres años, sin saber leer, cogía cualquier escrito e inventaba historias alucinantes y los vecinos del barrio venían a oírlas. Quería saberlo todo. Después, en la escuela, era demasiado hiperactiva y también muy integrada a matutinos, concursos, cargos en el destacamento, en el colectivo y en cuanto apareciera» —lo dice y nadie lo duda. Yuliet Pérez Calaña, la periodista que ubica el goce de la sexualidad (sobre todo de la femenina) y el humor cubano como trending topics de la red social Facebook, no puede ser sino una persona desinhibida y despojada de tabúes.
Las razones para ese carácter moldeado por la jarana y la sonrisa —porque ella sí que «no desayuna con vinagre»— están en aquellos primeros años de su vida en Santa Fe, poblado del municipio especial Isla de la Juventud.
«Mi infancia y adolescencia fueron plenas, felices. Mucho de lo que soy como ser humano se lo debo a esos años. Me recuerdo siempre rodeada de libros, dibujos, árboles, animales y muchos afectos, a pesar de un padre ausente desde los cinco meses de nacida».
¿Qué te cautivó del periodismo como para optar por la carrera?
Soy de Santa Fe, la cuna del sucu suco, y vecina de Mongo Rives, el principal cultor de este género musical autóctono. Cuando estaba en la escuela primaria me vinculé a unos talleres de repentismo que él impartía y ahí descubrí la fuerza y la belleza de la palabra, la riqueza del lenguaje y cuánto me gustaba usarlo para generar emociones en mí y en los demás.
En cierto momento me desanimé de los talleres porque Mongo siempre le daba a cantar lo que yo escribía a otros niños, y no fui más. Pasado un tiempo, él fue a buscarme a la casa y le dijo a mi mamá que tenía que volver, que cantante no iba a ser nunca, pero periodista o escritora sí. Mi mamá, desde ese día, orientó mi vocación profesional hacia ahí, asesorada por Pedro Blanco, un amigo periodista que tenía mi familia.
Tomando como partida tu experiencia durante la época universitaria, ¿cuánto influye lo inspiradores y motivadores que puedan ser los medios locales para que los jóvenes regresen a su tierra luego de obtener el título?
Durante la carrera, mientras la mayoría de los muchachos de otras provincias luchaban por quedarse haciendo sus prácticas docentes en La Habana, hice todas las mías en la Isla porque era un tiempo que aprovechaba para estar en casa: soy muy familiar. En los tres medios de aquí me dieron la oportunidad de integrarme como una periodista más e hice lazos de amistad con todos mis actuales compañeros. Eso me marcó muchísimo y fue, unido al amor que siento por la Isla, uno de los principales motivos para regresar.
Agradezco infinitamente que me hayan ubicado en Islavisión, aunque al principio me disgustó porque no era mi medio favorito: prefería —y prefiero— la prensa plana. Desde el inicio me dieron luz verde para realizarme, porque es un lugar donde se apoya y se les da muchas oportunidades a los jóvenes. Eso aminoró bastante el abismo insalvable que a veces separa a la Academia de lo que encontramos en las redacciones. Vivo orgullosa de mi canal pequeñito, donde he crecido mucho en lo profesional y en lo personal.
¿Qué tiene la Isla que no encuentras en otro lugar? ¿De verdad nunca te has sentido presa entre tanta agua?
En la Isla está mi familia, que es mi todo. Como si fuera poco, tiene también los atardeceres más lindos del mundo, el helado más rico de Cuba, una zona sur paradisíaca, un ritmo contagioso que se llama sucu suco, que pone a bailar al más pinto de la paloma, y un pueblito macondiano llamado Santa Fe, donde vivo yo, que se hizo famoso alguna vez por sus manantiales de aguas mineromedicinales, los cuales están hoy desatendidos y en el olvido.
Claro que, más de una vez, me he sentido asfixiada e impotente en esta especie de cárcel de agua y aire, sobre todo cuando, con pasajes de ida y vuelta para algún turno médico o algo importante, llega un mal tiempo y provoca que suspendan los barcos o los aviones. Ahí se te arruinan los planes. Pero ser una criatura de isla te dota de una resiliencia especial.
