«Batuque» es una palabra en portugués que denomina la unión de religiones afros: la yoruba, cambina o cambinda, yeyé, iyejá, nagó y oyó. Básicamente, adapta elementos del candomblé para adorar a Oloddumare u Olorom a través del culto a los orixás. Parte importante de este culto es con la música, un toque de tambores que parte de la samba y el regué brasileños al que se le denomina «batucada». Las batucadas animan muchas fiestas populares, especialmente carnavales. Pero «batucada» también es una forma de mezclar arte+música+feminismo para hacer un feminismo bailable que saque algunos de sus difíciles conceptos de las torres de marfil de las academias o de los elitistas espacios políticos.
Las batucadas rondan el movimiento feminista actual. Estos colectivos se inscriben en una larga tradición de feminismos que busca ocupar los espacios públicos con la rabia contenida por la opresión y violencia contra las mujeres. A través de la música, el canto y la performance vuelven refranes y/o canciones populares las reivindicaciones y luchas feministas.
Bogotá, capital de Colombia, es la ciudad con más alta tasa de abusos contra las mujeres, según datos del Instituto Colombiano de Medicina Legal. Los casos que se reportan (que solo son el 30% de los que suceden) van desde el acoso callejero hasta el abuso sexual y feminicidio de niñas y mujeres. En este escenario, hace cinco años un grupo como de veinte mujeres que estudiaban o impartían la Maestría en Estudios de Género de la Universidad Nacional le apostó a este tipo de acción directa —la batucada feminista— y con tambores y baquetas se tomaron las calles con indignación y rabia frente a lo que representa ser mujer en ese país.
«Somos La Tremenda Revoltosa Batucada Feminista —comenta Jennyfer Vanegas, una de sus integrantes—. El objetivo de reunirnos veintitrés chicas con tambores es mover la movilización feminista de Bogotá, valga la redundancia. Teníamos una movilización con algún alcance, pero no era suficiente. Queríamos empezar a hacer política de forma diferente a partir de la música».
¿Cómo es eso de «hacer política a partir de la música»?
El formato de la batucada se toma como una experiencia previa que había tenido una de las mujeres que participan en la batucada, que es Ochy Curiel. Ella había participado en batucadas de Latinoamérica ancladas al movimiento feminista. Acá existían algunas. Pero solo conocía a la del Toque Lésbico, que ya no está. Y la idea sale de ella inicialmente. Era profesora de la Maestría en Estudios de Género en la Nacional y empezó a invitar a las chicas que quisieran hacer parte del proyecto.
Ochy, además, es música. Entonces su experiencia fue uno de los impulsos más importantes para el inicio de «la batu». También había otras chicas que tenían alguna experiencia musical anterior. Y, por supuesto, otras que no teníamos ni idea de cómo tocar un instrumento pero que fuimos aprendiendo con el tiempo.
Esta es una batucada feminista pero también es antirracista y anticapitalista. Estos apellidos nos hacen ser, evidentemente, una batucada política. Eso nos diferencia de algunas, o bastantes, batucadas que ahora existen en Bogotá y que tienen la función de animar desde la música distintos escenarios. Nosotras no animamos, sino que a partir de la música y de los toques que hacemos llevamos mensajes políticos que están en consonancia con nuestros apellidos».
Ustedes venían de diferentes espacios organizados y militantes, estaban estudiando una maestría en género. Pero en la música, ¿cómo se forman?
Los toques se gestaron principalmente a partir de los conocimientos de Ochy y otras chicas. Después empezamos a fortalecerlos con algunos videos de batucadas de otros lugares en Latinoamérica que encuentras en Youtube. En este momento los fortalecemos con talleres que nos dan personas de otras batucadas. Ahora hay una comisión artística que gesta las ideas de esa parte.
¿Y aprovechan este espacio también para la formación feminista?
Somos muchas chicas que estábamos organizadas en lo estudiantil y otros parches del movimiento social. Eso hace que nuestras experiencias nos exijan espacios de formación política pero también de acompañamiento a las experiencias personales que como mujeres vivimos en este país. Nosotras ampliamos nuestra formación política a partir del trabajo de otra comisión, la metodológica. Ahí intentamos formarnos a través de los conocimientos y sentimientos de todas frente a algunos temas específicos, pero, principalmente, frente a esos apellidos que tenemos. La idea es entender las situaciones, pero también las acciones concretas que podemos y debemos hacer.
Ocupar el espacio público, tradicionalmente de los hombres, conlleva riesgos. ¿Han tenido malas experiencias en sus presentaciones?
En términos generales hay un gran acompañamiento de la red del movimiento feminista. Siempre vienen chicas y eso nos permite estar seguras. Entonces muy pocas veces salimos solas a toques y eso nos hace minimizar los riesgos. Hemos tenido más experiencias positivas que confrontaciones.
Han existido momentos difíciles en algunos espacios. Recuerdo, por ejemplo, algún toque que tuvimos en la parte de «Chapinero Gay» (barrio al Norte de Bogotá). Algunos de los bares de la zona tenían denuncias de lesbofobia. Lo hicimos para encontrar un día la heteronormatividad y lesbofobia. Fue demasiado difícil. Sobre todo, con la seguridad de algunos de estos lugares pues nos hicieron persecuciones y echaron del lugar.
También en Buenaventura (Departamento del Valle del Cauca, hacia el Pacífico colombiano). Fuimos a apoyar a una organización de mujeres que se llama la Red de Mariposas por toda la situación de torturas y feminicidios que se da en esta zona. El contexto también fue un poco difícil pero finalmente fue muy exitoso el toque.
¿Y las mejores experiencias?
El 6 de marzo del año pasado (estábamos conmemorando el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras) convocamos a un Carnaval por la Vida. Protestábamos en contra de todas las muertes que se estaban dando en ese momento. Cubrimos la 7ma (avenida clave para el comercio y el gobierno en Bogotá) y llegaron mujeres y organizaciones feministas de todo el país. Es uno de los hitos más importantes de nuestra historia. Lo recordamos así en términos colectivos.
Organizadas desde la rabia y respondiendo desde la alegría, la Tremenda Revoltosa Batucada Feminista le sigue apostando a las acciones callejeras, la música y el carnaval como mecanismos de transformación y como un medio de expresión. El sonido de sus tamboras acompaña como referente seguro las distintas movilizaciones que, a diario, sacuden Bogotá. La idea compartida por estas mujeres es mover los cuerpos y las mentes mientras hacen política desde la música que nos enseñaron los orixás.
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