Contrapunteo

¿Quién hizo explotar el Nord Stream?

15 mar. 2023
Por

En el aniversario de la guerra en Ucrania, la narrativa bélica se ha visto eclipsada por una saga especulativa: ¿quién voló los gasoductos que a través del Mar Báltico conectaban a Rusia con Alemania para suministrar gas ruso de manera directa y ágil a Europa?

El atentado terrorista —porque ya existe un consenso bastante generalizado de que no fue un accidente sino un deliberado ataque— tuvo lugar siete meses después de comenzada la operación militar rusa en territorio ucraniano y ha tardado otros cinco meses para que los medios rescaten la atención sobre un tema en el que hay muchos dedos acusadores y pocas ganas de emprender una investigación rigurosa.

El primero en tirar del hilo, después de que los gobiernos implicados en el conflicto ruso-ucraniano se incriminasen los unos a los otros, fue el periodista estadounidense Seymour Hersch. De acuerdo con el comunicador, en su artículo «Así eliminó Estados Unidos los gasoductos Nord Stream», la administración de Joe Biden y la CIA fueron los responsables directos de las dos explosiones que inutilizaron las tuberías que transportaban el gas.

La impactante revelación le echó leña a un fuego ya bastante ardiente con todo tipo de pirotecnia incluida como es el enfrenamiento de los dos musculosos e históricos rivales: Estados Unidos y Rusia. Por muy escandaloso que sonase a estas alturas la aseveración de Hersch, seguramente, cuando sucedió la voladura de los conductos, a más de una persona le pasó por la cabeza que la orden bien podría haber venido de la Casa Blanca, a fin de cuentas, a quién le molestaba más que a nadie este negocio.

Pensemos en los actores: Rusia le saca provecho a sus grandes reservas y suministra a los vecinos europeos uno de sus productos estrellas que le ingresa grandes dividendos. Europa, necesitadísima de este recurso, sobre todo en sus crudos inviernos, lo tiene directo, por tubería de un cercano proveedor que se lo da a precio razonable, barato si miramos después los precios que Estados Unidos le ha dado a su «gran amigo europeo». Y Estados Unidos es a quien no le gusta que su aliado se vuelva tan amigo y dependiente del enemigo de Washington y le quite además la posibilidad del gran mercado europeo y lo prive de lo que para la primera potencia es más importante: tener todos los títulos habidos y por haber, «el primer socio», «el mayor proveedor», «el primer productor», «el primer exportador». En fin, que convencer a Europa de atentar contra sus propios intereses —esto es que no poca gente tenga que decidir si pagar calefacción o cocinar con gas— para enemistarla con Rusia poniendo a la pequeña Ucrania invadida por el oso como el pretexto, ha sido tarea primordial para los funcionarios norteamericanos de todos los niveles.

Pero a la seducción argumentativa hay que darle hechos concretos y para hacer entrar en razón a Europa, había que cerrarle el grifo ruso, y que de pronto, volase por los aires fue muy oportuno y conveniente. Estados Unidos intentó primero manipular a Alemania para que se opusiera al Nord Stream 2 —el segundo de estos gasoductos que duplicaría el flujo de gas— e hizo todo lo posible porque demoraran los certificados pertinentes en lo que esperaba que saliera del juego político una Ángela Merkel más simpatizante con Vladimir Putin para redondear el plan.

Finalmente, se activó el botón de guerra en Ucrania, el conflicto pasó a titulares cotidianos y se desató la rusofobia. Tal es así, que cuando explotó el Nord Stream, la primera culpa cayó nada más y nada menos que en Moscú, que obviamente respondió a las acusaciones con los calificativos de «predecibles, estúpidas y absurdas». ¿Qué sentido retorcido tendría que Rusia saboteara su gallina de los huevos de oro? Que todo apuntase a la CIA, era un grito, pero mudo, porque sin evidencias, se impone la presunción de inocencia.

El asunto es que hace más de cinco meses explotaron las instalaciones de esos gasoductos y ni una sola pista, avance ni mucho menos conclusión. ¿Por qué es tan difícil de esclarecer la trama? Además del evidente deseo de silenciar los hechos, estamos hablando de conductos a 80 metros de profundidad que se extienden por una zona del tamaño de tres campos de fútbol. Se necesitan tecnologías y equipos de última generación. ¿Quiénes lo posees? Rusia y Estados Unidos. A Moscú no la dejan liderar la investigación, porque le echan la culpa de todo y los que están en el medio, los europeos —concretamente Suecia y Dinamarca, porque son sus aguas territoriales las afectadas— han pensado en pedir ayuda a los estadounidenses, pero sopesan la idea de que, si fueron ellos los autores del atentado, bien podrían borrar sus propias huellas. Por lo pronto, se sabe que hay investigaciones aisladas, cada quien por su cuenta y riesgo, sin coordinación y ello puede demorar el caso o dar resultados no del todo concluyentes.

