El inicio de los vínculos del actual mandatario estadounidense con los mercenarios de Playa Girón tuvo su origen a mediados de 1999. Por lo tanto, es una relación de más de 20 años que tuvo su origen precisamente cuando el entonces magnate inmobiliario decidió por primera vez aspirar a la presidencia de Estados Unidos. En esa ocasión, Trump era uno de los candidatos del llamado Partido de la Reforma y tenía previsto iniciar su campaña por el estado de la Florida, lo que implicaba cautivar a los cubanoamericanos que controlaban la maquinaria política al sur de ese estado.
Su primer paso para lograr ese propósito fue escribir un artículo profundamente anticubano en el Miami Herald. El texto fue publicado el 25 de junio de 1999 y constituyó su primera acción pública para “conquistar” a la extrema derecha cubanoamericana. En esencia, afirmó: “para mí no hay dudas del embargo. Por supuesto debemos mantener el embargo”. Su objetivo principal estaba orientado a persuadir y convencer a los sectores más hostiles que él era un enemigo acérrimo de la Revolución Cubana.
Finalmente, la Fundación Nacional Cubano Americana le extendió una invitación para que intercambiara con sus miembros a finales de año. De esta manera, Trump comenzaba sus vínculos con aquellos que habían convertido en el sentido de sus vidas el odio y la violencia contra la Isla. El 15 de noviembre de 1999, el candidato presidencial llega a Miami y su primera actividad fue un recorrido por el museo de la brigada 2506. El estreno del visitante fue precisamente con algunos de los mercenarios que fueron derrotados en las arenas de Playa Girón que seguían atrapados en sus deseos frustrados de culminar algún día su misión fallida.
Casi al terminar esta visita, el entonces presidente de la brigada, Juan Pérez Franco, le obsequió una insignia que fue empleada por uno de aquellos hombres que fueron cambiados por compotas en 1961. La despedida fue bajo vítores de ¡Viva Donald Trump!. Entre los convocados se encontraba la congresista Illeana Ros-Lethinen, una de las personas que más odio ha profesado contra el pueblo cubano.
Ese propio día en horas de la noche en el hotel Radisson Crown Plaza, el magnate pronunció un discurso ante aproximadamente 400 invitados que defendían el enfoque más confrontacional y agresivo contra Cuba. La intervención se convirtió en el primer acto de campaña del entonces precandidato por el Partido Reformista, Donald Trump, quien seleccionó a Miami para comenzar su breve incursión en el camino hacia la Casa Blanca. El 14 de febrero del 2000, Trump anunció a través de un comunicado de prensa su decisión de abandonar la carrera electoral. Argumentó que las luchas internas dentro del Partido Reformista no le permitían ganar la nominación y responsabilizó de esta situación a sus rivales partidistas.
Los vínculos con los mercenarios de la brigada 2506, se volvieron a retomar cuando Trump decidió lanzarse nuevamente como candidato a la presidencia en junio del 2015. Después de unas intensas primarias republicanas en las que el multimillonario tuvo que competir con aspirantes de origen cubano como Marco Rubio y Ted Cruz, su campaña desplegó una fuerte ofensiva con la finalidad de ganar el estado de la Florida. Una vez más el voto cubanoamericano se convertiría en una motivación fundamental.
Con una comunidad profundamente dividida entre los que apoyaban la política de acercamiento de Obama hacia Cuba y los que todavía apostaban por la confrontación, Trump y su equipo de asesores decidieron “conquistar” nuevamente el electorado que promovía las posiciones de extrema derecha. El 16 de septiembre del 2016, el candidato presidencial realizó un mítin de campaña en el James L Knight Center en Miami. En la actividad se congregaron alrededor de 2 500 personas que presenciaron la adopción pública del enfoque confrontacional contra Cuba empleando el mismo discurso del sector más recalcitrante y extremista de esa comunidad al sur de la Florida.
En su intervención, afirmó: “todas esas concesiones que Barack Obama hizo hacia Cuba fueron hechas a través de órdenes ejecutivas, lo que significa que el próximo presidente puede revertirlas, y eso es lo que voy a hacer”. Con estos pronunciamientos, estaba enviando un mensaje a los representantes de la línea de dura en Miami que en ese momento todavía no estaban seguros que Trump fuera un defensor acérrimo de la política anticubana.