¿Cuándo y por qué tus crónicas de guaguas mutaron a lo que es hoy la súper seguida página de Facebook La Yuli de Cuba?
Hace un año y cinco meses aproximadamente nació la Yuli de Cuba, que ya está cercana a los 9 000 seguidores. La creé porque mi círculo de lectores había crecido mucho y este formato de fanspage te facilita una segmentación de público buenísima y te dota de una gran cantidad de estadísticas acerca de tu audiencia que puedes aprovechar para orientar y posicionar mejor los contenidos.
La Yuli de Cuba es, posiblemente, el espacio de debate, desmitificación y aprendizaje sobre la sexualidad más empático, respetuoso de la diversidad y divertido que podamos encontrar ahora mismo en el país. ¿Sobre qué bases teóricas has ido diseñando y rediseñando tu página?
La vida es más linda, divertida y sabrosa cuando vas al Coppelia y hay todos los sabores, y cada quien puede comerse lo que necesite y quiera, de la forma que quiera y en las cantidades que quiera, en tanto eso no dificulte el derecho del otro de hacer lo mismo. Ese es el espíritu de la página, el de sentarnos con nuestras diferencias en esa mesa de Coppelia a dialogar en armonía sobre sexualidad o cualquier otro tema, sin tapujos, con el concurso de todas las voces, construyendo conocimiento colectivo, casi siempre desde el humor, pero sobre la base del respeto, no importa cuán desenfadados sean los textos.
No tengo aspiraciones de convertirme en influencer, ni de vivir de lo que publico en la red. Lo hago, básicamente, para que mis contenidos tengan mayor alcance y por la retroalimentación casi momentánea que recibo de los lectores. Lo hago para divertirme, para complementar mi trabajo periodístico en un medio tradicional como es la televisión, para colar contenidos que no caben ahí o, al menos, no de la forma que me gusta hacerlo a mí; pero, como dice mi mamá, «si vas a hacer algo, hazlo bien». Así que le pongo bastante empeño.
Estudio muchísimo y trato de estar actualizada con las últimas bibliografías disponibles acerca del entorno digital. En este sentido, me es muy útil el arsenal cognitivo que brinda La Penúltima Casa, el primer blog de Comunicación Digital en Cuba. Uso las estadísticas que me ofrece la página para posicionar mejor los contenidos, trato de mantener una visualidad atractiva y refrescante y de sacarle provecho a los trending topics del momento.
¿Te lo tomas en serio? ¿Cuánto del día te ocupa?
La Yuli de Cuba es parte de mi rutina de trabajo diaria y soy muy seria para mi trabajo. Por lo general, la actualizo tres veces al día, teniendo en cuenta los horarios de mayor audiencia. El plato fuerte de la página son mis crónicas de la cotidianidad cubana, solo que escribir tres textos diarios con calidad y desde el humor no es nada fácil; así que acudo también a otro tipo de publicaciones a las cuales llamo «comodines». Estos pueden ser los memes o las interacciones, una especie de juegos de participación que me permiten conectar con mi audiencia y que, a la vez, conecten entre ellos, en lo que gano tiempo para escribir la crónica del día siguiente.
¿No te preocupa que te puedan encasillar en el tema de lo sexual-sensual, en detrimento de otros temas de la realidad cubana actual?
No creo ser una persona fácil de encasillar. Estos que mencionas son solo algunos de los tópicos recurrentes en mi narrativa en las redes. Lo que sucede es que, por la osadía en su abordaje o lo raro que resulta en Cuba que se haga desde el periodismo, he logrado posicionarme en la mente de mis lectores con ellos; pero la mayor cantidad y diversidad de contenidos que produzco no son online, sino para Islavisión. Como es un canal de alcance comunitario tiene menos audiencia que las redes sociales; pero es ahí donde abordo todas las temáticas que se precisen, me inquieten y demande la agenda pública, incluidos los temas de actualidad nacional.
