Gran religiosidad se respira en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, donde miles de visitantes y locales viven —a su manera— el espíritu de la Semana Santa.
La aglomeración y el colorido del Paseo de la Sexta es diferente al habitual que caracteriza a ese trayecto, extendido desde la 18 calle hasta la Plaza Mayor de la Constitución, en la zona uno.
Muchos vendedores ofertan ramos de hojas de palma y siemprevivas, figuras de cucuruchos (cargadores) en miniatura, crucifijos, dulces, granizadas… y mucho más de lo humano y lo divino.
Durante el asueto de Semana Santa se puede ser testigo de por lo menos 90 procesiones que pasan sobre alfombras elaboradas con aserrín que cubren parte del pavimento de céntricas arterias.
Jesús de los Milagros, Jesús Nazareno de la Merced, Jesús de las Palmas y el Nazareno de Las Tres Potencias son algunas de las imágenes que sostienen en andas decenas de cucuruchos, denominados así por el gorro en forma de cono que portan penitentes y cofrades en las liturgias de la Semana Mayor.
A través de esos cortejos pervive una tradición católica centenaria, que aún tiene arraigo en Antigua Guatemala, donde radicó la capital hasta después del devastador sismo de 1773.
En el aire se siente el olor a corozo o corojo (semilla de palma) y el humo de incienso cuando se desarrollan los ritos religiosos al ritmo de la música triunfal, que eleva la calidad dramatúrgica del acto.
Ya sea con 28 grados Celsius de temperatura o menos, las personas asisten a las ceremonias religiosas que se realizan al aire libre o a las misas celebradas en el interior de las iglesias de esta ciudad.
Seres con muletas, bastones o en sillas de ruedas acuden a ver los desfiles y cultos. También van los ancianos, padres, madres o niños, vestidos con ropa moderna o con artísticos trajes tradicionales.
*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).
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