Si hiciéramos el ejercicio de definir la VIII Cumbre de las Américas con pocas palabras, bien le valdría el epíteto de ¨nido de paradojas¨ comenzando por el hecho de citar a los mandatarios del hemisferio a hablar de freno a la corrupción en el país que tres semanas antes vivió la renuncia forzosa de su presidente precisamente por relacionársele con delitos de cohecho y lavado de activos entre otros.
A eso se suma que se desinvita a un Jefe de Estado por supuesta ruptura del orden constitucional y se permite la entrada de otros en calidad de mandatarios de facto, llegado al poder por golpes parlamentarios e incluso hasta algunos investidos gracias a colosales e impunes fraudes electorales.
Para rematar, la ciudad de Lima, esa en que apenas llueve, para no utilizar generalizaciones, se inunda ahora pero no de agua sino de seguridad para resguardar la cumbre: 16 000 efectivos peruanos a los que se le iba adicionar en un principio la caballería pesada de Donald Trump en su personaje de hombre más importante del mundo. Pero tras la noticia de su ausencia por estos predios, siguen los sinsentidos: el hombre que sabemos ordenó al defenestrado Pedro Pablo Kuczynski impedirle la entrada a Maduro, ahora decide que no viene en claro mensaje de desinterés y menosprecio por la región a la que pretende someter nuevamente rescatando la filosofía de la Doctrina Monroe.
Como incongruencia mayor, la ciudad acogerá en teoría a 34 presidentes –aunque solo han confirmado alrededor de 20- y la gente vive su cotidianidad completamente alejada del gran suceso. La calle sigue con su bullicio de siempre, su tráfico insufrible, sus miserias humanas habitando en la Lima profunda que se oculta tras el desarrollo despampanante que se le vende al turista. Escasea la publicidad alegórica a la cita, salvo en las sedes de los respectivos eventos y por regla solo al interior de las instituciones elegidas, mas no en sus exteriores ni cercanías. Al peruano que camina deprisa para buscarse el pan de esa noche no le interesa demasiado lo que se pretende discutir en lujosos salones de hoteles 5 estrellas.
El ambiente se calienta solo en los medios de prensa, fundamentalmente los locales, acostumbrados a construir matrices que no siempre se corresponden con la realidad objetiva. La gran prensa no está del todo alejada, solo que prefiere reservar el estrellato para el segmento de alto nivel y dejar en el ostracismo los foros no gubernamentales.
Baste decir como ejemplo que la sala de prensa solo está concebida para funcionar durante el encuentro cumbre, el resto de las actividades previas se han diseñado de forma tal que se haga prácticamente imposible el acceso a la información. Y si así sucede con eventos que son parte de la cita hemisférica en su conjunto, puede imaginarse la marginalidad a la que ha sido sometida la Cumbre de los Pueblos. Por ser una especie de contra cumbre, por unir a la izquierda de la región, por articular un pensamiento y acción más cercano a la ciudadanía que los trajeados del norte y el sur, la convocatoria se diluye, las cámaras no se acercan.
No podía faltar en el relato de absurdos el atropello contra estudiantes que protestaban pacíficamente en la Universidad de San Marcos, la misma que prestó su territorio académico para convocar a los pueblos. Intervención policial y gases lacrimógenos por decir NO a una reunión de mucho ruido y pocas nueces.
Y para seguir hablando de contrasentidos, Perú intenta repetir la repugnante experiencia de Panamá. Invitar a Cuba, pero propiciar que el paso de la delegación de la isla sea entorpecido, manchado, cuestionado por una bien pensada y coreografiada estrategia de provocaciones.
Aprovechando la manipulación que términos como ¨sociedad civil¨ han recibido de las presuntas democracias occidentales, se intenta construir en torno a Cuba un enfrentamiento que no existe, entre actores sociales y gobierno. No se busca profundizar en por qué hay armonía y acompañamiento entre la sociedad civil cubana y el sistema político. Se le endilga así a una minoría bastante desacreditada la potestad de representar a un conglomerado social que ya tiene sus propios voceros.
Los oportunistas ya andan cazando en redes sociales el ridículo del momento. No importa el alcance o la profundidad del debate, lo que se busca es el titular sensacionalista. Las miradas en ese sentido son contra La Habana, que ya ha dejado claro en voz alta y letra de molde que ¨la sola presencia de mercenarios pagados por Estados Unidos y vinculados al terrorismo ofende a los cubanos¨.
Así las cosas en Lima bajo el ojo selectivo de la Organización de Estados Americanos que decide enfocarse en Nicolás Maduro a gradas llenas y callar ante la persecución política disfrazada de proceso judicial contra Luis Ignacio Lula Da Silva en Brasil. No importa que la foto absolutamente viral de Lula envuelto en pueblo transmita un mensaje totalmente contrario al de un par de jueces de cuestionada legitimidad.
Todos estos eventos ratifican la tesis de las dos Américas más allá de aspectos geográficos. Dos porciones de una misma tierra con visiones antagónicas y propósitos distintos. En tiempos del excéntrico Trump, que hay quien dice por ahí que ni siquiera sabía qué era una Cumbre de las Américas, Lima puede convertirse en una bomba de tiempo. Este se vendía como el primer viaje a la región –pasando por alto la estancia en Puerto Rico tras el paso del huracán María, ya sabemos que para Estados Unidos es territorio gringo- y podía tener sorpresas, pero ya no tendrá que moderar el discurso grosero con los países al sur del Río Bravo, ni hacerle caso al New York Times y portarse bien y cambiar el tono; esa misión queda en manos de sus enviados.
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