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Trump: entre el proteccionismo y la liberación

5 abr. 2017
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Donald Trump le ganó las elecciones presidenciales a Hillary Clinton y desnudó la crisis de la política tradicional en un marco de crisis capitalista, que es mundial por su epicentro en EE.UU.

El triunfo electoral es del político de la anti-política ante el descontento social con la política tradicional, demócrata y republicana. Trump, es también el poder económico, como Hillary. Ambos disputaron la gestión de la potencia imperialista hegemónica del sistema mundial.

Las diferencias entre ellos expresan matices y contradicciones entre núcleos del poder mundial y de EE.UU. Ahora veremos, desde la asunción de la presidencia, el margen de maniobras del electo presidente ante lo concreto de la gestión de EE.UU. La novedad es la movilización popular convocando a no reconocer la presidencia de Trump. Sus alcances no se pueden anticipar, pero no es menor la protesta de calles en varias ciudades estadounidenses.

Hillary Clinton sumó 65 746 544 votos; Donald Trump, el ganador de las elecciones, tiene 62 904 682 votos. La candidata demócrata tuvo el apoyo de 2 841 862 estadounidenses más que el candidato republicano. Sin embargo, Trump sumó 306 electores y Hillary solo 232. Cosas del sistema electoral, que reiteran lo acontecido entre George Bush y Al Gore en 2001.

Unos 60 millones de votos para cada uno pone de manifiesto la crisis de alternativa política, también en EE.UU. Ya razonamos en ese sentido en varios procesos electorales mundiales, que se ratifican y con opciones conservadoras, nacionalistas y de derecha, por eso la crisis de alternativa política anticapitalista, de izquierda.

Vale considerar que los descontentos por bajos salarios, o afectados por el desempleo o la deslocalización fabril en EE.UU. sustentaron mayoritariamente a Trump y no visibilizan alternativa política popular propia, orientada hacia la izquierda y el anticapitalismo.

Eso constituye un desafío para pensar y discutir las razones por las cuales el descontento con la globalización capitalista emerge por derecha. El desafío por la alternativa anti globalización capitalista está en EE.UU. y se expresó también en el Brexit en junio pasado y en variadas elecciones desplegadas en todo el mundo.

Para enfrentar esta situación, no alcanza con la crítica al neoliberalismo, se requiere al mismo tiempo confrontar al capitalismo.

Proteccionismo y liberalización

Con la elección presidencial en EE.UU. se confirma que la crítica a la globalización capitalista ya no es solo de izquierda, tal como se expresaba en los cónclaves mundiales en la selva Lacandona a mediados de los años noventa, en la batalla de Seattle en 1999, o en la saga de los Foros Sociales Mundiales desde 2001, y más precisamente con la esperanza del cambio político en Nuestramérica a comienzos del siglo xxi y el nuevo rostro de la integración alternativa pregonada.

La política de la globalización capitalista es la liberalización de la economía, la apertura y la promoción de la libre circulación de mercancías, servicios y capitales. Con ello, la tendencia a los tratados bilaterales en defensa de las inversiones o los tratados de libre comercio y la juridicidad supranacional que se discute e impulsa desde la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otros organismos internacionales.

Si bien la liberalización aparece a contramano del proteccionismo, lo real es que las grandes potencias del capitalismo mundial siempre alentaron la liberalización hacia afuera, y ejercieron el proteccionismo local, con subsidios a las exportaciones en Europa, o a la producción en EE.UU.

Igual, lo predominante en la política hegemónica desde las décadas de los sesenta y setenta es la liberalización, asumida como política de época por los organismos internacionales y sustentados desde múltiples lobbies financiados por las corporaciones transnacionales, verdaderos beneficiarios del orden mundial contemporáneo.

La liberalización constituye el programa de fondo sustentado por las clases dominantes a la salida de la crisis de los sesenta y su paradigma fue el neoliberalismo, ensayado en Sudamérica con Terrorismo de Estado, y entronizado como policía principal mundial con Thatcher y Reagan desde los años ochenta del siglo pasado, arrastrando incluso a la socialdemocracia europea y sus variantes en el mundo. No sorprende su instalación como paradigma con la generalización del terrorismo estatal con la militarización dispuesta por la política exterior de EE.UU.

Ahora, la novedad es el proteccionismo que anima las elecciones británicas de junio pasado y en EE.UU. el pasado 8 de noviembre. ¿Quiere decir que se abandona la liberalización? No, simplemente vale constatar que, ante la continuidad de existencia de las Naciones, la política sigue privilegiando lo local, el territorio del consenso y el voto, para desde ahí sustentar determinada política exterior. No ocurre al revés, aun cuando la economía es global.

La crisis de 2007-2008 trajo como novedad la fortísima participación estatal en el salvataje del capital más concentrado en cada país, lo que explica el crecimiento de la desigualdad y la enorme brecha entre el 1% enriquecido y el 99% empobrecido que en EE.UU. empujan opciones nacionalistas, conservadoras, de derecha, como Trump. Además del Estado Nacional como sostén del orden capitalista y la desigualdad, se suma ahora la promesa proteccionista.

