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Un hombre se despide

27 ago. 2019
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Un hombre debe cumplir con el deber que él mismo se ha impuesto en total coherencia con sus principios de revolucionario cabal, su convicción altruista, su honesto sentir humanista, latinoamericano y antiimperialista.

Antes de marchar se despide de sus seres más queridos. A sus hijos les advierte, en primera instancia, que «si  alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes». Sabe, que si ese fuera el caso, los más pequeños, Celia y Ernesto, apenas se acordarán de él. La carta va dirigida a sus cinco hijos —Hildita, fruto de su primer matrimonio con Hilda Gadea, y a los cuatro hijos de su amada Aleida March—. Siente la imperiosa necesidad de darles los consejos que un padre en vida hubiese dado: «Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo».

Dos líneas abajo, se despide con «un beso grandote y un gran abrazo de Papá». Quien así escribe no es otro que Ernesto Guevara de la Serna, el Che. Después de cinco años y casi cuatro meses desempeñándose como dirigente socialista en el país que ayudó a liberar y en el que fue acogido como ciudadano de nacimiento, parte a otras tierras del mundo a luchar del lado de los humildes. Primero el Congo, y después Bolivia, serán los destinos de su lucha internacionalista.

Al despedirse de sus padres, les advierte: «Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo». En otro texto, para su amada Aleida, promete: «juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume».

De todas estas epístolas, quizás la que más se recuerda es aquella dirigida a su jefe y hermano en convicciones, el Comandante Fidel Castro. Aquel texto, leído por primera vez un 3 de octubre de 1965, se convirtió en patrimonio de la memoria colectiva de cubanas y cubanos.

Con el dolor que se siente en las despedidas, le dice a Fidel que ha llegado el momento de separarse. Acto seguido, enfatiza: «Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura». Y como muestra de una lealtad sin límites, otra promesa: «Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti».

Todos estos textos aparecen reunidos en este pequeño pero intenso libro de la editorial Ocean Sur. Cartas de despedida, editado de conjunto con el Centro de Estudios Che Guevara, contiene las misivas, acompañadas de fotografías y facsimilares. Son los últimos mensajes de un hombre cuya corta pero intensa vida es ejemplo en Cuba y en América Latina.

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