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Triunfó el más joven de los Alvarados

3 abr. 2018
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Costa Rica se suma a la lista de resultados contrarios a las encuestas, un fenómeno que en estos tiempos se viene repitiendo con asiduidad y que ha sorprendido al mundo con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la aprobación del Brexit y el No al plebiscito sobre los acuerdos de paz en Colombia, todo ello al punto de crear una gran incertidumbre de cara a los procesos políticos. El asunto se complejiza cuando por revelaciones recientes —como fue el caso del escándalo de Cambridge Analytics, una empresa privada que usa como herramienta de comunicación y ventas el análisis de datos— es sabido el grado de manipulación que las nuevas tecnologías y el despliegue de las redes sociales —esa especie de cibermundo en el que se quiere ser, digamos que aparentar, todo aquello que no somos— que puede haber tras cada figura con aspiraciones presidenciales, cual producto de consumo.

De los dos Alvarados en contienda, resultó electo el que menos votos obtuvo en primera vuelta y para el balotaje se auguraba empate técnico. Sin embargo, el conteo de votos preliminar dio la ventaja por amplio margen a Carlos, en detrimento de Fabricio. Con el 90% de las mesas escrutadas y una participación cercana al 67% —mucho mayor que la que se esperaba pues era Semana Santa y Domingo de Resurrección, época para vacaciones y viajes—, el candidato oficialista de Acción Ciudadana obtuvo un 60,66% y el aspirante por el partido evangélico Restauración Nacional quedó rezagado con un 39,33%.

Cuando se presentó el duelo electoral, el tema religioso adquirió un protagonismo mucho mayor que en la primera vuelta del pasado 4 de febrero, pues, si bien fueron las posturas ultraconservadoras del desconocido en la arena política Fabricio Alvarado las que lo catapultaron, para el desenlace el asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo polarizó al país. Tal fue así que un grupo de mujeres feministas pertenecientes a la agrupación «Somos Nuestras» acudió a los colegios vistiendo trajes alegóricos a la novela «El cuento de la criada», de la escritora canadiense Margaret Atwood. Con el atuendo y la actitud de cabeza baja y silencio pretendieron denunciar el fundamentalismo religioso, el machismo, la desigualdad y la sumisión que eventualmente podría arraigarse mucho más en Costa Rica si asumía la cabeza de Estado un hombre identificado con las posiciones excluyentes de la comunidad evangélica, además de la ya mencionada que afecta a la comunidad LGTBI, también se oponía al aborto legal y a la fertilización in vitro.

Lo que está claro es que con la victoria de Carlos Alvarado, este joven periodista de 38 años, para algunos demasiado inexperto, para otros la apuesta a futuro —en sintonía con su slogan de campaña «Elijo elfuturo»— dado el caso que ha prometido convertir el país en un Estado Laico y promover políticas inclusivas para los grupos minoritarios como es el caso de las personas sexo diversas, la polarización no se va a resolver de un día para otro. Hay un porciento sustancial de personas ancladas en la defensa de los valores tradicionales, unido al nada despreciable segmento de incrédulos de la política y los políticos, representado en el 30% de personas que no ejercieron su derecho al sufragio. Desde el anterior gobierno del saliente Luis Guillermo Solís el bipartidismo había hecho aguas por el descrédito en esa alternancia repetida en muchas naciones de la región y heredada de Europa y Estados Unidos. Aun así, la apuesta de una fuerza de centroizquierda también quedó mal parada pues Solís deja el gobierno con un bajón en su popularidad y asuntos urgentes sin resolver para sus propios votantes. Su continuador y correligionario supo distanciarse en su momento de los errores de la gestión del PAC y sobretodo, aprovecharse de su juventud para promocionar la idea de renovación y cambio generacional.

Pero no serán los temas que se convirtieron en marketing de campaña los verdaderos retos del nuevo presidente. Las preocupaciones de los costarricenses pasan por el desempleo, la desigualdad social, el deterioro de la seguridad ciudadana por creciente índices de criminalidad y el progresivo aumento del déficit fiscal sobre el que los expertos alertan que resta tan solo un año para que el país entre en una severa crisis.

Son los asuntos medulares para marcar un antes y un después en la gobernanza tica pero que demandarían cambios estructurales que no se vislumbran con la llegada de Carlos Alvarado al poder, pues el progresismo que muestra en los temas de confrontación con el líder de Restauración Nacional no abarcan todo lo necesario en materia económica ni mucho menos social. Costa Rica tiene una tradición de administración neoliberal difícil de romper. Ha sido positivo el mensaje del mandatario electo de unidad nacional, de confraternización política e invitación a formar gabinete de manera compartida con otras fuerzas. Intenta así manejar la limitante que arrastra con el hecho de no tener suficiente representatividad y fuerza en el Congreso.

Otro reto importante para el más joven presidente de la región con un currículo impresionantemente variado: periodista, cantante de rock, escritor de novelas y político, será sin duda salir airoso del denominador común de males en el mundo y con marcado auge en América Latina, la corrupción —del que en pocos días se hablará al más alto nivel en Lima cuando la Cumbre de las Américas sirva de escenario para poner el dedo en la llaga. El Alvarado presidente no tendrá que ir a Perú —asume el mando en mayo— pero no podrá borrar el hecho de que ya estuvo vinculado al sonado caso «cementazo» cuando ejercía como Ministro de Trabajo del actual gobierno; en ese entonces se le relacionó con un posible tráfico de influencias en la importación de cemento chino al país centroamericano.

Por lo pronto, se viven muchas primeras veces en Costa Rica. Es la primera vez que se logra revertir el resultado electoral de la primera vuelta en la segunda y definitiva. En las ocasiones anteriores gana el mismo que llevaba la ventaja inicial. Es la primera vez que el PAC repite mandato y por ocasión inédita también una mujer afrodescendiente será la vicepresidenta.

 

 

 

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