Cuando culminó su intervención, el congresista Mario Díaz Balart señaló: «Esa es una gran declaración. Es una muestra que entiende la realidad. Es un gran contraste con la política de apaciguamiento de Obama y Clinton». Evidentemente, el candidato fue suficientemente creíble. Estas palabras sellaban el inicio del pacto con la ultraderecha cubanoamericana.
En la noche del miércoles 12 de octubre, la junta directiva de la brigada mercenaria 2506 se reunió y decidió por unanimidad apoyar la candidatura de Donald Trump. Era un hecho sin precedentes debido a que era la primera vez que esta organización en sus 55 años de existencia apoyaba formalmente a un aspirante presidencial. De esta manera, Trump sintió que debía corresponder ese «gesto».
El 25 de octubre del 2016, a solo dos semanas del día de las elecciones, Trump visitó el museo de la brigada 2506. Los congregados estaban sedientos de escuchar una intervención «reconfortante» para aliviar su rencor y frustración sin límites. El visitante les habló durante 10 minutos en su propia jerga y con las mismas mentiras: “lo que ustedes están pidiendo es justo y está en lo correcto. Los Estados Unidos no deben proteger al régimen cubano ni económica ni políticamente como ha hecho Obama y como planea hacerlo Hillary Clinton. Ellos no saben cómo hacer un buen acuerdo”.
Después de la victoria de Trump en la Florida, sintió que tenía una especie de deuda política con los cubanoamericanos más recalcitrantes. Esta percepción es una mezcla de su temperamento efusivo, el estado de excitación por el triunfo inesperado, su profunda ignorancia y la influencia de algunos de sus asesores. En esencia, él quiso creerse y se inventó que gracias a ese sector de votantes de la comunidad cubanoamericana fue capaz de imponerse en el estado sureño. De hecho, el 27 de enero del 2017 durante una conversación telefónica con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, afirmó: «en las últimas elecciones, gané por un largo porciento el voto hispano. No sé si lo escuchaste, pero con Cuba tuve el 84% del voto cubanoamericano».
Según los datos oficiales y las investigaciones que se han realizado sobre el comportamiento de los votantes cubanoamericanos en las elecciones del 2016, Trump no ganó la Florida a partir del respaldo de ese sector del electorado debido a que representaban solamente el 6%. El factor clave de su éxito fue el apoyo del 64% de los electores blancos no hispanos que es diez veces mayor que el voto cubanoamericano. Aunque Trump obtuvo entre el 52 y 54% del voto cubanoamericano fue uno de los aspirantes republicanos con más pobre desempeño en los últimos tiempos.
Pocos días después del 8 de noviembre, el recién electo senador Marco Rubio se comunicó con el que había sido su más enconado rival en las primarias republicanas para extenderle su felicitación. Durante el intercambio, Donald le trasladó: «tenemos que hacer algo con Cuba. Los de Bahía de Cochinos fueron maravillosos conmigo». A partir de este momento, comenzaría una fuerte alianza con estos mercenarios a quien prácticamente le atribuyó su triunfo electoral. Trump había pactado con lo peor de la comunidad cubanoamericana en la Florida. En lo adelante, esos sectores librarían una ofensiva despiadada para retornar a una política hacia Cuba fracasada que recordaba los años más turbulentos de la Guerra Fría.
El 16 de junio del 2017, Donald Trump como parte del montaje de un show político en Miami firmó el «Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de Estados Unidos hacia Cuba». El bolígrafo que empleó para refrendar el documento lo obsequió al senador Marco Rubio como muestra de su paternidad en este engendro. En este evento, participaron varios de los miembros de la brigada 2506.
El 19 de junio, solo tres días después de este espectáculo, visitaron la sede de la CIA un grupo de mercenarios de la brigada 2506 acompañados por Marco Rubio. Fueron recibidos por su director, Mike Pompeo, quien probablemente les aseguró que su agencia se estaba empleando a fondo para enrarecer el clima político bilateral. Esta visita que fue divulgada públicamente con toda intención, constituía un claro mensaje de que los planes actuales de la CIA contra Cuba estaban alineados con el enfoque más agresivo y confrontacional. El 3 de agosto de 2017, Trump recibió en la Casa Blanca a una representación de los mercenarios de Girón, quienes también se hicieron acompañar por el senador anticubano.
