Transcurrieron más de cinco siglos de intenso batallar para que América Latina y el Caribe, por primera vez en su historia de emancipación, lograran conformar a finales de 2011 una organización puramente «nuestramericana»: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). ¿Cómo se pudo alcanzar la integración de sus naciones? ¿Cuánto contribuyó la Revolución Cubana para lograr ese importante acontecimiento? ¿Qué habría ocurrido si Cuba hubiera aceptado el retorno a la Organización de Estados Americanos (OEA)? ¿Existiría la CELAC? ¿Cuánto se avanzó en sus primeros cinco años de constitución y cuáles son sus principales desafíos? ¿Quiénes hicieron posible el sueño de los libertadores de América?
Aproximarse a las respuestas de estas interrogantes representa un reto para cualquier investigador. Propongo hacerlo desde el pensamiento del más fiel seguidor de las ideas y la acción del líder más trascendente del siglo xx en América Latina y el Caribe, y quien además es su hermano de sangre, luchas y victorias: el General de Ejército Raúl Castro Ruz. Junto a Fidel, ha combatido durante más de sesenta años contra la hegemonía imperial y ha perseverado en alcanzar la verdadera independencia y unidad de la Patria Grande.
Desde la época de estudiante en la carrera de Administración, de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, siguió el mismo camino transitado por Fidel, y se convirtió en un activista del movimiento estudiantil. Participó en la organización y realización del Congreso Nacional Martiano en Defensa de los Derechos de los Jóvenes Cubanos y en el Desfile de las Antorchas como homenaje al centenario del natalicio del apóstol de la independencia de Cuba, José Martí.
Con solo veintiún años de edad, Raúl presidió la delegación cubana que asistió a la Conferencia Internacional sobre los Derechos de la Juventud, celebrada en Viena, Austria, y trabajó en el Comité Internacional Preparatorio del Cuarto Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Bucarest, Rumanía. En ambos eventos estableció relaciones con los delegados de los países latinoamericanos y se interesó particularmente por la experiencia alcanzada por el gobierno progresista de Jacobo Arbenz en Guatemala.
De regreso a La Habana en el barco Andrea Gritti y recién cumplidos sus veintidós años de edad, Raúl invitó a dos amigos guatemaltecos, que representaron a su país en las citas estudiantiles, a bajarse en el puerto venezolano de La Guaira, y «sin sacudirse el polvo del camino» visitaron la estatua del libertador Simón Bolívar en Caracas, como mismo lo había hecho José Martí setenta y dos años antes. A su llegada a Cuba se incorporó a la lucha política, ingresó en la Juventud Socialista y participó en el asalto al cuartel Moncada.
Nadie mejor que el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, para referirse a su extraordinaria trayectoria. En el libro Un grano de maíz, Fidel argumentó: «Raúl es un hombre de cualidades excepcionales, ha sido el segundo al mando de la Revolución y desde el primer momento fue muy serio, muy responsable, muy consagrado, muy comprometido, muy valiente, y eso se demostró desde el ataque al Moncada, cuando muestra una agilidad mental de tigre, reacciona, y le quita la pistola al sargento que lo tenía prisionero y hace prisionero a los soldados».
Precisó además que «todo el que llega a conocerlo y a intimar con él se da cuenta de su humanismo, de su gran calidad y de sus sentimientos; se sorprenden de un Raúl que le han pintado belicoso, agresivo, duro, cuando ven los sentimientos de amistad, de cariño y afecto que es capaz de tener por la gente. Y ha sido un gran formador y un gran educador».
A ninguno de los dos principales líderes de la Revolución Cubana les gustan los elogios y mucho menos el culto a la personalidad, pero «honores a quienes honores merecen». Es un privilegio para Nuestra América, y en particular para Cuba, contar con Fidel y Raúl, dos hombres que se complementan en la teoría y práctica revolucionaria.
De ahí que las dos compilaciones que presentamos con la editorial Ocean Sur, Fidel Castro y los Estados Unidos: 90 discursos, intervenciones y reflexiones y Raúl Castro y Nuestra América: 86 discursos, intervenciones y declaraciones, se complementan en el tiempo a la vez que sus temas son abordados por sus principales protagonistas desde las posiciones antiimperialistas que los caracterizan y a favor de la soberanía de los pueblos, la unidad, la paz y el porvenir de los países al sur del Río Bravo. Es este un mundo que ambos han demostrado que es posible y que sí se puede construir en un planeta donde actualmente habitamos más de 7 000 millones de seres humanos, de ellos más de 600 millones son latinoamericanos y caribeños.
Para la presente compilación revisé 1 468 discursos, intervenciones y declaraciones del presidente cubano, Raúl Castro Ruz, y seleccioné, cronológicamente, 86 fragmentos vinculados fundamentalmente a Nuestra América, desde la entrevista de prensa que ofreció en el contexto de la Reunión de Cancilleres de la OEA, en Santiago de Chile, el 24 de agosto de 1959, hasta el discurso pronunciado el 25 de enero de 2017, en República Dominicana, en la V Cumbre de la CELAC.
El libro está estructurado por décadas y por cada año fueron seleccionados uno o dos discursos, en los cuales Raúl, en diferentes escenarios y sobre diversos temas, abordó la historia común de los pueblos latinoamericanos y caribeños, signada por el propósito de alcanzar su independencia y lograr la integración, por las acciones del poderoso vecino del Norte para impedirla y por los esfuerzos de Cuba para resistir, desarrollarse y concretar los sueños de los libertadores.
Durante los cincuenta y ocho años transcurridos desde la Revolución triunfante impacta la sabiduría de Raúl, su valentía ante las agresiones del imperio, su optimismo ante las dificultades, el dominio de la historia, la elevada cultura, la sensibilidad humana, el esfuerzo en la preparación de la defensa del país, en las tareas organizativas de la nación, su cubanía, la contribución a la paz de la región, la brillantez política y diplomática, sus energías para lograr la conformación de la CELAC y, sobre todo, su fidelidad a las ideas de Fidel. Mantiene fuerte la espada para que no pase el gigante de las siete leguas por América Latina y el Caribe, que vive hoy los efectos de una fuerte y articulada contraofensiva imperialista y oligárquica.
Este libro constituye un modesto homenaje al 60 aniversario del desembarco del Granma y día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; una organización en la cual el General de Ejército se desempeñó como ministro por casi cuarenta y nueve años y aplicó certeramente su pensamiento estratégico de «evitar la guerra equivale a ganarla».
Aspiro a que el lector, al adentrarse en estas páginas, se sienta estimulado a buscar y estudiar el contenido íntegro de los 86 discursos que aquí se compilan y continúe investigando sobre su prolífera obra. Deseo que este texto constituya también una herramienta útil para las presentes y futuras generaciones, un buen pretexto para reflexionar sobre cuánto han hecho la dirección histórica de la Revolución Cubana junto a su pueblo por hacer realidad las ideas del Maestro. Estoy seguro de que cuando concluyan la lectura de ambas compilaciones los lectores coincidirán en que el más martiano de todos los cubanos es sin dudas Fidel Castro Ruz, así como el más fidelista de todos es Raúl Castro Ruz, dos grandes hombres absueltos por la historia.
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