Por lo pronto, ha salido esta declaración de Hersch con puntos, comas y señales de una fuente anónima, pero evidentemente cercana a la orden dada a presuntos buzos de la marina estadounidense, que dieron rienda a un supuesto plan aprobado por Biden y con ayuda de Noruega. El cuento corto es que estos buzos habrían aprovechado unos ejercicios militares de la OTAN, habrían plantado los explosivos tres meses antes y después, de forma remota, mediante una boya que emite unas ondas sonoras los habrían activado y «boom».

Un elemento central a la hora de cuestionarse la veracidad de esta versión es su autor. El periodista Seymour Hersh, premio Pultizer por demás, ha destapado un montón de escándalos estadounidenses anteriores: la masacre de My Lai en Vietnam, la mentira de las armas químicas en Iraq, las torturas en Abu Ghraib, y todas terminaron siendo verdades como roca. Con razón, desde el partido Republicano le han llamado «la cosa más cercana que tiene el periodismo estadounidense al terrorismo», y por los antecedentes, ya se sabe por qué y a quiénes Estados Unidos les suele denominar terroristas.

Obviamente, la Casa Blanca y la CIA han dicho que es una ficción completamente «falsa» toda esta historia de Hersh, ante lo cual Edward Snowden, el exanalista de seguridad que bien sabe de las interioridades del país donde nació y le ha costado caro exponerlas dijo: «¿pueden pensar en cualquier ejemplo en la historia de un operativo secreto del que la Casa Blanca era responsable pero lo negó firmemente?».

El destape del periodista norteamericano ha provocado una oleada de nuevas revelaciones y todas, coincidentemente, apuntan a la presunta autoría de un grupo ucraniano privado, es decir, no afiliado al gobierno de Volodímir Zelenski, en la voladura de los gasoductos Nord Stream. Primero, dos influyentes medios de prensa: el diario estadounidense The New York Times y el semanario alemán Die Zeit, coincidieron en revelar también de fuentes anónimas que ni Estados Unidos ni tampoco Europa tendrían nada que ver en el atentado, que es la hipótesis manejada inicialmente por Hersch. Luego se sumó a esta versión el tabloide británico The Times, agregando que los países occidentales sabían desde hace meses quiénes estarían detrás del ataque, pero decidieron ocultarlo al público.

De acuerdo con estos medios, la información es el resultado del análisis de nuevos datos de inteligencia, y uno se pregunta por qué aparecen en este minuto y no antes. El semanario alemán refiere que el hecho fue llevado a cabo por un equipo de seis personas —dos de ellos buzos— utilizando un yate alquilado por una empresa registrada en Polonia y propiedad de dos ciudadanos ucranianos. The New York Times, por su parte, dice que no puede detallarse quién formó parte del grupo que atacó los gasoductos, ni quién dirigió la operación o pagó por su realización, pero las fuentes hicieron hincapié en que ningún ciudadano estadounidense ni británico participó en el sabotaje. Muchas lagunas para tan tajante conclusión, por lo que no es descabellada la idea rusa de que se trate de «bulos mediáticos».

Por último, aparece ahora una antena a 30 kilómetros del lugar donde ocurrieron en septiembre las primeras explosiones que pudiera ser un tipo de artefacto para operar detonaciones a distancia. Fue una embarcación de la empresa rusa Gazprom la que hizo el descubrimiento y ante ello, el presidente Putin ha insistido en que sabotajes de este tipo solo pueden ser ejecutados por «especialistas y respaldado por todo el poder de un Estado, que tiene ciertas tecnologías», con lo cual tildó de «tonterías» las informaciones que ahora pretenden posicionar los medios occidentales de comunicación.

En tanto las teorías conspirativas se entrecruzan para confundir más que desentrañar, la guerra en Ucrania y el enfrentamiento de Occidente con Rusia avanzan con toda su crudeza y dejan tras de sí una crisis multidimensional, en la que también está en juego la verdad.

enviar twitter facebook

Comentarios

0 realizados
Comentar