Posteriormente con la entrada a la Casa Blanca de John Bolton se estrecharon profundamente los vínculos con este sector de la extrema derecha. El 17 de abril de 2019, el entonces asesor de seguridad nacional pronunció un discurso ante varios de estos mercenarios en el Hotel Biltmore de Coral Gables.
Las primeras palabras del asesor de seguridad nacional estuvieron dirigidas a resaltar y felicitar a los que llamó «valientes veteranos de la brigada 2506», quienes han sido reconocidos invariablemente por Donald Trump como uno de sus principales «acreedores políticos». Bolton en un ejercicio de falsedades sin límites que rozó la burla afirmó: «su legado heroico está grabado por siempre en la memoria nacional de Cuba. Alrededor del mundo, el nombre de la brigada 2506 invoca un profundo sentido del orgullo nacional y una profunda admiración». Les aseguró que esta Administración jamás los abandonaría y que fueron una inspiración para la política anticubana que se proclamó en junio del 2017.
El show montado por Trump en el día de ayer en la Casa Blanca con varios mercenarios de Playa Girón, no podría ser entendido a cabalidad sin tener en cuenta el origen y evolución de su alianza con este sector. Una vez más cuando soplan los fuertes vientos de una campaña presidencial, se convierte en el momento oportuno para dar muestras del odio visceral hacia la nación cubana.
No obstante, este acto donde se anunciaron medidas que recrudecen la política contra Cuba orientadas a asfixiar la economía de la Isla, podría convertirse en un efecto bumerán para las intenciones electorales de Trump al sur de la Florida. Contar con un respaldo abrumador de los votantes cubanoamericanos continúa siendo el objetivo fundamental, pero la pregunta clave sería: ¿estas nuevas medidas coercitivas contribuyen a ese propósito?
Los anuncios están dirigidos a prohibir que personas bajo la jurisdicción de Estados Unidos se hospeden, reserven o realicen cualquier gestión vinculadas a instituciones hoteleras cubanas. Las medidas incluso llegan a contemplar que determinadas viviendas particulares formen parte de esta prohibición. Para tales efectos, el Departamento de Estado elabora una lista que ya comprende 433 inmuebles. Además, se prohíbe la importación de tabaco y ron, así como se limitan determinadas categorías de viajes a licencias específicas contemplando eventos deportivos, culturales, conferencias, encuentros profesionales, entre otras.
El alcance de estas medidas, no solo constituyen un recrudecimiento sustancial del bloqueo sino que afecta de manera particular a un amplio número de ciudadanos estadounidenses que tienen diversos vínculos con la Isla que van desde sus intereses por visitar el país hasta lazos familiares y afectivos. En este último segmento, hay una representación significativa de cubanoamericanos que pueden votar en estas elecciones y se le han socavado y aplastados sus derechos. Aunque no está claro con certeza para cuántos estas medidas podría ser un factor de incidencia en su voto en noviembre, es obvio que tendrá un impacto.
Trump necesita ampliar su margen de apoyo dentro de la comunidad cubanoamericana y está apostando con fuerza a la denominada “lucha contra el socialismo”, pero resulta muy riesgoso continuar afectando a un sector dentro de esos votantes que mantiene sólidos vínculos con sus familiares y amigos en Cuba. Aunque no se refleje en las recientes encuestas realizadas en Miami Dade que están parcializadas y manipuladas, el clima que vive esa comunidad con la efervescencia del odio y la violencia política también contribuye a que electores indecisos puedan inclinar su voto por Biden ante la irracionalidad de las políticas que promueve Donald Trump.
Posiblemente el actual mandatario estadounidense con estas últimas decisiones con relación a Cuba, esté cometiendo un error estratégico al restarle potenciales votantes en un segmento del electorado que tiene la intención de ganar por amplio margen. Estas medidas anunciadas pueden ser el catalizador suficiente para que aquellos que todavía tienen dudas por quién votar concluyan que Trump ha cruzado la línea roja de sus intereses. Por lo tanto, la jugada política electoral de apostar a los mercenarios y la línea dura, puede convertirse en un rotundo fracaso. Esto solo se podrá constatar el 3 de noviembre.
Comentarios