¿Te interesa abordar y reflexionar sobre otros aspectos (digamos, económicos, sociales…) desde una postura más tradicional, o es algo que consideras esquemático y necesitado de este otro lenguaje más cercano a la gente?
Como profesional ningún tema me es ajeno. Creo que hay tantos estilos como periodistas y todos son válidos, siempre y cuando se haga buen periodismo. Cuando uno investiga y llega a la raíz de las problemáticas, contrasta los datos, le da voz a todos los implicados, pone los hechos en contexto sin perder de vista los antecedentes, se nota la solidez del trabajo, lo redactes como lo redactes. Claro que, si además de eso lo haces de forma original, atractiva, rompedora, tiene mayor impacto. Para mí ser original, potabilizar cualquier temática hasta hacerla cercana a la gente y buscar las historias humanas detrás de cualquier conflicto, por muy macro que sea, es una premisa fundamental.
¿Cuánto de humor y del uso del doble sentido —en definitiva, esencias de lo cubano— consideras que le falta a la prensa cubana actual?
Muchísimo. Hay que retomar el estilo, los modos de hacer y de decir de esos monstruos del periodismo cubano que nos hacían reflexionar desde el humor. A veces nos envuelve una grisura y un encartonamiento en nuestros reportes que solo logran que la gente apague el televisor. En ocasiones da la sensación de que, para abordar determinados temas o dar cobertura a ciertos eventos—muchos de ellos que ocurren cada año— tenemos plantillas a las que solo le cambiamos la fecha y los nombres de quienes estuvieron presentes. Hay que darle agua al dominó en ese sentido. Claro, esto del humorismo no es un estilo que todos pueden adoptar, pero lo considero muy útil para quien pueda hacerlo bien. Y tampoco lo creo mejor ni peor que otros, solo uno más.
¿Has sufrido acoso de cualquier tipo o censura a causa de los temas que abordas en La Yuli de Cuba?
A algunos les cuesta admitirlo, porque es como un mazazo a esa representación bien arraigada del cubano de ser buen amante y persona desinhibida; pero lo cierto es que, al menos desde mi experiencia, somos un país muy mojigato aún y nuestros medios también lo son, sobre todo en el tratamiento de temas como la sexualidad femenina.
Recuerdo que cuando publiqué en la web de Islavisión mi comentario «Tengo un clítoris y no dudaré en usarlo», muchas personas dejaron de seguirme y otras tildaron de loco a mi director de aquel entonces por permitirme publicar «tal falta de respeto»; sin embargo, fueron muchos más los que lo consideraron un texto necesario, lo acogieron con interés y cariño, y lo compartieron hasta hacerlo viral. Es el texto de mayor impacto en la historia del sitio de Islavisión en Internet.
La buena noticia es que mi compromiso con el abordaje de estas temáticas del universo sexual femenino y la sistematicidad con que lo hago ya están dando frutos: audiencias en un inicio reacias que comienzan a normalizarlas e incluso a demandarlas y a generar debates serios y productivos al respecto.
Sí he sido en ocasiones víctima de acoso por parte de algunos fundamentalistas, sobre todo de acoso sexual. Esa es una práctica que está muy normalizada en Cuba, en cualquier sitio y a plena luz del día. Lo peor es que se parapeta, no pocas veces, con la idiosincrasia del cubano. Imaginen lo duro que es en la red, donde pueden inventarse hasta identidades falsas y no saber tú de dónde viene exactamente el acoso.
En todos los casos he denunciado. Dejar pasar la violencia de género, aunque sea en sus formas más sutiles, para mí no es una opción, y no debería serlo para nadie, no importa si viene de familiares, amigos o personas que se ha admirado toda la vida, como me ha pasado. Todas las mujeres víctimas de acoso que denuncien sepan que siempre les voy a creer y seré su aliada en cualquier circunstancia, por peligrosa que sea.
¿Cómo asumes tú la diversidad y la inclusión desde tu página y desde tu periodismo?
