Uno de los méritos de San Juan Comalapa es haber sido cuna del autor del himno nacional de este país, Rafael Álvarez Ovalle, cuya antigua casa es hoy un centro poco visitado.
Por suerte, los grandes prodigios de la historia cuentan siempre con humildes defensores de sus valores, como Francisco Otzoy, encargado del museo del Centro Cultural y Deportivo de San Juan Comalapa, localidad situada 80 kilómetros al oeste de la capital.
El pintor Otzoy aludió a las cualidades de Álvarez Ovalle (1858-1946), quien escribió la partitura del cántico compuesto por el poeta cubano José Joaquín Palma (1844-1911), exiliado en Guatemala durante varias décadas.
En 1874 murió su padre, Rosendo, y a los 15 años de edad el aún adolescente Rafael asumió la dirección de la escuela de música de Santa Lucía Cotzumalguapa, en el sureño departamento de Escuintla.
Otzoy contó que en 1878 el violinista recibió al presidente Justo Rufino Barrios con una banda musical, lo cual impresionó tanto al mandatario que le concedió una beca para estudiar en la capital.
Fue así que en 1879 matriculó en la Escuela de Sustitutos de la Banda Nacional, bajo la dirección de Pedro Vissoni. A los tres meses se integró a la Banda Marcial, a cargo del sobresaliente músico alemán Emilio Dressner.
Al gobernante José María Reyna Barrios le gustó la música del maestro Álvarez Ovalle y en 1887 decidió lanzar un concurso para que Guatemala tuviera su himno nacional.
El poeta Ramón Pereira Molina, de Totonicapán, ganó la competencia, y entonces se escogió una partitura para acompañar la composición triunfante.
Por unanimidad el ganador resultó ser Álvarez Ovalle. Pero como nunca se oficializó aquel certamen, Reyna Barrios convocó a otro en 1896 para seleccionar finalmente la canción patria.
En esa ocasión, Álvarez Ovalle volvió a ser el triunfador, al ponerle la partitura al poema ganador Guatemala feliz presentado por un tal Anónimo, que años más tarde se supo había sido el cubano José Joaquín Palma.
Otzoy muestra con orgullo las partituras con las que triunfó el Maestro en los concursos para escoger el himno, interpretado en muchas partes del mundo por la Sinfónica Nacional.
Quien lleva 18 años trabajando en ese museo, conversó emocionado sobre las pertenencias del célebre músico, conservadas en ese recinto. Allí se guardan el reloj, un sofá, la guitarra y un violoncelo de 132 años.
Enseñó también los trajes de gala, sombreros, un bastón que le regalaron en 1841, postales de las vistas de Guatemala y libros de arte del compositor. «Tenemos el piano de 157 años, en el cual ejecutó las notas de nuestro glorioso himno, la madera fue traída de Europa. Este instrumento se descascaró un poco después del terremoto de 1976, pues sus pertenencias quedaron bajo tierra».
Una pequeña galería montada en la pared exhibe fotografías de 1884 y de otros momentos de su vida, en tanto en las vitrinas está la primera carátula del himno popular y obras en piano dedicadas a sus amigos.
El Centro Cultural y Deportivo abrió el 24 de octubre de 1984, y justo cuatro años después, los restos de Álvarez Ovalle fueron trasladados hasta esa instalación, conservados en una urna de mampostería y cristal en el patio interior.
Adolescentes y jóvenes, elegantemente vestidos, ofrecieron un concierto en esa institución, para evocar la primera vez que fuera interpretado ese cántico, aquel 14 de marzo de 1897 en el capitalino teatro Colón.
La Organización de las Naciones Unidas consideró en 1965 que los tres himnos más hermosos del mundo eran los de Guatemala, La Marsellesa de Francia y el de Checoslovaquia, según Otzoy.
El miembro de la Sociedad Americanista de París y de la Sociedad de Musicología de Francia, Carlos Labin, lo calificó como el «más original» de todos los que representan el patriotismo en América, señala un boletín que reparten a los visitantes.
El pedagogo y escritor guatemalteco José María Bonilla varió en 1934 la letra del que se entona actualmente en los actos, ceremonias, escuelas y colegios.
«No cambiaron la letra de José Joaquín Palma, sino que modificaron solo unos párrafos y algunas palabras. Por eso nuestro vínculo con Cuba: el himno tiene la música de un guatemalteco y la letra de un cubano».
*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).
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