El reciente asesinato del afroestadoundiense George Floyd ha provocado cientos de protestas que se han extendido por todos los estados de la Unión. Las manifestaciones han devenido en la respuesta de una parte de los estadounidenses a las múltiples crisis por las que atraviesa ese país. Uno de los aspectos más visibles en estos eventos ha sido la amplia y activa participación de los jóvenes. Durante el funeral de Floyd en Minneapolis, el reverendo Al Sharpton dijo: «cuando miro estos tiempos, veo marchas que en algunos casos los jóvenes blancos superan en número a los negros».
En las diferentes manifestaciones que han estremecido a la nación estadounidense, se han mezclado las dos generaciones más jóvenes de Estados Unidos: los llamados millenials que en estos momentos tienen entre 24 y 39 años, así como la nombrada como generación Z en la que los más «viejos» tienen apenas 23 años. En las protestas sus caras son las más visibles porque constituyen la mayoría de los que han decidido lanzarse a las calles espontáneamente debido a que comparten muchos intereses y, en especial, sienten que es un momento único para promover cambios imprescindibles en un sistema que los ha manipulado y defraudado.
Si bien las demandas fundamentales de estas manifestaciones se han centrado en exigir el cese del racismo sistémico, eliminar la brutalidad policial y abogar por una reforma del sistema de policía, esos jóvenes son portadores de una profunda frustración con el modelo de capitalismo que le han impuesto y consideran que ya es suficiente por lo mismo que dijo Floyd cuando era asesinado: «no pueden respirar».
Por lo tanto, los millenials y los miembros de la generación Z están actuando con una rebeldía que no solo puede circunscribirse a una mera incorfomidad con la problemática específica del racismo sistémico que sufre Estados Unidos. Si analizamos estas protestas en su contexto y momento histórico, es evidente que las motivaciones de estos jóvenes son más profundas, aunque no sean capaces de articularlas en exigencias que culminen en resultados concretos o ni siquiera algunos tengan claro las esencias de por qué se han lanzado a tomar las calles.
Ellos están reaccionando a todas las pandemias que coexisten hoy en esa nación que fundamentalmente se expresan en: una desigualdad extrema en la distribución de la riqueza, una polarización social que convierte a la sociedad en una especie de grupos rivales que no se toleran mutuamente, el incremento de la violencia, el racismo y la pobreza de todo tipo sin límites visibles o mecanismos capaces de controlarlos, la guerra interminable entre las diferentes ideologías y partidos políticos por disputarse las cuotas de poder, así como la vergonzosa corrupción política que tiene su máxima expresión en el presidente de Estados Unidos, quien es el principal patrocinador del odio y la división del pueblo estadounidense.
Por último, la pandemia del nuevo coronavirus ha contribuido a la aceleración de todos estos «males crónicos» y ha evidenciado la incapacidad de un sistema sanitario que ha colapsado llegando a ocasionar en suelo estadounidense más del doble de las muertes sufridas por los soldados norteamericanos en Vietnam. Si bien los millenials y la generación Z no están por sus edades dentro de la población de mayor riesgo, sí constituyen un segmento muy golpeado por el resto de las pandemias económicas, políticas y sociales.
Este ambiente es profundamente tóxico y estos jóvenes han tenido que convivir con estas «enfermedades» que lamentablemente no pueden ser tratadas en los marcos definidos por el actual modelo de capitalismo que rige en la nación estadounidense. Varios de ellos saben que tienen la capacidad y el potencial suficiente para transformar el status quo en el mediano y largo plazo debido a que en las próximas décadas están llamados a convertirse en los futuros líderes de ese país. En ese sentido, muchos comprenden que el primer paso implica involucrarse en el «juego de la política» y un primer objetivo claro de la mayoría es emitir un voto de castigo contra Donald Trump en las próximas elecciones presidenciales. ¿De cuántos jóvenes estamos hablando? ¿Qué peso podrían tener? ¿Cómo piensan?
Según los resultados de estudios demográficos recientes del Centro de Investigaciones Pew de Washington, podría concluirse que entre los Millenials y la Generación Z se concentraría casi el 30% del voto en las elecciones de Estados Unidos. Constituyen el segmento poblacional más numeroso y son aproximadamente el 40% de la fuerza de trabajo. Por lo tanto, tienen un peso fundamental en la participación política si se deciden a involucrarse y en la dinámica económica del país están desempeñando un rol esencial.