La Yuli de Cuba, dice un amigo, nació a mi imagen y semejanza: pintoresca y plural, con espacio para todas las voces, justo como quisiera que fuera Cuba. En ella convergen, y esto es mencionándoles por arriba: intelectuales y obreros, jóvenes y adultos mayores, gente de izquierda, de derecha y de centro, débiles visuales, cristianos, transformistas, musulmanes, veganos, animalistas, personas de todas las razas, las orientaciones y preferencias sexuales, gente a la que le gusta la pizza con piña y gente a la que no.
El niño lindo de La Yuli de Cuba, por ejemplo, se llama Sebastián y es un joven canadiense de 28 años con Síndrome de Down que se ha ganado el corazón de toda la comunidad y, de paso, de casi todos nuestros retos, por su tremendo carisma y talento para la música, el baile y la imitación.
En los inicios muchos hombres se sentían incómodos —y me lo hacían saber— por el enfoque feminista que le daba a la mayoría de los textos. Algunos pensaban que las feministas odiábamos a los hombres. Ellos hoy ya saben que no es así, que el feminismo no es lo contrario del machismo, que no existe un solo feminismo, que la lucha no es de géneros, que nuestra batalla es también por ellos, para ayudarlos a deshacerse de masculinidades tóxicas que tienen consecuencias nefastas para sus vidas.
Allí no hay tema que quede libre de abordaje, siempre desde el respeto. Es una especie de relajo con orden donde me siento muy cómoda siendo moderadora y tengo un gran compromiso con que todos nos sintamos así; por tanto, la exclusión de cualquier tipo o el bullying no tienen cabida.
Ciertamente, cuando escribes para un gran número de personas corres el riesgo de que haya a quienes no les guste. Ya sabemos la cantidad de factores que median los procesos de recepción, pero que sea por una cuestión de gusto personal y no porque los irrespetes o los margines.
Por otro lado, cuando voy a publicar algo no me autocensuro pensando en si puede gustarle a alguien o no: tampoco hay que seguirle el juego a un tipo de haters a los cuales llamo «clitorianos», porque son más sensibles que el órgano femenino y sus 8 000 terminaciones nerviosas, y por tanto rechazan todo lo que vaya en contra de su moralidad.
¿Esas crónicas de La Yuli se han publicado en la prensa oficial, en algún espacio fijo?
Las crónicas que escribo para mis perfiles en Facebook siempre nacen sin otro compromiso que no sea mis redes. Ha sido la estrategia para no autocensurarme, para ser auténtica, osada, libre. No siento que escribo igual cuando lo hago para estos espacios que cuando lo hago para un medio específico. Creo que tiene que ver con la cantidad de factores externos que están incidiendo hoy en las agendas y políticas editoriales de nuestros medios y uno se va condicionando.
Varias publicaciones como Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate o el Caimán Barbudo, e incluso algunos periódicos provinciales —me encantan estos— han tomado las crónicas de mi perfil y las han publicado, algo que me place muchísimo.
Pero tu labor profesional no se circunscribe a la Yuli de Cuba. ¿Cuánto has crecido, en cuanto a la preparación especializada, desde que comenzaste en el periodismo deportivo hasta ahora?
Cuando me vinculé laboralmente a Islavisión, en 2010, no había en el Departamento Informativo nadie fijo que hiciera los deportes y a mí me encantan los retos, así que lo asumí.
En ese momento solo conocía de la temática lo que sabe una aficionada media, y un poquito más de pelota porque siempre ha sido una de mis pasiones. Me costó mucho estudio, roce con comentaristas, narradores, atletas, entrenadores, árbitros y otros protagonistas; además de muchas horas en el Cristóbal Labra y otras instalaciones deportivas, viviendo en detalles las competiciones, para llegar a tener un conocimiento, al menos básico, de casi todas las disciplinas que se practican en Cuba y lograr especializarme en las más importantes. Mi novio de entonces se dedicaba a lo mismo en el periódico Victoria y su apoyo, ayuda y asesoramiento fueron vitales para mí.