En campaña electoral, Trump se despachó contra los tratados de libre comercio empujados por demócratas y republicanos desde tiempos de Bush padre. La crítica es al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), al North American Free Trade Agreement (NAFTA), a la Alianza del Pacífico, a los acuerdos de libre comercio con Europa, lo que supone un discurso que apuntó a patear el tablero de la política de Bush padre, Bill Clinton, Bush hijo, Obama y que expresaba Hillary en la contienda electoral.

La liberalización era la carta de triunfo estadounidense desde la ruptura de la bipolaridad, aun antes con la restauración conservadora de Reagan. Todo eso había llegado a su límite con la crisis mundial en curso, que insistamos, es mundial porque tiene epicentro en EEU.U.

¿Fue la liberalización la respuesta capitalista a la crisis de los sesenta-setenta y el proteccionismo será la política del capitalismo hegemónico a la crisis contemporánea? Es lo que aparece como novedad, aun cuando, insistamos, los países hegemónicos siempre pregonaron el libre cambio y practicaron el proteccionismo. Son dos caras de la dominación que sufren los países en situación de dependencia.

Trump apunta hacia los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) señalando que tendrán que elevar los aportes económicos y ser socios en las pérdidas, sin modificar en un ápice la prédica guerrerista de EE.UU. Las personalidades que empieza a designar son burócratas de larga trayectoria en el Partido Republicano, que lo amiga con la burocracia política más reaccionaria.

Los designados tienen tradición retrógrada, antidemocrática y generan incertidumbre sobre el destino de la gestión Trump y su efecto en la humanidad.

El impacto en la región

Con el proteccionismo se pone en debate el discurso y la práctica del aperturismo aplicado por países como México, Chile, Colombia o Perú y sus instrumentos como la Alianza del Pacífico o el Tratado Trans Pacífico, (TTP), pero también aquellos que venían acercando su discurso pro acuerdos comerciales con EE.UU., especialmente los gobiernos de Argentina y Brasil luego del impeachment. El gobierno Macri había hecho opción por la candidata demócrata y había recibido en la Argentina a Obama y a varios miembros del gabinete actual, denostado a Trump y colocado todas las fichas en el aperturismo y la alianza con la lógica tradicional de la globalización capitalista.

México puede ser uno de los más afectados, especialmente por la corriente de relocalización industrial y la maquila para ensamblar y exportar al mercado de EEU.U., que puede ver construido un muro a la circulación de capitales y mercancías tal y como se viene dando hasta ahora. Es mucho más que las restricciones a las migraciones desde México y a las múltiples discriminaciones del discurso de Trump. Son cuestiones económicas que se están aplicando a la división del trabajo y a la explotación de la fuerza de trabajo mexicana. Es algo que puede hacerse extensivo a Centro América y al Caribe, agudizado en el caso cubano ante las novedades de restablecimientos de relaciones recientemente iniciadas.

No es menor el dato de la convergencia de derecha del gobierno de EE.UU. con los regímenes amigos de la liberalización en la región. Así como se sostiene una determinada política, también se puede sustentar otra, afín al nuevo poder de la potencia imperialista. La respuesta a muchos de estos interrogantes se resolverá en función de los reacomodamientos que ya está generando el resultado electoral estadounidense.

De todos modos, en los primeros días ya se observan devaluaciones de las monedas en la región que auguran una potenciación en la valorización de los activos estadounidenses, especialmente su moneda. Con ello es previsible el encarecimiento del costo del dinero a corto o mediano plazo y así el mayor costo de la cancelación de intereses y capitales del endeudamiento público, gravoso para el caso argentino en la coyuntura. Entre 85 000 y 90 000 millones de dólares entre 2016 y lo presupuestado para 2017. Cifras récord para el país.

Nuestros pueblos son presa de la política nacional y externa de EE.UU., con liberalización o proteccionismo, por efecto de la dependencia. Las políticas que aplicará Trump tendrán en cuenta en primer lugar satisfacer las demandas internas del electorado que lo llevó a su cargo en Washington. El objetivo será transformar consenso electoral, ya logrado, en consenso político para habilitar un nuevo tiempo de la política en EE.UU. con pretensión de marcar caminos de salidas a la crisis capitalista. El new deal supuso la salida «defensiva» de la crisis en los años treinta del siglo xx; el neoliberalismo lo fue en «ofensiva» para la del sesenta-setenta, y hasta ahora no se visibiliza salida a la crisis inaugurada en 2007-2008, aunque la situación del capital es a la ofensiva contra los trabajadores, los bienes comunes y la mayoría empobrecida de la sociedad.

Convengamos también que los pueblos tenían su acumulación hacia los años treinta que derivó en el orden bipolar y la perspectiva de un imaginario socialista, con una importante acumulación política lograda hacia mediados de los años setenta, triunfo vietnamita mediante, lo que desató la brutal respuesta del terrorismo de Estado para imponer el neoliberalismo. La gran interrogante es si la fuerza acumulada por el movimiento popular mundial contemporáneo es condición de posibilidad suficiente para pensar en una salida a la crisis en curso más allá y en contra del capitalismo.

 

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