Contrapunteo

Maduro y «la oposición»

28 may. 2024
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Faltan dos meses para las elecciones presidenciales en Venezuela, fijadas para el 28 de julio. Desde mucho antes este ha sido un tema polémico para el país, que ha ido escalando en materia de cuestionamientos internos y sobre todo externos, una vez que se conocieron quiénes serán los candidatos que se disputarán la jefatura de Estado para el período 2025-2031.

Y es que Venezuela es de esos temas en que la polarización se nos quiere imponer como obligatoria: o con el chavismo o contra él. Hay poquísimo espacio serio y responsable que dé pie a los matices tan necesarios en la vida, ya sea en la vida política o mundana. Lo peor es que es una lucha de extremos sumamente desigual, donde cual algoritmo ultra manipulado de redes sociales, lo que más se lee, se escucha y se ve es toda esa argumentación que en este minuto descalifica los venideros comicios venezolanos.

Es una estrategia que se repite desde siempre pero vayamos a un ejemplo cercano y bastante ilustrativo. Cuando Juan Guaidó se convirtió en presidente por obra y gracia divina, con mucho de campaña y nada de elecciones, se leía por doquier que «la comunidad internacional desconoce el gobierno ilegítimo de Maduro y apoya la presidencia de Guaidó». Pero, cuando se decía «comunidad internacional» se hacía referencia a 50 y tantos países de más de 193 que son miembro de la ONU. ¿Por qué en ese caso particular un cincuentenar de países eran la comunidad internacional? ¿Por qué alguien en una plaza de Caracas con un poco de gente aupándolo dice «yo soy el presidente» y adquiere una legitimidad incuestionable por gente que solo ve democracia en urnas con boletas que representen pluripartidismo, pero que de pronto hace una excepción en su visión democrática?

Ahora, ¿cuál es la narrativa del momento? Hay elecciones, hay 10 candidatos en la papeleta —inicialmente 13 de 37 fuerzas políticas, pero se retiraron tres en las últimas semanas hay un pastor, un comediante, hay representantes de partidos tradicionales de larguísima data en Venezuela, incluso hay aspirantes que ya se han medido en elecciones anteriores, pero esa es la letra pequeña. Una búsqueda informativa rápida solo arroja en grande: «Maduro elige a los candidatos de oposición con los que va a medirse»; «Las elecciones no son justas ni libres»; «Le impiden a la oposición postularse».

¿Cuál oposición? En Venezuela ni ahora ni antes ha habido «una oposición», ha habido y hay muchísima gente que se opone al proyecto chavista pero que históricamente ha antepuesto sus intereses personales y sus ganas de poder al supuesto interés colectivo de anular la opción progresista propuesta por Hugo Chávez primero y seguida por Nicolás Maduro después. Ni siquiera cuando le apostaban todo a un solo nombre, lograron ser mayoría.

Ahora no es diferente, Maduro se enfrenta a nueve candidatos opositores, pero que no son el opositor factible. La factible era María Corina Machado, que estaba inhabilitada políticamente mucho antes que se pensaran realizar elecciones, eso es lo primero. Lo segundo, aun y cuando estuviera legalmente avalada para participar, fue elegida en primarias, cierto; arrasó en las primarias, cierto, más del 90% la apoyó. Pero, ¿el 90% de cuántos votantes? Ahí está la clave: de 2,3 millones según los propios datos de la oposición, que creó su propia comisión «neutral» de organizar y contar votos, que quienes la impulsa ahora no cuestionan aunque nadie haya supervisado o auditado el proceso.

Sin embargo, el padrón electoral en Venezuela es de más de 20 millones de personas. ¿Es creíble entonces que con poco más de 2 millones de votos de un universo de 20 millones, María Corina representase «la oposición», la única y mejor opción para derrotar a Maduro?

Todo no quedó allí, pues cuando entendió que no iba a postularse porque realmente no podía, designó a dedo una pupila: Corina Yoris, una ilustre profesora, intelectual, de 80 años, con un currículo de vida impecable, que jamás ha hecho política, que no ha militado nunca, de gran estima en el mundo académico venezolano pero una completa desconocida a nivel internacional, y aún así, si uno se leía la prensa global, parecía que la conocían desde siempre, porque hasta la Casa Blanca dijo estar «profundamente preocupada» por el bloqueo a la candidatura de Yoris.

Ese cuento nunca se contó del todo bien. Se habla hasta hoy de bloqueo y no de las irregularidades que hubo con tal del forzar una candidatura exprés de última hora de un designado que no cumplía con todos los requisitos y que además no contaba con la aprobación del resto de su propia facción política que debía avalarlo.

De aquel fin de semana intenso de inscripciones de candidatos ante el Consejo Nacional Electoral, al que incluso se le pidió prórroga y aceptó dar un día más, no se resalta tanto que, curiosamente, la Plataforma Unitaria que llevaba denunciando trabas informáticas y que era por donde aspiraba a postularse María Corina o su versión 2.0 inscribió sin mayores contratiempos a otra persona a última hora, a Edmundo González.

Por si fuera poco, en principio dijeron que era un parche para no quedarse sin cupo, teniendo en cuenta que luego venía por ley un período en que se podían sustituir los candidatos y tendrían chance entonces de poner a alguien que mejor les conviniese, porque factura más armar caos y vender manipulación contra la excluida oposición, la victimización que funciona siempre muy bien.

La sorpresa fue cuando el candidato-tapa se convirtió en el gran elegido, la gran apuesta presuntamente unitaria de esa oposición que se siente superior. Un Edmundo González que en su momento afirmó no tener ninguna aspiración presidencial es en este minuto el centro del slogan «Edmundo para todo el mundo». Y el ahora devenido la opción fuerte y definitoria para sacar a Maduro, es el mismo que en las encuestas, si se le pregunta a la gente si lo conoce dice que no, pero si se le presenta como el candidato anti Maduro, supuestamente lleva una ventaja arrolladora.  

Para mayores incoherencias, una María Corina que se desgañitaba advirtiendo que ella era el plan A, sin posibilidad de plan B o hasta Z, de pronto, da un paso atrás y busca transferir su caudal político a la propuesta de última hora cual si alguien dictara qué hacer, cómo y cuándo. Aún así, hay que tener en cuenta que en el ámbito electoral los apoyos no siempre se traducen en sumas, restas, multiplicaciones o divisiones matemáticas.

Esta película recién empieza, solo esperemos que no tenga violencia y se quede en el lenguaje de adultos que empezó con descalificaciones a dos bandas: un viejo y consagrado opositor como Manuel Rosales, que fue el opositor factible en 2006 frente a Chávez, y finalmente obligado a retirarse de estos comicios, fue  visto como traidor por lazarse fuera de plan a querer competir con Maduro, dijeron entonces que en alianza con Maduro —hay chavistas que dejan de serlo, pero antichavistas que se pasan a la izquierda, están por ver. Tanta fue la presión que Rosales terminó por ceder su lugar.

A medida que avanza el calendario electoral, las narrativas se radicalizan con mucho de manipulación y poco de argumentos, contrastes y objetividad. Hay una máxima a vender en esta oportunidad: «o Maduro pierde o hay fraude».

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