Nicolás Maduro es considerado un presidente ilegítimo por unos 50 países, pero lo significativo no es el dato sino, quién lidera el ranking de los desafectos: Estados Unidos. Por lo cual, da igual si son 50, 150 o ninguno y mucho menos que en contraposición lo respalden más de 100; que el gobierno norteamericano no apoye a la Venezuela de Maduro, como tampoco antes a la de Hugo Chávez, es suficiente para que la gestión pro socialista viva permanentemente en jaque.
Gracias a la animadversión estadounidense, persiste en primera línea también una narrativa mediática que sataniza todo ejercicio de gobierno del ejecutivo liderado por Maduro y que a su vez subraya todo titular donde se exija la salida del «dictador» del poder. Sin embargo, cada acción para sacarlo de sus funciones es curiosamente puesta en duda por esa misma máquina de reconstruir relatos.
¿Fue real o una farsa el intento de incursión militar armada por la costa centro-norte venezolana? En rápido balance, son más los que le anteponen términos como «presunto» y «supuesto» que los que lo dan por cierto, comenzando por Juan Guaidó, el llamado presidente por el grupo Estados Unidos+50. Aunque al autoproclamado le dio después por contradecirse públicamente y pasó de catalogar el hecho como «una nueva olla» —montaje, en jerga popular venezolana— a reivindicar los derechos humanos de los valerosos «patriotas» que lo llevaron a cabo. Un poco de coherencia le vendría bien a Guaidó, porque el zigzagueo en sus reacciones arroja más incertidumbre que la naturaleza del evento en sí.
Para que fuese una obra de teatro chavista, Maduro y los suyos debían haber convencido para actuar a exmilitares confesamente enemigos suyos, otros civiles también bastante hostiles con el proyecto bolivariano y hasta a unos cuantos gringos, dos de ellos dispuestos a ser encarcelados y juzgados en Caracas para lograr más veracidad. ¡Ah! Y la dramatización llevaba sacrificio, al no ser que los muertos fuesen puro atrezo.
Sarcasmo aparte, es bastante errada la teoría del auto golpe en esta oportunidad. Lo que sí muestras fisuras profundas es la orquestación de este plan y sus verdaderos organizadores. Más se asemeja a una operación antiguamente diseñada pero abortada a última hora, cuya orden no llegó a oídos de quienes fueron carne de cañón. Porque la otra definición, un tanto más manoseada por algunos, es la de operación suicida, sin embargo, no es típico del modus operandi de los opositores internos y externos del chavismo.
Y es que lo sucedido coincide casi al ciento por ciento con las declaraciones de hace un mes de uno de los pejes más grandes que se ha virado contra el chavismo, el ex mayor general del Ejército, Cliver Alcalá. Otrora cercano a Chávez, de los que estuvieron con él en el levantamiento del 4 de febrero de 1992, y que, tras su muerte, se mostró contrario a Maduro. Un minucioso reportaje de la agencia norteamericana AP describe el plan que confesó Alcalá, mediante el cual pretendía hacer un levantamiento escalonado en Venezuela que terminara con la captura de Nicolás Maduro, todo ello con el apoyo de un exboina verde, Jordan Goudreau, el mismo que ahora aparece ante una multiplicidad de medios de prensa confesando haber sido contratado para el entrenamiento táctico y la logística de la Operación Gedeón, la del desembarco frustrado en La Guaira. Solo que el texto de prensa de AP está fechado el 1ero de mayo, dos días antes de la mentada incursión marítima. ¿Era el mismo plan, eran los mismos implicados? ¿Quién traicionó a quién? Por lo pronto, ya hay quien culpa a Cliver Alcalá, en estos momentos en suelo estadounidense después de entregarse solito por estar acusado de narcotráfico, de ser doble agente.
Si Donald Trump o Iván Duque están detrás o no del asunto, es mero formalismo. Ambos están comprometidos, públicamente por demás, con la misión de revertir la realidad política venezolana, solo que prefieren que la transición luzca como un proceso endógeno, de ahí los personajes fabricados y las revueltas inoculadas, a pesar de chocar una y otra y otra vez con la misma piedra absolutamente ineficaz.
Si algo verídico y hasta sincero ha dicho en estos días el Secretario de Estado Mike Pompeo, es que de haber habido una participación directa en lo que prefirió denominar como «incidente», la cosa hubiese sido diferente. No es que no esté Washington detrás, es que todavía sigue apostándole a planes medio caseros a los que no le dedica demasiadas energías para, si funcionan, perfecto, se anota el punto, y si fracasan, pues se lava las manos, como es el caso actual. Ciertamente, la Casa Blanca le dedica discursos y recursos a destronar a Maduro, pero no todos los que quisieran los líderes opositores, cuyas divisiones y caudillismo han defraudado demasiado, aunque lo callen, a los que ponen los dólares. Y por más que Trump haya recurrido en más de una ocasión a la amenaza de «todas las opciones sobre la mesa» y los truenos de guerra hayan saltado las alarmas, los hechos apuntan a que no tiene intenciones de repetir las abiertas invasiones yanquis del pasado. Eso sí, no ha faltado la presión económica para poner a los venezolanos al borde de la desesperación, el financiamiento para los intentos de rebelión, magnicidio, sabotajes eléctricos y la invitación tentadora a los militares leales a Maduro para que se cambien de bando. Todo eso tiene un claro sello USA.
Esta vez, se decantaron por la opción del mercenarismo, de larga tradición en las administraciones estadounidenses, y es cuando aparece el exboina verde con ansias de trascendencia y una gran lengua suelta a venderse como gran estratega militar detrás de la acción fallida, no sin antes involucrar a Guaidó y hasta al mismísimo gobierno de Trump. Ambos se desligaron del ataque, como también hizo Duque, y llevan razón en no poner su firma en semejante acción más propia de principiantes. Publicidad de un exsoldado egocéntrico o verdades, se sabrá en su momento.
Lo incuestionable de los hechos es la eficacia probada de los órganos venezolanos de inteligencia que tenían conocimiento amplio de quiénes, cómo y dónde iban a atacar, en ésta y otras tantas acciones malogradas. Sigue además siendo sólida la lealtad del grueso de la masa militar a Maduro. De acuerdo con las confesiones de los apresados en la operación marítima, se trataba de dos lanchas y no más de 60 hombres en total. El que parecía ser el plan inicial, que como este también tuvo su preparación en territorio colombiano, manejaba una cifra de 300 hombres. Ese es el gran número que habían podido reclutar a golpe de monedero, pero los intentos de erosión a la cúpula militar, se han quedado en eso, en intentos.
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