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Padre Nuestro: la revuelta de las ellas

26 jun. 2023
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Desgarramiento. Ese es el sentimiento con que los espectadores pasan del silencio al aplauso cuando culmina la puesta de la última pieza teatral de la dramaturga Agnieska Hernández.  De la sala se sale pensando en la suerte de las niñas sin protección familiar en la América Latina de 2023 y en las víctimas de feminicidios, transfemincidios y travesticidios en la región.

Cuando la puesta concluyó, la sala del Centro Cultural Bertolt Brecht se inundó, primero por un silencio de conmoción y luego por un aplauso sin fin. El espectador no pudo evitar la sensación de desgarramiento y después de admiración por esos artistas, que dejaron su alma sobre el escenario. De camino a casa se van haciendo cuentas…

¿Si usted lee que a 12 mujeres las matan cada día en la región se preguntará quiénes eran, a qué se dedicaban o cómo vivían? La palabra víctima estará en la frente de todas ellas y ningún forense notará esa alteración física en la autopsia. Tendrán más relevancia las características del cuerpo y el diámetro de las heridas. Posiblemente, la misma marca invisible la lleven esas mujeres que desfilan en marchas multitudinarias, acuden a sus trabajos, crían a sus hijos o buscan qué comer en los mercados.

En esos lugares encontró sus personajes la dramaturga Agnieska Hernández cuando escribió su pieza teatral Padre Nuestro. La alocución de las Ellas consiste en el escándalo de decirlo todo y fundar un país donde los hombres no toquen a sus hijas.

Aunque definitivamente lo anterior sea solo un sueño. De acuerdo al Observatorio de la Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, en 2021 ocurrieron más de 4 400 femicidios o feminicidios en 29 países de la región. El primer término abarca las muertes violentas de las mujeres y las niñas. El segundo, como explicó la antropóloga Marcela Lagarde, incluye la omisión, negligencia y responsabilidad de las autoridades encargadas de prevenir y erradicar dichos crímenes.

El informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) registró las cifras más altas de estos crímenes en Honduras, República Dominicana, El Salvador, Bolivia y Brasil. También sumó al escalafón a Belice, Guyana y Jamaica, estos dos últimos solo contabilizan los homicidios cometidos por parejas o exparejas.

«El amor nunca cae desde arriba —dice una de Las Juntas—. El llanto es caliente y aquí abajo se ha llorado mucho».

Mientras se proyecta en el Centro Cultural Bertolt Brecht el texto: «La víctima más joven de Latinoamérica tenía tres meses de nacida», la actriz Lulú Piñera, con las flores rojas en la cabeza, recuerda a La Catrina ilustrada en 1873 por el pintor José Guadalupe Posada. «La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera», escribió el artista mexicano para acompañar el personaje, que hoy representa la lucha contra este crimen vicario.

El loco toca los lacitos de su hija, los bracitos de su hija, la inocencia de su hija. La madre convulsiona frente al micrófono y asciende la versión instrumental de La Llorona. Este loco tiene muchas caras, muchos cuerpos y muchos nombres. Padre Nuestro es su pesadilla, donde Las Ellas, Las Juntas se paran frente a su casa para recordarle lo que hizo.

Agnieska Hernández es feminista. No sucedió de un día para otro: «Vas viviéndolo en carne propia y en las carnes que te rodean —explica—. Sabes que es la única alternativa frente a un universo patriarcal de violencias laborales, corporales, psicológicas y vicarias. Abunda el «purple washing» en nuestras sociedades, porque para los estados es más fácil decir: la violencia en nuestra sociedad es menos violenta que en otras regiones. Los mapas de femicidios, trasfemincidios y travesticidios están ahí, aumentan todos los días. Ya no se trata solamente de los espacios femeninos, donde una como mujer independiente se libere, hay quienes no pueden salir de esos entornos crudos y violentos sin ayuda».

En el escenario se iza una bandera roja. Es la misma tela que viste a sus protagonistas, sobre la que tienen sexo o se usa para atar o asfixiarlas. El aquelarre le arrebata el micrófono al coronel y a aquel holandés, Anton van Leeuwenhoek, que en 1677 estudió sus eyaculaciones a la luz de una vela.

La brujería radica en ese baile de mujeres alrededor de una niña tulipán, a medio camino entre la orquídea frágil y el diente de león resistente. Amelia nació de una relación extramatrimonial y su vida transcurre entre el rechazo de la madre, el acoso de sus compañeros de aula y el abuso sexual. Los pronósticos anuncian que crecerá linda, incómoda, impredecible, rebelde y bien puta. 

Padre Nuestro, versión libre de la novela Karakter del neerlandés Ferdinand Bordewrwijk, constituye un entrenamiento de ADN. Su directora rompe con El origen del hombre de Charles Darwin y toda la bibliografía sobre el «sexo débil». Agnieska Hernández bromea sobre una república sin cojones, «cuerpos ocupando espacios que no debían, niñas ocupando espacios que no existían». La guionista plantea una interrogante: ¿Cómo vive ahora mismo una niña sin la adecuada protección familiar en las sociedades de 2023?

«Mi trabajo desde la Franja Teatral se desarrolla desde una condición documental, de arte total donde todos los referentes, la danza, la música en vivo, el canto, el audiovisual, las artes vivas, el performance, la dramaturgia, establecen con un pacto con lo real y se fugan a la ficción».

Como aclara la creadora de Jack the Ripper: no me abracen con tu puño levantado, Blackbirds 2020 y El diario de Ana Frank apnea del tiempo, no puede hacerse la mímesis de un testimonio de alguien que no sobrevivió. Acude entonces a los actores como vehículos del cuerpo y la palabra para contar una problemática social.

«He aprendido muchísimo de la fragilidad del actor cuando está en sus primeros días de búsqueda y va despertando todas las fibras. Amo al que puede encontrarse a sí mismo desde la construcción de varios niveles, que negocia el manejo de la biografía y el referente real, pero también a esa persona capaz de dialogar con su generación, su contexto.  Para la escritura es indispensable el lugar donde naces, el país donde vives, los territorios con beneficios y en déficit», añade.

Los nombres y los números dicen poco, Amelia y Joba, pudieron llamarse Virginia y Charlotte, Yusaima y Karla. Padre Nuestro menciona a Anton, Charles, Donald y Adolf. Mientras, América Latina sigue registrando más de 4 000 femicidios o feminicidios.

En esta nación de las niñas, las hembras dicen las verdades. Retumba en la sala la voz del tulipán: «Si los hombres, si los maridos, si los políticos, si los países... Si todos ellos dejaran algún día de crecer. Si no tuviéramos siempre que entenderlos y perdonarlos siempre. Como si todos ellos fueran nuestros hijos, como si tú fueras la madre». Padre Nuestro es la revuelta de las ellas, las juntas. Ave María Putísima.  

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