Contrapunteo

Venezuela de nuevo a primeras planas

1 feb. 2024
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El mundo mediático, el de los medios de prensa tradicionales y ese otro que ya se posiciona con más alcance e influencias en el ciberespacio a golpe de plataformas hambrientas de likes y views, es decir, de «me gusta» y de visualizaciones, y necesitadas de que todo contenido se comparta infinitamente para viralizar y facturar en idéntica medida, augura que Venezuela volverá a ser trending topic, a estar en la cima informativa, en los meses venideros.

Y es que 2024 es un año electoral. El gobierno de Nicolás Maduro se comprometió con la oposición dialogante, esa que ha aceptado sentarse en mesas de trabajo, menos guerra y más trabajo de conjunto por un mejor país, a que este año habría elecciones. Los pedidos de «elecciones libres y transparentes» han sido una constante desde que la izquierda bolivariana llegó al poder, a pesar de que la Venezuela  chavista bien podría inscribir un récord de procesos electorales.

Elecciones por calendarios y hasta otros diseñadas a partir de recogidas de firmas o peticiones populares, lo cierto es que, primero Chávez y después Maduro, se han medido con sus contrarios y han sabido reconocer las muchas victorias y también las derrotas, que las ha habido, sobre todo en materia de comicios legislativos. Pero desde la oposición interna y externa, lo usual ha sido aceptar los procesos en los que salen favorecidos y descalificar todos aquellos en los que son derrotados.

Hay un antes y un después de la pantomima llamada Guaidó. Porque mucho se ha acusado al chavismo de saltarse los mecanismos democráticos, pero hubo un silencio colectivo e internacional cuando a este personaje guiado por hilos le dio por gritar en una plaza pública que él era el presidente sin boleta, ni urna ni conteo de voto que valga y hasta se le recibió en palacios de gobierno y se le dio recepciones a lo Jefe de Estado. Entonces, ¿cuándo vale saltarse las normas y cuándo no? ¿Quién puede tomarse licencias en esto de ser autócrata y quién no?

Afortunadamente para los venezolanos Guaidó ya es un triste recuerdo del pasado que les jugó una mala pasada a todos: a quienes lo diseñaron y para quienes no quedó a la altura; a quienes desde abajo le creyeron el cuento y vieron cómo se llenó los bolsillos y si te he visto no me acuerdo; y hasta a sus hermanos de causa en esto de destronar a Maduro, que rápidamente notaron que la madera de opositor de este señor había cogido comején.

El capítulo de la presidencia imaginaria solo sirvió para fragmentar más a una oposición ya bastante dividida que terminó fracturándose en dos grandes bloques: los moderados con algo de sentimiento de nación que rechazan las sanciones estadounidenses y los métodos violentos de cambio de régimen, y el ala dura radical.

En este último grupo se inscribe María Corina Machado, la que se ha convertido, después de un proceso de primarias internas, en la apuesta del momento para cesar a Maduro. Machado es un rostro conocido, con un aval amplio en esto del activismo antichavista. Ha intentado optar por la presidencia más de una vez, pero solo ahora ha logrado ser la elegida para plantarle cara al oficialismo.

¿Qué sucede? Que lo logra en un momento en que pesa sobre ella una inhabilitación de 15 años para ejercer cargos públicos. Pocos se toman un minuto para indagar los motivos de tal invalidación y concluyen precipitadamente que se trata de una estrategia política de Maduro y los suyos para librarse de su principal adversario del momento. Al menos esta matriz se repite y se repetirá hasta el cansancio de ahora en lo adelante, obviando el resto de matices y elementos.

¿Estrategia política? Preguntémonos mejor: qué no es político y más en un proceso de este tipo. Dicen los más entendidos que «ningún individuo o ningún acto puede pensarse por fuera de la política».

De acuerdo con las autoridades venezolanas, la medida es administrativa y para nada nueva. Viene de años atrás y primero tuvo base en «errores y omisiones en sus declaraciones juradas de patrimonio», un asunto delicado que ha llevado a la justicia a no pocos políticos en todo el mundo por evadir impuestos, que a ella le valió unos 12 meses sin acceso a puestos de funcionario público. Tiempo después, se ratificó y amplió la decisión, amparándose en otros argumentos ya de mayor peso. Entre ellos, el apoyo de Machado a las sanciones de Estados Unidos contra el gobierno de Maduro, así como su vinculación a hechos de corrupción relacionados con Juan Guaidó.

Pero si se quiere hurgar en asuntos meramente políticos, hay tela por donde cortar. María Corina Machado fue parte del golpe de estado a Hugo Chávez, protagonizado por Pedro Carmona. Ya desde entonces el delito de traición a la patria la persigue. Le siguió su participación activa, desde la coordinación y la convocatoria a las guarimbas, como parte de la operación «La Salida», que terminó en decenas de venezolanos muertos. Y para rematar, en 2014, cuando fungía como diputada a la Asamblea Nacional, aceptó la acreditación como representante alterna de la delegación de la República de Panamá ante la Organización de los Estados Americanos, violando un artículo constitucional que dice que un parlamentario no puede aceptar cargos públicos sin perder su investidura.

La contraloría venezolana le lleva a golpe de lápiz cada dólar que sus acciones le han restado al patrimonio de los ciudadanos que ella dice representar y defender. Y los servicios de inteligencia acumulan evidencias de sus alianzas más o menos turbias para torcer el rumbo del país, violencia, intervención militar extranjera y magnicidio mediante. Particularmente, en esto de alentar injerencia extranjera, son varios los países con legislaciones férreas en este sentido que le valdrían la cárcel a los suyos por incitarla, sin embargo, María Corina goza de libertad.

Por lo pronto, que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela haya ratificado esta inhabilitación, ha sido el detonante para que la maquinaria de presión contra Caracas se active. Estados Unidos ya comenzó con lo que mejor sabe hacer: dar ultimátum y advertir de sanciones inminentes.

Parecía que después del llamado al diálogo gobierno-oposición y la relajación de prohibiciones económicas por parte de Washington, los venezolanos tendrían un período de paz que le permitiera recomponer su maltrecha economía. Pero la orden de satanizar, dividir y boicotear está dada.  

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