Muchas personas de mi generación conocen poco acerca de Camilo Cienfuegos. En la escuela primaria aprendimos algunas canciones, en los libros leímos poemas dedicados a él y cada 28 de octubre caminábamos hasta el malecón capitalino a echarle flores al mar. Gracias a esos aprendizajes sabemos que, efectivamente, el joven habanero integró la generación de jóvenes revolucionarios que pelearon contra la dictadura de Batista en Cuba, luchó como un león guerrillero hasta convertirse en Comandante del Ejército Rebelde y desapareció en octubre de 1959, tras haber sofocado la conspiración de fuerzas militares camagüeyanas bajo el mando de Huber Matos.
A diferencia de otros héroes, como Fidel y el Che Guevara, de quienes existen decenas de libros en cualquier biblioteca, la obra de Camilo ha sido mucho menos difundida. Una de las razones imagino tiene que ver con la brevedad de su vida: solo vivió los primeros diez meses del proceso revolucionario. Quizás en la imaginación colectiva queda un libro, grueso, viejo, de tapa dura, que nuestros padres tenían en los libreros: Camilo, el señor de la vanguardia, editado por primera vez por Ciencias Sociales en 1979.
¿Dónde más se puede leer a Camilo? En los últimos doce meses la confluencia de varios factores permite que la respuesta a esta pregunta no quede en abstracto. La voluntad del Instituto Nacional de Historia —que organizó el Fondo Camilo Cienfuegos, la persistencia y responsabilidad de la joven investigadora Daniela Fernández Falcón y los deseos de la editorial Ocean Sur de difundir la obra de uno de los nombres más queridos de la Revolución Cubana, unido al hecho de ser octubre de 2019 el mes del aniversario 60 de su desaparición física, hicieron posible que tres volúmenes se hayan editado en los últimos doce meses.
El primero en publicarse —Camilo Cienfuegos. Diario de un joven revolucionario— es una compilación de las cartas enviadas por Camilo a sus familiares y amigos durante su estancia en Estados Unidos y México entre los años 1953 y 1956, momento en que decide unirse a la causa de Fidel Castro. La recopilación logra mostrar esta otra faceta de Camilo: un joven apasionado y lleno de ilusiones.
Los fragmentos de estas cartas, presentadas como un diario, lo muestran en su espacio más íntimo. A lo largo del epistolario podemos darnos cuenta de los sentimientos que le produce el hecho de llegar a un país que no es el suyo, su compromiso con la Patria lejana y el dolor por no estar junto a su familia en ocasiones delicadas que se vivían en la nación caribeña bajo la dictadura de Fulgencio Batista.
Al leerlas entendemos que el joven Camilo, quien decididamente había emigrado para buscar una mejor situación económica para él y su familia, no puede desligarse de sus raíces. Pide constantemente noticias sobre Cuba. En un artículo que publica en el periódico La voz de Cuba con el título «Identificación moral» manifiesta su postura en contra de la dictadura batistiana. Es deportado a Cuba en 1955, regresa a Estados Unidos —pues ha contraído matrimonio con Isabel Blandón, salvadoreña residente en el país anglosajón— y luego continúa hacia México, para unirse a la causa revolucionaria que encabeza Fidel.
El segundo libro se editó como parte de la Colección Vanguardia, también de la editorial Ocean Sur, en homenaje al 60 aniversario de la Revolución Cubana. Este volumen nos entrega, en dos momentos, parte importante del pensamiento revolucionario de Camilo. Para ello, la autora estructuró una primera parte en la que aparece el artículo publicado en La voz de Cuba —periódico de la inmigración cubana en Miami, como protesta frente al golpe de Estado de 1952—, tres cartas dirigidas a amigos y familiares en las que se aprecia un proceso de madurez revolucionaria y un informe que elaboró durante la invasión de Oriente a Occidente, una hazaña estratégica de la lucha guerrillera que protagonizó junto al Che Guevara y que fue determinante en el triunfo de las luchas por la independencia de Cuba.
La sección restante del volumen contiene discursos y entrevistas que tuvieron lugar en 1959, incluyendo su última alocución al pueblo de Cuba, apenas dos días antes de su desaparición física. De esta forma nos acerca al pensamiento de un hombre a quien a veces asociamos únicamente con el icónico rostro debajo de un sombrero alón o con la eterna sonrisa a prueba de adversidades.
El tercero de los libros, y quizás constituye el más monumental, lleva por título Camilo Cienfuegos. Antología. Cerca de 400 páginas dan cuenta de Camilo, por el propio Camilo. La joven historiadora se limita a una breve introducción y una cronología que permite entender las dimensiones de esta obra y del propio héroe. Su mérito como investigadora, innegable, radica en la recopilación, edición, cotejo, transcripción de facsimilares, para conformar una obra que agrupa 117 documentos de su autoría, entre cartas, artículos, informes, notas, discursos, etc., y un anexo de otros 15 documentos en los que muchas veces el Héroe de Yaguajay, y de la Revolución toda, figura como destinario; o constituyen testimonios de personas que le fueron bien cercanas.
Esta antología, tan necesaria en los tiempos actuales, muestra cómo el joven enérgico de la barriada de Lawton —que en una de sus cartas al amigo Reinaldo, hermano de Rafael Sierra, escribe desde Estados Unidos: «(…) La poca razón que me queda, nunca se podrá imaginar con que ansias he deseado el regresar a nuestra querida Cuba y, sin embargo, he tenido que ahogar mis sentimientos en el silencio de las noches en vela… pensando… ¿qué hacer?»— se convierte en el hombre de confianza de Fidel a quien, entre tantos, le pregunta: ¿Voy bien?
Muestra de esa amistad con Fidel, otro de los textos que aparecen en la antología; al conocer su ascenso a los grados de Comandante escribe Camilo: «Gracias por darme la oportunidad de servir más a esta dignísima causa por la cual siempre estaré dispuesto a dar la vida. Gracias por darme la oportunidad de ser más útil a nuestra sufrida Patria. Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza».
Camilo Cienfuegos fue y es de los comandantes guerrilleros más queridos por el pueblo cubano. Sin duda, guarda un espacio muy especial en la historia de la Nación. Estos tres libros nos hablan, no del héroe legendario del sombrero alón, sino del cubano que aún no había cumplido 25 años de edad y ya había salido de su tierra a conocer y a explorar otras naciones; que a golpe de perseverancia se convirtió en el expedicionario número 82 del yate Granma; comandante guerrillero y Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde; que desapareció inexplicablemente a bordo de una avioneta y que vive en el pueblo que tanto lo quiso y que tanto se ve reflejado en él.
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