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Margaritas para la niña de Guatemala*

10 nov. 2020
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Un ramo de margaritas llevamos en familia hasta la tumba de María García Granados el 11 de mayo de 2013. El homenaje lo hacíamos también en nombre del querido profesor cubano y estudioso martiano, Jorge Lozano.

Aquel día no había en su tumba otras flores. Al parecer los guatemaltecos, quienes sí han oído hablar de la que murió de amor, olvidaron que María se despidió de este mundo un 10 de mayo de 1878. 

María comparte la sepultura con Jorge García Granados (1900-1961), uno de los descendientes directos del exgeneral Miguel García Granados, y Judith de García Granados (1902-1962), esposa de quien fuera embajador de Guatemala en Naciones Unidas.

«Quiero, a la sombra de un ala, / Contar este cuento en flor: / La niña de Guatemala, / la que se murió de amor», fue rubricado en letras doradas en la tarja con la imagen de la adolescente que dejó de existir a los 17 años de edad.

«Nadie se muere de amor», me espetó con picardía la amiga Valentina Santa Cruz, cuando conversamos sobre La niña de Guatemala, inmortalizada por Martí en los Versos sencillos publicados por primera vez en Nueva York en 1891.

Cuando ese libro de poemas salió a la luz, ya habían transcurrido 13 años de la muerte de María. Se ha dicho que padecía de tuberculosis o pulmonía, mientras algunos tejen otras historias basadas en cuentos de camino.

Diversos escritos de la época, aparte del poema de Martí, sugieren que fue intensa la atracción que sintió la muchacha por aquel joven de 24 años, conversador, culto y sobre todo sincero.

«Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto, Tu niña».

Al leer esta nota de María se comprueba que Martí fue limpio desde el comienzo, al confesarle su compromiso. De ahí que el famoso cuento poético señale: «Él volvió, volvió casado: / Ella se murió de amor».

Aquel mensaje dirigido al cubano corresponde a enero de 1878, cuando él había regresado a Guatemala, luego de contraer matrimonio con su esposa Carmen Zayas Bazán.

El orador de renombre le impartió clases a María en la Academia de Niñas de Centroamérica desde junio de 1877, meses después de haber llegado al país multicultural y plurilingüe en marzo.

También la escuchó tocar el piano en su propia residencia, donde el Maestro jugó ajedrez con el expresidente Miguel García Granados, padre de la moza.   

Izaguirre, cubano exiliado que dio empleo al patriota, describió a María como «alta, esbelta y airosa: su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro, sin ser soberanamente bello, era dulce y simpático; sus ojos profundamente negros y melancólicos…».

Desde que Martí frecuentaba la casa, apuntó Izaguirre, se notó en ella cierta tristeza que nadie se explicaba, así como el silencio en que se encerraba delante de él. «Era evidente que algo pasaba en su interior; pero ese algo nadie se lo explicaba y quizás ella misma ignoraba la causa de lo que le pasaba».

El escritor evocó el fallecimiento de la muchacha cuando su matrimonio con Carmen Zayas Bazán iba rumbo al abismo. Casualmente la primera edición de ese volumen autobiográfico se publicó en agosto de 1891, el mismo mes en el que Carmen salió de Nueva York hacia Cuba con el hijo de ambos: José Francisco.

Después de aquella fecha, el escritor nunca más volvió a ver ni a su esposa ni a su hijo. Para ese entonces ya habían transcurrido 13 años desde que dejara de ver a quien le regalara una almohadilla de olor.

«Dicen que murió de frío…», pero él siempre supo que murió de amor, aunque no literalmente.



*Tomado del libro: Guatemala a segunda vista. Esencias culturales (Ocean Sur, 2020).

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