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Una historia de vida

17 sept. 2019
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Un día llegó a la beca y le dijo a «la china» —su novia y futuro amor de toda la vida— que se iba. Le pidió que guardara algunas cosas y que le esperara; se marchaba sin fecha de regreso. No le dijo cual era su destino, aunque esa incógnita se revelaría meses después.

Así comenzó la trayectoria de peligros y páginas —que nunca serán reveladas— del chileno Ulises Mitodio Fritz, un joven de esa nación sudamericana, el cual fue parte de una de las historias más difíciles y tristes de su país.

Vivencias de un joven chileno en Cuba

Mitodio nació en una familia humilde en el centro de Santiago, capital de Chile. Al ascender a la presidencia del gobierno el líder izquierdista Salvador Allende, junto al partido de la Unidad Popular, tanto él como sus amigos cercanos vieron cumplirse un sueño largamente acariciado: el de un futuro mejor para las clases más desfavorecidas.

Él, como hermano mayor, sabía que en sus hombros recaía la responsabilidad de trabajar por el bienestar de su hogar, por lo que cuando Fidel Castro viajó a Chile y le ofreció a Allende 500 becas para estudiantes, se abrió ante sus ojos la oportunidad de formarse como médico de manera gratuita en la Mayor de las Antillas, y contribuir así al futuro de su patria.

De esa forma llegó a la edad de 21 años al que sería su segundo hogar. En los primeros tiempos descubriría un nuevo horizonte lleno de experiencias y posibilidades que lo harían sentirse en casa, a pesar de estar lejos de su verdadero país.

Sin embargo, el futuro tiene maneras de poner todo de cabeza y mientras se preparaba en Cuba para ser un galeno, en Chile, las fuerzas opositoras de derecha, con el apoyo de la CIA y los Estados Unidos, ejecutaban un golpe de Estado contra el presidente democráticamente elegido por el pueblo.

«Recuerdo que estaba en Girón y tenía una prueba parcial de neuroanatomía, cuando el decano de la Facultad nos dice que se estaba efectuando el golpe contra Allende. En ese momento sentí mucho dolor, impotencia. Tanto yo como mis compañeros quisimos regresar a Chile, pero el decano no nos lo permitió, algo muy sabio de su parte, ya que hubiésemos muerto al igual que muchos de nuestros amigos».

A partir de ahí también decidió que 6 años era mucho tiempo de estudio, que su nación lo necesitaba en ese momento, por lo que cambió la bata de médico por la carrera de Periodismo, más corta y adecuada a la situación histórica que vivía.

«Luego fue pasando el tiempo, se fueron calmando las aguas, hasta que decididamente no pudimos regresar. La dictadura estaba ejecutando a todos los jóvenes que formaban parte de los partidos de izquierda, desarticulando los movimientos que podrían hacerle frente a su régimen de terror y muerte y nuestro regreso hubiese sido un suicidio».

Pero quedarse de brazos cruzados tampoco fue una opción para Mitodio. A veces, cuando lo que está en riesgo es la defensa de las convicciones, la muerte no es la peor de las suertes. Por estas razones, Ulises comenzó a prepararse militarmente, como bien lo descubriría meses más tarde su novia, «la china», al verlo llegar a  F y 3ra., la beca de la Facultad de Letras, todo flaco y vestido de verde.

A partir de ese entonces comenzó una etapa de lucha en la vida de este chileno. Combatió en Nicaragua contra la dictadura de Somoza y ayudó a formar a otros jóvenes que, al igual que él, se enfrentaban a la represión y a la muerte.

Luego, se adentraría en el mundo de la enseñanza, labor que desempeñó en paralelo con otras tareas de esas que no pueden ser contadas y que, quizás algún día, cuando las circunstancias lo permitan, sorprenderán a más de un lector por su audacia y temeridad.

A sus 71 años Ulises Mitodio no esperaba estar vivo, ni disfrutar de sus nietos. Estas afirmaciones, tan duras como esclarecedoras, hacen muy difícil explicar con palabras la historia personal de uno de esos muchachos a los cuales la vida les cambió un 11 de septiembre de 1973.

El país que debió ser un lugar de tránsito y formación académica se volvió su hogar permanente. Más de 40 años lleva en Cuba, defendiendo desde la Casa Memorial Salvador Allende al hombre que trató de cambiar las cosas en una nación clasista y de derecha, y que entregó su vida por ese empeño.

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