Durante el proceso de las elecciones presidenciales en Estados Unidos se elaboran múltiples documentos con diferentes propósitos políticos. En el contexto de las Convenciones Partidistas, se divulgan las posiciones consensuadas de ambos partidos en las denominadas plataformas. Hace apenas una semana, trascendió el borrador de la Plataforma del Partido Demócrata 2020 que consta de 80 páginas. El texto es el resultado de un intenso debate y, en esencia, refleja el consenso político alcanzado por los sectores más influyentes dentro de ese partido.
Después que Bernie Sanders decidió abandonar las primarias demócratas y Biden se convirtió en la práctica en el candidato presidencial, comenzó el proceso de debate interno entre el sector progresista o defensores del socialismo democrático y los llamados moderados que representan los intereses del grupo que controla políticamente el Partido Demócrata. Ambos sectores tienen posiciones contrapuestas en múltiples temas de política interna y exterior, pero en esta ocasión tenían un objetivo común que era más fuerte que cualquier diferencia: derrotar a Donald Trump. Este propósito fue acogido con tanto entusiasmo y convicción que se crearon las condiciones para forjar una alianza estratégica entre progresistas y moderados.
A partir de este momento, se crearon varios grupos de trabajo enfocados en temas de política interna como: la economía, la salud pública, la educación, la inmigración, la reforma policial y el cambio climático. Su misión fundamental fue construir un consenso sobre estos asuntos, lo que se reflejaría en la plataforma del Partido. Por lo tanto, el documento se centra en las prioridades fundamentales de la nación estadounidense y por esa razón le dedica 60 páginas. Los asuntos vinculados a la política exterior se limitan a 20 cuartillas.
No obstante, el segmento dedicado a la proyección externa refleja un cambio significativo en la manera que el Partido Demócrata considera que Estados Unidos debe desempeñarse en el sistema internacional. La visión estratégica que propone representa una ruptura con la política exterior de Trump, en especial, el enfoque que defiende sobre el empleo de los instrumentos del poderío nacional estadounidense debido a que retoma con fuerza el denominado poder inteligente. En este contexto, se dedica un acápite a lo que califican como las Américas. Llama la atención que de todos los países del área, solamente dos son singularizados y se le dedica un párrafo a cada uno. Son los casos de Venezuela y Cuba por ese orden.
Sobre la nación bolivariana, el documento afirma que los demócratas rechazan la actual política de Trump contra Venezuela y la califican de fallida. No obstante, matizan este pronunciamiento al referir que esta proyección solo ha contribuido al fortalecimiento del “régimen dictatorial de Nicolás Maduro” y destaca que también ha provocado que se exacerbe la crisis humanitaria que vive esa nación. Este tratamiento evidencia que el objetivo estratégico se mantiene invariable. Es decir, aunque no lo llamen por su nombre el propósito sigue siendo el cambio de régimen en Venezuela, en lo que coinciden tanto republicanos como demócratas.
Posteriormente, se plantea que Estados Unidos movilizará a sus socios de la región y a nivel internacional para atender las necesidades más urgentes del pueblo venezolano. Enfatiza que los demócratas consideran que la mejor oportunidad para rescatar la democracia venezolana es a través de presiones inteligentes y diplomacia efectiva. Rechaza lo que califican como amenazas belicosas.
En esencia, la plataforma está proyectando que una eventual administración demócrata se replanteará la política actual de Trump contra Venezuela que ha sido nombrada como de “presión máxima” a partir de enero del 2019, lo que implica el empleo con marcada agresividad del poder duro sin apenas espacio para el diálogo. El replanteamiento no quiere decir que renunciarán a la aplicación de sanciones económicas, políticas y de otra índole, sino que adoptarán estas medidas con mayor intencionalidad y combinándolas con esfuerzos de presión diplomática, así como con una retórica menos incendiaria y confrontacional. Es evidente que se proponen ser más efectivos en el logro de su objetivo estratégico, lo que en caso de ocurrir un triunfo demócrata se configurarán retos adicionales para el proceso bolivariano.
Con relación a Cuba, el texto señala que los demócratas se moverán rápidamente para revertir las políticas de la Administración Trump. Señalan que estas proyecciones han socavado sus intereses nacionales y han dañado al pueblo cubano y sus familias en Estados Unidos, incluyendo los esfuerzos por reducir los viajes y las remesas. El documento refiere que más que fortalecer al “régimen”, promoverán los derechos humanos y los intercambios pueblo a pueblo, así como empoderarán al pueblo cubano para que “escriba su propio futuro”.
En pocas palabras, un gobierno de Biden retomaría un enfoque de la política hacia Cuba similar al desarrollado por Obama. No obstante, en ese supuesto surgirían preguntas claves como: ¿Qué tiempo le tomará a una Administración Demócrata desmontar la política confrontacional de Trump? ¿Qué pasos adoptarían para comenzar nuevamente un proceso hacia la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos? ¿Es probable que el gobierno estadounidense tome la decisión de construir un nuevo tipo de convivencia civilizada que sea irreversible? Responder estas interrogantes es un ejercicio muy complejo, pero para avanzar resulta imprescindible que el primer paso sea estar convencidos que todo esto es posible.
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