En una entrevista aseguraste que no escapaste a la subestimación de atletas y colegas del gremio deportivo. ¿Cómo se manifestó esa subestimación y cuál fue tu respuesta ante ese tipo de actitudes?
En los inicios abundaban criterios entre amigos, familiares, colegas y hasta atletas como: «las mujeres no son buenas en eso», «dedícate a cosas más femeninas como la cultura», «a ti lo que te gustan son los peloteros y no la pelota», «te van a decir marimacha», y por el estilo.
A veces no decían nada, pero encontraba con frecuencia en sus rostros algún gesto de reproche y hasta de burla. Nada de eso me importó. Julita Osendi fue mi inspiración, mi bandera, la llave que me abrió muchas puertas, mi madrina y mi amiga. Cuando tienes mujeres así al lado nada parece imposible.
La mejor manera de decir que «las mujeres sí podemos» fue y es hacer mi trabajo cada día lo mejor que sé. Actualmente mis colegas hombres me respetan y apoyan muchísimo. Es algo que agradezco y devuelvo.
¿Cómo te reinventas tú, desde lo profesional y lo personal?
Ser mujer es mi mayor placer: descubrirme, gozarme, aceptarme, amarme, transformarme. Buscar inspiración en tantas féminas valerosas que existieron y existen, y hacer mías todas las luchas justas de mis hermanas, es un compromiso por el cual levantarme con energías renovadas cada día.
Vivo de lo que escribo, pero también vivo porque escribo. De ninguna manera me reinvento más que contando lo que me rodea, dándoles voz a otros a través de mis letras y construyendo relatos que funden hasta hacer indivisibles quién soy y quién quiero ser, dónde habito y dónde quiero habitar.
Desde el punto de vista profesional para mí la originalidad es una premisa. ¿Cómo pudiera contar esto distinto a como lo han contado ya? Es mi primera pregunta siempre antes de empezar a montar cualquier pieza periodística. O lo que es mejor, encontrar historias que nadie haya contado antes.
¿Hay algo que has querido hacer en cuanto al periodismo que tengas pendiente, como pinchando a cada rato para que no se te olvide?
Le debo unos cuantos documentales a la Isla, este lugar con tantas historias sorprendentes que van desde las de corsarios y piratas hasta las de los manantiales mineromedicinales del poblado donde vivo; que llegó a ser uno de los balnearios más importantes del continente, y lamentablemente hoy nada de eso existe. Además, el documental es un género televisivo que me encanta y en el cual he incursionado poco.
¿Cuál es la verdadera, la más transparente y desinhibida: la Yuli de Cuba o Yuliet Pérez Calaña?
Soy siempre la misma persona, más o menos performática según las circunstancias; pero mi esencia como ser humano, mujer, cubana y periodista está latiendo en cada uno de mis posts. Si tengo que escoger, te diría que la Yuliet Calaña (como la conocen en Islavisión), más cercana a mis coterráneos, sus necesidades y anhelos, que valora más poder serles útil, que un puñado de likes en las redes que solo tributen a mi ego.
También hay una Yuliet muy transparente: la que se levanta a las dos de la madrugada porque tiene una historia atorada que no la deja dormir y comienza a escribirla. Frente a la cuartilla por llenar, renazco cada vez.
Si te dieran a elegir: conexión «a full» para seguir publicando cuanta cosa se te ocurra, un boleto de avión para el destino que elijas, la solución para los problemas del transporte en la Isla, y un plato de croquetas acabaditas de sacar de la sartén, ¿con cuál te quedas?
La Isla no compite con nada; por tanto, poder resolverle cualquiera de sus problemas —y más el del transporte— me daría mucha satisfacción: escojo ese. Por otro lado, me cuesta ver a la Isla divorciada del archipiélago, así que, ya que estamos pidiendo, pido prosperidad para Cuba y así resuelvo todo lo demás: conexión, viajar, transporte y croquetas. Ya lo dijo Martí, que para ser dichoso hay que ser bueno, pero para ser bueno se necesita ser próspero; aunque esta última sea la parte de la frase menos citada.
*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021).
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