«Hablar de corrupción en Colombia, parece ser un tema que se desvanece como el humo que no tiene por donde verse o entenderse. Pero solo cuando ves de frente las consecuencias de este fenómeno común en nuestra sociedad, el hambre, la represión o las mismas rejas, te sientes obligado a describirlo. Hemos querido compartir esa fábula aventurera sobre algunas de nuestras experiencias estando privados de la libertad. Seguro una palabra con algo de creatividad permita ver algo que a diario vivimos miles de presos en el país».
La antigua fábula, donde miles de ratas invaden un poblado haciendo de la vida de sus habitantes una pesadilla, no dista de ser una alegoría a la realidad que se vive en esta gran comarca de la injusticia, conocida como cárcel la Picota. Es curioso ver cómo proliferan en sus alrededores, una gran cantidad de hoyos por donde pululan estos roedores de pelo mustio y bastos bigotes, al acecho de cuanto desperdicio caiga por las ventanas y rejas del Eron. Suele vérseles a plena luz del día a paso tranquilo y descarado, compitiendo con las palomas por alcanzar el rescoldo de un plátano mal cocinado, que algún preso prefirió no comer; o el trozo de pollo sanguinolento, que por salud, un antiguo doliente no quiso incluir en su paupérrima dieta carcelaria, mejor conocida como wimpi.
Sin embargo, la dura situación ha llevado a que los reclusos, lejos de hacer a un lado la comida que les provee el INPEC, han optado por re-cocinarla, re-prepararla o simplemente mejorarla con algo de agua caliente, sal y mucho ingenio. Por supuesto, esto ha producido una crisis colateral en las ratas y en sus posibilidades alimentarias alrededor del Eron. Por simple principio de supervivencia, los miles de roedores apuntaron a penetrar en la estructura y arrebatar los alimentos que tanto les hace falta.
Comandos bien armados de potentes garras y fino olfato, fueron ingresando por cualquier espacio disponible al bien custodiado rancho de las torres del Eron. Como en todo conflicto, hubo un sinnúmero de bajas, pero los aguerridos roedores lograron fundar una potente colonia al interior de la cocina, y generaciones enteras de nuevas ratas nacidas allí, han recordado con honores a las primeras valientes que se sacrificaron por el futuro de su especie.
La nueva colonia, lejos de tener malas relaciones con los humanos, encontraron en ellos unas ratas igual de aguerridas y entregadas a las luchas por el pan. Solo que estas ratas con menos pelo y erguidas en dos patas, son más egoístas y cualquier empresa que inician va dirigida al pecunio propio y en detrimento de los intereses de los demás. Sorprendida, la colonia de roedores vio como las ratas de dos patas, pulcramente vestidas con uniformes camuflados y cachuchas del INPEC, permiten el robo de los alimentos de los presos, hacen extorsiones a nombre de la ley, secuestran cocinas, mercados, teléfonos y demás objetos personales, con la finalidad de cobrar rescate a los desdichados que viven el encierro de sus patios y sus celdas. En fin, vieron tanta cosa deshonesta y criminal que las nuevas y aguerridas generaciones de ratas del rancho de la Picota, decidieron entrar en acción como un gesto de solidaridad de clase —más no de especie— con los reclusos de las torres, y emprendieron una campaña de contaminar y sabotear el frágil orden y aseo de la cocina para que los órganos de control que vigilan las condiciones de salubridad del lugar, se dieran cuenta de lo que allí pasa con las ratas de dos patas.
Fue así como, durante la noche previa a la visita de sanidad, las miles de ratas del rancho pusieron en lugares visibles cantidades de carne descompuesta, papas engusanadas, tomates y verduras medio podridos y millares de cagarrutas por todo el sitio. Fue tan complicada la ejecución de la misión, que la colonia de roedores se echó a dormir exhausta, y sólo se despertó por el escándalo que se armó cuando sanidad hallo el pésimo estado de los alimentos y las precarias condiciones en que estos son manipulados y procesados. Felices, las ratas celebraron aquella noche su victoria, sin imaginarse que su algarabía fue escuchada por una rata de dos patas que, al instante, informó a los demás de su especie, y en conjunto declararon la guerra a muerte contra la colonia saboteadora.
Los resultados son los mismos que cuando una nación con mucho poder aplastar a otra que no lo tiene: cientos de familias de roedores destruidas; niños, mujeres y ancianos masacrados; hogares derruidos; y miles de desplazados. El rancho de la picota fue el escenario de uno de los peores crímenes de guerra en contra de las ratas. Y, por si fuera poco, los medios de información se mantuvieron en silencio para no alterar el siguiente golpe que preparaban.
— ¡Santrich se va en libertad!
— ¿Cómo? ¡Eso no puede ser posible! Esa rata no puede gozar de su curul en el gobierno. Hay que aplastarla. Además, hay informaciones de la DEA que confirman su presunta participación en el sabotaje realizado al rancho de la picota.
— ¡Cómo va a ser! Tenemos que poner al tanto a la fiscalía y al CTI. Les devolveremos el golpe a esas ratas.
Las escenas son conocidas por todos. Un hombre inocente, ciego, en silla de ruedas, sedado, fuera de su plena capacidad para defenderse; fue sacado de la estructura donde estuvo encarcelado injustamente durante un año, para que a la vista de familiares, amigos, medios de comunicación y muchas ratas de dos patas vestidas con uniforme, fuera recapturado y puesto a disposición de las autoridades colombo-norteamericanas que le esperan como un trofeo, en su imparable lucha contra los roedores que no dejan de soñar con un país justo, libre e independiente.
Hoy dejo de lado mi silencio. Y en honor de las ratas asesinadas, encarceladas injustamente y sometidas al hambre y el destierro, elevo mi chillido en esta misiva justiciera que cuenta cómo fue destruida la colonia de roedores del Eron Picota en su solidaria lucha con los mancillados y mal alimentados presos del establecimiento carcelario; y además, pone a la vista de todos el engranaje mentiroso con que vuelven a capturar a Santrich y le someten —física, mas no mentalmente— ante un Estado arrodillado a los intereses norteamericanos.
Con supremo espíritu de honor y de justicia, una desterrada rata de la Picota.
Posdata: Un amigo me preguntó qué pasará con la colonia de ratas de dos patas que se pavonea como si fueran todo poderosas, y hasta dicen que su poder viene de ratoneras de la fiscalía, el ejército nacional, y la policía, y que, sin más, también ocupan altos cargos en el congreso de la República. Esperamos fervientemente que vayan por ellas.
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