Contrapunteo

Tres historias de una revolución

28 ago. 2017
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I El caso Patty

Al fracasar el ataque mercenario por Playa Girón, la CIA no perdió oportunidad para argüir otro plan en contra del Comandante en Jefe Fidel Castro y otros dirigentes del país, así como intentar que se produjera un conflicto entre Cuba y Estados Unidos para justificar una intervención militar norteamericana.

Mientras el pueblo cubano sufría las agresiones de las bandas contrarrevolucionarias albergadas en las montañas cubanas, agentes de la CIA planificaban acciones para desestabilizar el orden revolucionario: la operación Patty se puso en marcha en el propio año 1961, e incluía una serie de acciones que se realizarían al unísono el 26 de julio.

Harían un atentado al Comandante durante su discurso en la Plaza de la Revolución en La Habana, asesinarían al Comandante Raúl Castro en Santiago de Cuba, simularían un ataque a la Base Naval en Guantánamo proveniente de una unidad militar cubana para que se enfrentaran entre sí, además de volar puentes y atacar instalaciones de servicios públicos en casi todas las provincias.

Si esta operación hubiese surtido efecto, el caos imperante en el país hubiera sido el argumento perfecto para que los yanquis cumplieran su objetivo fundamental de un ataque real a Cuba. Gracias a los agentes y las fuerzas de la Seguridad del Estado cubano se atraparon a los principales complotados y el 22 de julio de 1961 se desarticuló todo el plan.

Yo conocí al que era mi esposo al triunfo revolucionario, cuando lo asignaron al Caney, al lado de mi casa. Se designó un local para poner la PNR (Policía Nacional Revolucionaria) del Caney y allí lo conocí. Nos casamos en 1961. Él se llamaba Ovidio Maqueira Pico, era una persona muy activa, muy revolucionario. Había bajado de la Sierra con los grados de Teniente.

Él sacó de la Base Naval para guardarlas en la casa de mi madre, en el Caney, las armas que se iban a emplear en el atentado a Raúl. Mi esposo estaba infiltrado en un grupo de contrarrevolucionarios. Yo me quería morir porque decían que mi esposo era traidor y yo, qué sabía lo que él hacía, no podía decir nada. Me decían:

—Pero, ¿cómo es posible que el chino sea traidor?

Yo viví momentos malos, malísimos. Su trabajo clandestino era detectar a los implicados en ese caso. El trabajo de los agentes secretos fue un trabajo muy destacado pues gracias a ellos el atentado no surtió efecto.

II La costa en la sangre

—Cero cuatro ocho, ciento veintiséis… Listo para actuar cuando se le indique.

—Ciento veintiséis y dos veintidós. Tenemos al parecer aquí, en los frentes de Morrillo Chico, marcación 207, un medio naval pequeño, moviéndose rumbo a los cero-cero. Dime si me copiaste. Cambio.

Las unidades de Tropas Guardafronteras surgen en Cuba desde los primeros años posteriores al triunfo revolucionario, entre otras, por la necesidad de impedir el arribo por vía marítima a territorio cubano —de manera ilegal— de cualquier tipo de embarcación.

Existieron varias organizaciones que tenían este objetivo de vigilar nuestros límites, pero no fue hasta el año 1965 que se denominaron Fuerzas Guardafronteras, al mando del capitán Orlando Pantoja.

La vocación de oficial de Guardafronteras ha de venir desde pequeño y de la mano del deseo de corazón de proteger el territorio nacional en la primera línea de combate.

«La necesidad de los puestos de tropas Guardafronteras, especialmente que están vinculados al narcotráfico internacional se consolida para evitar que este tipo de flagelo de la droga llegue a costas cubanas y los cargamentos caigan en manos inescrupulosas», dice Idelilio Leyva Alcalá, Jefe del puesto de Hatibonico, en Guantánamo.

«Nuestra misión principal es evitar la penetración al enclave militar. Esta es una misión de primer nivel que se viene desarrollando lo mismo con servicios operativos diurnos como nocturnos en todo el litoral costero —visiblemente emocionado Leyva nos explica las motivaciones que lo llevaron a entregar su vida a esta labor tan necesaria—. Cuando era niño, donde yo vivía había una unidad de tropas guardafronteras y había un círculo de interés al que yo pertenecía. Mis tíos eran guardafronteras, gran parte de mi familia protege las costas cubanas. Es una tradición que llevo en la sangre».

III Boca de Samá

Las palabras del chino Escalante, miliciano que vivía en el pueblo de Boca de Samá, en Holguín, narra lo que ocurrió aquella madrugada del 12 de octubre de 1971.

El 12 de octubre de 1971 en horas de la tarde observamos una embarcación en el horizonte. Aquella embarcación nos fue sospechosa, pues no navegaba ni al este ni al oeste, sino con rumbo sur. Yo era el jefe del puesto fronterizo en aquel momento, llegué a la torre, vi la embarcación y me di cuenta que navegaba rumbo a nosotros. Di la orden de mantener la observación e informar de inmediato cualquier maniobra que hicieran.

Cuando cae la noche solamente se escuchaba el ruido de un motor muy potente ya en la boca de la bahía y Lidio Rivaflecha, que era oficial operativo del departamento de la Seguridad del Estado, y yo, decidimos llegar hasta las posiciones a dar las últimas indicaciones en el terreno.

El compañero de la ametralladora, el que estaba en la parte de barlovento, Rafael Tejeda Toledo, tiró 300 tiros concentrando el fuego el barco más grande. Esto hizo que se mantuvieran a raya durante las dos horas y diez minutos que duró la acción.

El buque madre tiró las primeras ráfagas con la ametralladora 50, las tiró por encima del caserío, hiriendo a las niñas Nancy y Ángela Pavón, incluso Nancy perdió una pierna a causa de la herida.

El pantalón que yo traía puesto tiene más impactos de bala que los que me tocaron a mí. Quiere decir que me tiraron más y me pasaron más tiros cerca que los que me dieron en realidad.

Caí debajo de unos escalones en el puesto de mando y a tres pasos de mi cayó Rivaflecha, lamentablemente él murió. El sepelio fue en Santiago de Cuba.

Otro testimonio, también desgarrador, culmina esta historia: Griselda Rivaflecha, la hija de Lidio, que tuvo que crecer sin su papá. 

Mi papá fue víctima del terrorismo en Boca de Samá. Yo tenía once años. Nos fueron a avisar por la mañana, bien temprano. Nos trasladaron para Santiago de Cuba para el funeral. Lo enterraron en el panteón de los mártires en el cementerio de Santa Ifigenia.

Mi mamá recogía café y cuando le dieron la noticia, en medio del campo, se desmayó. Fue un impacto grande. Ese día además de ser muy triste, estaba nublado, yo lo llamo como el día oscuro. Mira cuántos años hace y duele todavía.

Las palabras del chino Escalante son lapidarias:

Hay daños irreparables que hemos sufrido los cubanos. No hay dinero con que indemnizar a las familias cubanas. No hay dinero que pueda indemnizarnos, la dignidad del pueblo cubano no hay dinero con qué pagarla.
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