Con las elecciones en Cuba en noviembre de 1924 muchos patriotas creyeron que la corrompida vida pública de la nación, el entreguismo por parte de nuestro gobierno hacia Estados Unidos y el hambre y la miseria que se padecía entonces, había llegado a su fin. La razón era una: llegaba al poder Gerardo Machado quien bajo el lema "agua, caminos y escuelas", anunciaba un programa electoral donde predominaban sus proyectos destinados al bienestar social, la educación, la sanidad y los viales.
Para garantizar la soberanía de la nación y la legitimidad de su gobierno, unas de las banderas enarboladas por Machado fue el principio de la no reelección —algo que violará después cuando la prórroga de poderes—. Uno de los programas que más trascendencia tuvo fue el referido a las obras públicas. En su programa Machado incluía la reparación inmediata de carretas, la creación de acueductos y desagües en las ciudades, la construcción de importantes proyectos entre los que figurarán después la Carretera Central y El capitolio. Cada una de ellas constituyó un grandísimo desvío de recursos y el enriquecimiento de los funcionarios del gobierno que se encargaban directamente de esas obras.
Otras de las medidas anunciadas iban encaminadas hacia el sector de la educación. Restablecer los estudios clásicos, instaurar la autonomía universitaria y realizar una campaña a favor de la instrucción primaria, donde aumentaría significativamente el número de escuelas, son sólo algunos de los temas abordados en el programa. El incumplimiento de estas medidas en pocos años, llevará a los universitarios a convertirse precisamente en la principal fuerza opositora de la dictadura machadista.
Para erradicar los males sociales el programa proponía un aumento gradual de los salarios, favorecer la creación de industrias que pueda abaratar los artículos de consumo, cierta libertad bancaria con la inspección del gobierno, proteger y adelantar la industria y al agricultura, aplicar leyes sanitarias, disminuir la mortalidad y “perseguir” a los funcionarios ineptos y defraudadores — cuando en verdad fueron los funcionarios ineptos, corrompidos y al servicio de Machado quienes persiguieron y asesinaron a los líderes obreros revolucionarios.
Otras medidas importantes tenían una estrecha relación con la situación política entre Cuba y Estados Unidos. Para actuar en relación con lo que había repetido en más de una ocasión, incluso en el propio territorio norteamericano, acerca de “servir con devoción a los intereses del pueblo” y “hacer lo posible para estrechar relaciones” entre ambas naciones, Machado propone iniciar la modificación del Tratado permanente entre Cuba y Estados Unidos para terminarlo, eliminar las barreras aduaneras en el intercambio comercial e intensificar el espíritu panamericanista.
De su proyección política en Cuba, Machado explicita en un discurso que su gobierno será “un gobierno genuinamente cubano, sostenido por el pueblo y por el Ejército”. Y anuncia las bases del futuro cooperativismo, al declarar la necesidad de unir a los cubanos de un partido y de otro. El espíritu demagogo de todo este programa se evidenciaría en los posteriores años de la República.
Como parte de su campaña el propio Machado manifiesta estar en contra de aquellos gobiernos que emplean la fuerza y encarcelan o asesinan a sus adversarios políticos. Aunque también alerta que de estar en peligro los intereses del país o la justicia alcanzada en su “estado soberano”, tomará medidas en contra de la ley por tal de salvaguardar esa justicia. Sin duda alguna, el dictador se refería a los intereses del país como a los intereses de su bolsillo o de su permanencia en el poder. Durante varios años estuvo violando la ley en contra de los verdaderos intereses del pueblo.
Como se puede apreciar el Programa Electoral de Machado no solo daba solución a las principales problemáticas del país en términos sociales y económicos, sino que proponía ciertos cambios políticos que contribuían a una mayor soberanía. La violación de este programa, sumado al carácter despótico, cuasi-fascista y dictatorial que asumiría después, hizo que el pueblo revolucionario lo echara fuera del poder y que sólo sea recordado hoy, como lo definiese Rubén Martínez Villena: “un asno con garras”.
Como siempre la historia nos deja lecciones. Esta vez queda claro que de un lacayo del imperialismo, puede nacer un dictador y un asesino. Cuidémonos entonces en América Latina de aquellos que lamen las botas yanquis y estemos alerta porque el peligro acecha.
Comentarios