Proposiciones

Volviendo la mirada a Alexandra Kollontai

23 may. 2023
Por

Por Anna Margoliner

En 1921, durante el período entre las dos guerras, una reconocida militante comunista impartió 14 conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado a las estudiantes acerca de sus experiencias académicas y teóricas sobre el papel de la mujer en la Revolución Bolchevique y, en general, dentro de la sociedad desde una perspectiva marxista.

Alexandra Kollontai, nacida como Alexandra Mikhailova Domontovich, en la ciudad de San Petersburgo hacia el año 1872, se convirtió en la primera mujer que dirigió un ministerio en el gobierno de una nación y también se destacó por su trabajo en pro de los derechos y las libertades de las mujeres, partiendo desde una perspectiva feminista que no pertenecía al ideal establecido del orden que daba el sistema capitalista, sino comprendiendo cómo la mujer debía actuar entendiendo la lucha de clases como parte de la emancipación femenina.

Las olas del feminismo

Aunque posterior a la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, fuera publicada por Olympe de Gouges la declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, la lucha feminista estaba aún dando sus primeros pasos en la nueva configuración política y económica que se consolidaría a lo largo del siglo XIX.

Esto conllevó a nuevas formas de explotación incluyendo al papel que las mujeres desempeñaban en la nueva sociedad industrializada, donde no solamente eran oprimidas, en muchos casos como obreras, sino también como amas de casa. En ese sentido, la mujer del obrero era doblemente explotada. Así, se empezaron a consolidar movimientos que defendían a la mujer, teniendo en cuenta la desigualdad histórica que siempre había recaído sobre el mal llamando “sexo débil”.

Por lo tanto, muchos de ellos buscaron en primer lugar la adhesión de la mujer al sistema, para que les permitiera acceder a los derechos que tenían los hombres como ciudadanos, tales como la educación o el ejercicio de la democracia.

Históricamente, las mujeres empezaron una lucha por la igualdad con respecto al hombre, que evolucionó durante el siglo XX a partir de las coyunturas históricas que ocurrieron en adelante, tales como la Revolución Rusa, las dos guerras mundiales, por ejemplo, que les permitieron demandar reivindicaciones y consolidar teorías acordes a su lucha.

Es por esa razón que el feminismo ha sido periodizado en varias olas, de acuerdo a la evolución del pensamiento y los logros alcanzados. A grandes rasgos la primera ola estaría ubicada desde el período de la Ilustración (siglo XVII) hasta la Revolución Industrial y la consolidación del capitalismo (siglo XIX).

La segunda ola se propone, según Melissa Fernández Chagoya profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, entre 1950 y 1980, momento en el cual se cuestiona el papel de la mujer en la familia y en el trabajo, ligado al logro de los derechos sexuales y reproductivos, entrando allí el debate sobre la relación pública-privada de las dinámicas sobre las mujeres. Aparecen allí, tres tendencias: el feminismo liberal, el radical y de la diferencia.

La tercera ola se destaca por la comprensión de las mujeres en su totalidad, intentando abarcar los diferentes aspectos que las condicionaban, tales como la raza, clase, sexualidad, género, nacionalidad, entre otros; básicos para la profundización de lo que se ha construido como mujer, logrando comprender los mecanismos de opresión que obstaculizan la igualdad.

En ese sentido la cuarta ola tendría el desafío de responder las cuestiones que quedaran planteadas a partir de la profundización teórica que dejó la tercera, además de buscar escenarios que faciliten una mirada desde la interseccionalidad en términos feministas, para lograr el objetivo inicial de todo este proceso de reivindicaciones y luchas.

Feminismo y marxismo

En ese sentido, el papel de Alexandra Kollontai destaca al ser una de las primeras mujeres en direccionar el feminismo hacia una perspectiva que iba más allá de lograr igualdad, buscando una transformación radical de la sociedad sin dejar de lado la opresión histórica de la mujer.

El feminismo socialista, que tiene en Flora Tristán una de sus máximas exponentes, evidenció la necesidad de un cambio que incluyera el sexo dentro de la agenda social, podría decirse que también inició con el planteamiento del debate del papel de la mujer dentro de las luchas sociales que estaban tomando fuerza en la clase obrera alrededor del mundo.

La tendencia marxista del feminismo ofrece una explicación novedosa con respecto del origen de la opresión de las mujeres, teniendo en cuenta su posición económica y sexual dentro de las dinámicas capitalistas y la evolución que había tenido la opresión hacia las mujeres a lo largo del tiempo.

Kollontai no solamente expone, a través de esta serie de conferencias, la transición histórica de la mujer desde la esclavitud hasta la revolución, la conciencia de la lucha de clases, la guerra y la dictadura del proletariado, sino también plantea por primera vez el desarrollo histórico de la sociedad desde la perspectiva de género. Su vida misma es un ejemplo de emancipación femenina, al abandonar su familia para casarse con el hombre que ella deseaba y posteriormente poner en primer lugar sus estudios y vida académica sobre el rol prestablecido de la mujer que se debe mantener en el hogar.

Mujer comunista

Como teórica marxista y revolucionaria, planteó la importancia que tiene para la consolidación comunista una organización específica para la mujer en los partidos obreros, participa activamente en la conformación de la URSS, desde su votación como miembro del Comité Central del Partido a favor de la insurrección y toma del Palacio de Invierno, siendo además una de las organizadoras del Primer Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras en 1918, donde surgió el Zhenotdel (departamento de la mujer) y junto con él, la revista Kommuniska (Mujer Comunista) siendo parte de su consejo editorial.

Acerca de El movimiento de las feministas y la importancia de las trabajadoras en la lucha de clases, Alexandra plantea que, “no existe ningún problema de la mujer especial. La fuerza de la sociedad burguesa que oprime a la mujer es una parte de la gran contradicción social entre el capital y el trabajo. La contradicción entre su participación en la producción, por un lado, y su general carencia de derechos, por el otro, condujo al nacimiento de un fenómeno hasta entonces completamente desconocido: la aparición de un movimiento femenino”.

Pero desde el principio ese movimiento se divide en dos direcciones diametralmente opuestas entre sí: una fracción se organiza bajo las banderas del movimiento femenino burgués, mientras la otra fracción es parte del movimiento obrero.

En el siglo XIX el movimiento femenino burgués se separó del movimiento político de los varones burgueses y fue solo una imagen refleja de las capas sociales más próximas al mismo. Creció repentinamente y creó en todas las ciudades occidentales y asiáticas una fuerte red de organizaciones femeninas. Su principal objetivo era el reconocimiento de la igualdad de los derechos de la mujer y del hombre en todos los campos”.

Kollontai destacó de esta forma la diferencia de las bases teóricas en la lucha feminista que para aquel entonces e incluso ahora, marcan la necesidad de la conciencia de clase dentro del feminismo para comprender los diversos tipos de opresión a que se ven sometidas las mujeres y, así, consolidad una lucha que realmente defina la construcción de una sociedad equitativa para todas.

 

Tomado de: Semanario La Voz

 

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