Por más avanzado que esté el mundo en cuestiones tecnológicas e industriales, hay dogmas socioculturales demasiado arraigados que frenan la evolución del pensamiento, que nos alejan de dos grandes utopías: la equidad y la inclusión. Y son varios los grupos humanos que sufren discriminación por concepciones de vida que pasan de generación en generación como verdades absolutas, a base de dominación. Pero hay uno que vive hoy un limbo entre lo aparentemente superado y la persistencia de la marginación, y ese es el de las mujeres.
Sí, porque si de América Latina hablamos, ya las tenemos presidentas, empresarias exitosas, intelectuales consagradas. Y del otro lado de la balanza, hay mujeres sin nombre condenadas a largas penas de cárcel por practicarse un aborto, y el feminicidio ocupa titulares habitualmente en los medios de comunicación.
Morir solo por ser mujer, pasa, y a menudo, como producto de agresiones sexuales o de maltrato doméstico. Y además de la muerte, hay otras realidades dolorosas que van ligadas al concepto de género: ser objeto del deseo desde el prostíbulo hasta el arte; dueña y señora de las cazuelas, la ropa sucia y el polvo; responsable única de los hijos y todo ello con sueldos misérrimos en labores «de mujeres».
Para ellos, todos los honores y títulos académicos, el traje y la corbata, el portafolio y los zapatos lustrados. Para ellas, servir el café, vender en una tienda, ser cuidadora de niños o ancianos, y si hay tacones de por medio puede que solo sea para que la secretaria tenga buena presencia. Y si de medios de comunicación hablamos, a ellos se les perdonan las canas y la barriga post 40 porque los hace interesantes, y a las mujeres se les castiga por descuidar su figura y se les enseña el camino hacia la cirugía estética.No es absoluto, pero es factor común.
Si hay guerra, son violadas o despojadas de sus hijos. Si hay miseria, sobreviven con trabajos de esclavitud moderna. Si hay lujo, son exhibidas como trofeos acríticos y sin raciocinio. Insisto,puede haber excepciones, pero serán solo eso, excepciones. Las estadísticas de año tras año sustentan tales afirmaciones. «Debemos poner término definitivo a la violencia de género en nuestros países, de la que hemos sido horrorizados testigos en los últimos días. La realidad nos golpea hoy con cifras escandalosas de la violencia machista en América Latina y el Caribe, donde, en promedio, mueren 12 mujeres diariamente por el solo hecho de ser mujeres. ¡No queremos ni una mujer menos! ¡Es indispensable terminar con la violencia hacia las mujeres!» palabras de la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, el pasado año.
Para todo ello hay causas estructurales de fondo. Hay segregación de género mientras exista pobreza, patrones patriarcales, concentración del poder, cultura del privilegio y el tema sexual como mediador principal a la hora de ver a la mujer como ser humano. «Estos nudos se refuerzan mutuamente y generan complejos sistemas socioeconómicos, culturales y de creencias que obstaculizan y reducen el alcance de las políticas para la igualdad de género y la autonomía de las mujeres». Así quedaba plasmado en la declaración de la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe. Un texto que dieron en llamar la Estrategia de Montevideo y que en la práctica es un acuerdo de carácter regional que los Estados miembros de la CEPAL adaptarán a sus prioridades, planes de igualdad de género y de derechos, planes de desarrollo sostenible y políticas y presupuestos nacionales.
Por que lo primero es precisamente eso, comenzar con los obstáculos legales, ya que sabemos que la mente cambia mucho más lentamente. Son necesarios proyectos legislativos que favorezcan a la mujer en todos sus ámbitos. No puede persistir la diferenciación salarial o la incomprensión cuando de procrear se trata. Sigue siendo hoy nuestro día a día en muchos países del área la necesidad de elegir entre ser madre o mantener un puesto de trabajo y la remuneración.
La meta regional es alcanzar la igualdad de género en 2030, noble objetivo que sin temor a equivocarnos no será cumplido en toda su amplitud, como ha sucedido con tantos otros padecimientos latinoamericanos y mundiales. Pero no puede cejarse en el empeño, todo esfuerzo es una gota de agua que mañana erosionará rocas.
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