Telegram en la mira. La detención en Francia del Director Ejecutivo de la plataforma, Pável Dúrov, ha reabierto la polémica en torno a la seguridad, transparencia e independencia de las redes sociales. También se ha trasladado la polarización política al dominio de estas empresas y ha emergido una descarnada lucha por llevar las ansias de dominación al terreno tecnológico y del ciberespacio.
El CEO de Telegram fue detenido el pasado 24 de agosto en un aeropuerto cercano a París cuando regresaba de Azerbaiyán en su avión privado. Un día después, las autoridades judiciales parisinas prolongaron la custodia policial de Dúrov, la cual podría extenderse hasta las 96 horas para luego liberarlo o presentar cargos y mantenerlo en prisión preventiva. Ante los reclamos, el presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró que la detención del conocido como Zuckerberg ruso «no es en modo alguno una decisión política».
Dúrov, de 39 años, es ruso de nacimiento, pero posee la ciudadanía francesa, entre otras nacionalidades y residencia en Dubái. Al empresario multimillonario se le acusa de no haber tomado medidas para impedir que su aplicación fuese usada para tráfico de drogas, delincuencia organizada, fraude, promoción del terrorismo y ciberacoso.
Telegram funciona como una aplicación de mensajería estándar, como iMessage o WhatsApp, pero también alberga canales y grupos en los que un gran número de personas pueden difundir ideas y comunicarse. Son estos canales los más cuestionados por no limitar la cantidad de personas, ni establecer líneas rojas en el intercambio de mensajes. Se le achaca entonces ser nicho de pedófilos, criminales, terroristas y todo tipo de asociación extremista que busca medios seguros de reclutamiento y difusión de tendencias.
Tras el arresto de su fundador, la oficina central de Telegram publicó un mensaje en el cual afirma que cumple con las leyes de la Unión Europea, incluida la Ley de Servicios Digitales y que su director ejecutivo no tiene nada que ocultar. «Es absurdo afirmar que una plataforma o su propietario son responsables del abuso de esa plataforma», así lo denunciaba la empresa.
Como parte de las reacciones externas, el exoficial de inteligencia estadounidense, Edward Snowden, afirmó que la detención de Dúrov es «un ataque a los derechos humanos básicos de libertad de expresión y asociación». Snowden bien conoce las interioridades de la relación gobierno-tecnologías y cómo se manipula en función de intereses políticos, económicos y hasta guerreristas.
La cancillería rusa ha informado que envió una nota a París reclamando acceso consular al detenido. Poco después, desde el Kremlin se conoció que Moscú estaría dispuesto a organizar la defensa jurídica del arrestado. El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov advirtió que si no se prueban las graves acusaciones contra Dúrov, «habrá un intento directo de restringir la libertad de comunicación. Y podemos decir que incluso una intimidación directa al jefe de una gran empresa. En otras palabras, se trataría de política, algo que el señor Macron negó».
Vale aclarar que aunque a Telegram se le conoce como una plataforma rusa, pues fue fundada en suelo ruso y por los hermanos rusos Dúrov, la compañía tuvo también encontronazos con el gobierno de Vladímir Putin y mudó sus oficinas, servidores y centro de operaciones a los Emiratos Árabes Unidos.
No obstante, es la App de mensajería preferentemente usada en Rusia y su consumo se ha extendido por el resto del mundo, llegando a los 950 millones de usuarios. El favoritismo ha tenido que ver precisamente con los escándalos que han salpicado a la competencia, sobre todo a WhatsApp, y la seguridad y libertad que los diseñadores de Telegram le acuñan, esa misma libertad y seguridad que hoy pone en tela de juicio a su fundador.
Elon Musk, propietario de la red social X, que ha adoptado un enfoque similar de no intervención en la moderación de contenidos, publicó «#FreePavel» y agregó «es 2030 en Europa y te ejecutan por darle Me gusta a un meme».
En medio de la trama que se cierne sobre la captura del CEO de Telegram, otro poderoso ejecutivo de las tecnologías hizo revelaciones que dejan en tela de juicio las ambiciones, negocios y manipulaciones que rodean a las principales plataformas del momento. El dueño de Meta, Mark Zuckerberg, confesó que el gobierno de Joe Biden presionó a su compañía para que censurara publicaciones sobre el coronavirus en sus páginas.
«En 2021, altos funcionarios de la Administración, incluida la Casa Blanca, presionaron repetidamente a los equipos de Meta para que censuraran ciertos contenidos relacionados con el covid-19, incluidos el humor y la sátira, y expresaron mucha frustración cuando no estábamos de acuerdo», señaló Zuckerberg en una carta dirigida al Comité Judicial de la Cámara de Representantes.
En la misiva, el magnate de las tecnologías admitió que su empresa llegó a incurrir en restricciones de ciertos contenidos para favorecer la imagen de Biden, previo a los comicios presidenciales de 2020 en Estados Unidos. Asimismo, Zuckerberg subrayó su intención de mantenerse neutral en las elecciones de este año, después de que fuera acusado de influir en las pasadas votaciones.
Por su parte, Musk, consideró que las revelaciones del director ejecutivo de Meta son una «violación a la Primera Enmienda estadounidense». Musk afirmó que su propia plataforma «apoya todos los puntos de vista» dentro de los límites legales, algo que, sin embargo, quedó en entredicho durante las recientes elecciones en Venezuela, cuando el también dueño de Tesla emitió una gran cantidad de fake news en una evidente toma de partido a favor de derrocar el gobierno de Nicolás Maduro.
Telegram, por el momento, no se ha visto implicado en ese tipo de sesgos o descarada simulación de democracia informativa. La plataforma es acusada de exactamente lo contrario: ser tan desregulada y estrictamente cifrada, que no permite la intromisión de gobiernos o grupos de poder, pero sí da espacio a ser usada por todo tipo de extremistas para los más oscuros fines.
Si bien es cierto que son esas imputaciones las que pesan ahora sobre Pável Dúrov, un medio de prensa turco aseguró en sus páginas que el verdadero objetivo de la captura del CEO, es encubrir lo que realmente está pasando en la Franja de Gaza. El diario turco Sabah afirma que los países occidentales no quieren que la sociedad internacional sepa la situación en la Franja, ni el número de muertos y heridos, proporcionados por varios canales palestinos de Telegram tras los ataques de Israel. «No se trata de una violación de las leyes francesas, como nos intentan explicar, sino que quieren que se cierren los canales de noticias antisionistas que la plataforma de Dúrov no censura», refiere el artículo turco.
Lo cierto es que no se conoce que Telegram haya pactado con gobierno alguno para la entrega de datos e información de sus usuarios, una práctica habitual del resto de las compañías de este tipo. Como que también es evidente la cacería de occidente contra toda herramienta tecnológica hecha fuera de sus predios, siempre que gane en popularidad y alcance notorio. Hay antecedentes de persecución a Huawei y TikTok, por solo citar las más atacadas y cuestionadas en Estados Unidos y Europa. Ahora tocó el turno a Telegram.
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