Teniendo en cuenta la filiación política de estas dos generaciones, el 50% de estos jóvenes se identifica como independiente como un reflejo del descrédito en que están inmersos los partidos demócrata y republicano desde hace varios años. Es decir, la mitad no encuentra en la agenda y programas políticos de la partidocracia tradicional ningún atractivo debido a que no responden a ninguno de sus intereses. Esta tendencia de cara al futuro es muy preocupante para los diferentes grupos de poder que controlan ambos partidos debido a que no es sostenible en el tiempo ignorar las exigencias y demandas de estas generaciones que están llamadas a convertirse en los «motores de cambio» de esa sociedad.
La élite política sabe que lo más desafiante y preocupante es que solo hay dos opciones: ambos partidos comienzan a modificar su agenda para acercarla a las prioridades de estos jóvenes o existe el peligro real de que tome mayor fuerza un movimiento político llamado «socialismo democrático» que sea capaz de convertirse en un tercer partido. En la práctica, la mayor capacidad de adecuación está en el Partido Demócrata y ya su candidato presidencial Joe Biden ha comenzado a dar las primeras señales en esa dirección. En esencia, sin el apoyo de una cifra importante de millenials y jóvenes de la generación Z no sería posible derrotar a Donald Trump.
Entre ambas generaciones existen diferencias sobre aspectos puntuales, aunque son más los elementos comunes que las divergencias. Entre las principales coincidencias sobresalen: 7 de cada 10 jóvenes se inclinan por el Partido Demócrata; la mayoría considera que es necesario un «gobierno más grande» que implemente programas sociales enfocados en favorecer a los sectores más vulnerables de la población; defienden que el gobierno tiene la responsabilidad de asegurarles a los estadounidenses la cobertura médica; consideran que la discriminación racial es la principal razón por la que la población negra en Estados Unidos no puede progresar, así como creen que los inmigrantes contribuyen a fortalecer el país y se oponen fervientemente a la construcción del muro en la frontera con México.
Estas posiciones están profundamente marcadas por las vivencia de estos jóvenes que en el caso de la generación Z nacidos a partir de 1997 son verdaderamente nativos digitales y no tienen ningún recuerdo claro del mundo antes de los teléfonos inteligentes. Los «más viejos» de ellos que hoy tienen 23 años, cuando los atentados del 11 de septiembre solo tenían 4 años y durante la crisis financiera del 2007 solo tenían 10 años. Por lo tanto, eran unos niños cuando ocurrieron las dos primeras grandes crisis del siglo XXI en la nación estadounidense. No era posible en aquel entonces salir a las calles porque sus preocupaciones e intereses estaban marcados por la ingenuidad de la infancia que para muchos pudo haber sido especialmente dura porque estas generaciones son muy diversas desde el punto de vista racial, étnico y cultural, lo que se refleja en que el 45% pertenecen a minorías (hispanos, afroamericanos, asiáticos y otras razas).
En esencia, esta «tercera gran crisis» que ha tenido un impacto devastador y no tiene precedentes en varias décadas, a la mayoría les ha estremecido su existencia como seres humanos y muchos de ellos han decidido canalizar toda su frustración y rebeldía gritando en las calles como una manera de demostrar que seguir sufriendo en sus casas o manifestarse en las redes sociales ya no es una opción. El factor catalizador en esta ocasión fue el asesinato de George Floyd, pero en el futuro próximo este tipo de protestas continuarán, e incluso, podrán ser de mayor alcance e intensidad. Quizás la de mayor impacto será en el mes de noviembre cuando Donald Trump es muy probable que ante un eventual fracaso en sus aspiraciones de reelegirse, decida dar un golpe de estado electoral en Estados Unidos y resistirse a entregar el despacho oval. Ante un escenario de esa naturaleza, los millenials y la generación Z ya tendrán más experiencia en las protestas sociales y podrían convertirse en la fuerza principal que conduzca y oriente el enfrentamiento a lo que sería la peor crisis de la institucionalidad estadounidense.
Nota: Foto tomada de la BBC.
Comentarios