Contrapunteo

Los vaivenes de un rostro. Apuntes sobre Trump vs Cuba. Revelaciones de una nueva era de confrontación

11 nov. 2019
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La pretensión de la élite política estadounidense de controlar los destinos de Cuba, a través de las más variadas estratagemas, ha devenido en obsesión ancestral. En el más estricto apego a la verdad histórica, es una idea que ronda las mentes de varias de las figuras más relevantes de dicho conglomerado, incluso antes de configurarse como estado moderno.

Esa actitud marcó, desafortunadamente, buena parte de la proyección imperial hacia la Mayor de las Antillas, durante los últimos 250 años, en tanto nuestro archipiélago se asumió por ese sector de poder, desde la combinación de múltiples instrumentos, como pieza de especial significación dentro del contexto hemisférico.

Lo cierto es que, más allá de declaraciones enfiladas a ganar simpatías fuera de sus fronteras —con la aspiración añadida de conquistar cerebros de cualquier geografía, propalando por todos los medios que ellos representan un sistema de valores superior, es decir un modo de vida a imitar— y de reajustes relacionados con los imperativos coyunturales, la maquinaria política del poderoso vecino no dejó a lo largo del tiempo (ni renuncia en el presente, y es prácticamente seguro proseguirá en esa posición en el futuro) de llevar adelante acciones concretas, encaminadas a coronar esa invariable determinación.

Ello se erige, entre no pocos tópicos, en el ente aglutinador en el comportamiento de esa potencia hacia nuestros lares, desde la época de la “fruta madura” y la Doctrina Monroe (cuyo hálito jamás abandonó el proscenio latinoamericano y caribeño) hasta la etapa más reciente en nuestras retinas, en que un hombre locuaz e inteligente como Barack Obama, daba pasos en pos de una convivencia civilizada con Cuba, en la misma medida que consideraba a Venezuela como amenaza “inusual y extraordinaria” a su Seguridad Nacional.

Obama, por cierto, tuvo el  mérito, desde la óptica de los objetivos del establishment que representa, de proyectar en no pocos espacios de diversos confines una imagen cándida, erigida a su vez sobre la desmemoria histórica. Con su manera desenfada de conducirse, protegiendo a su esposa Michelle de la inclemencia de la lluvia habanera, o dialogando con personas comunes en supermercados asiáticos y recintos de la más variada naturaleza por el mundo (no olvidar sus incursiones en programas humorísticos como Vivir del Cuento) realizó una contribución, no despreciable, en cuanto a desdibujar el rostro imperial, acrecentando así la desmovilización en varios puntos cardinales del orbe, en torno a una batalla que, desde la visionaria alerta martiana, es esencialmente de ideas.

 

 

El ganador, inexplicablemente….

El 8 de noviembre del 2016 una noticia impactó con particular fuerza en el concierto internacional: Donald Trump, magnate inmobiliario, con profundas conexiones con los reality shows y la farándula asociada a la industria del entretenimiento, se alzaba con la victoria en la contienda electoral de Estados Unidos.

En realidad, nunca será ocioso reiterarlo, el cuadragésimo quinto presidente de ese país no llegó a la Casa Blanca imbuido del glamur con el que se identifica un triunfo legítimo, en cualquier competición. Por el contrario, su arribo al Despacho Oval estuvo marcado por la aberración más inaudita que pueda concebirse, en materia de dirimir escaños en las urnas.

Todavía parece de ciencia ficción —si bien su explicación “legítima” se remonta a vetustas legislaciones de los albores del siglo XIX, puestas en práctica desde entonces con la marcada intención de asegurar, a cualquier costo, el control de la rama principal del sistema político, la presidencia, y que esta estuviera siempre en manos “adecuadas”, en cuanto a los sectores que representaban— el hecho de que los “compromisarios” del Colegio Electoral decretaran ganador a quien recibió 2, 8 millones de votos menos que su contrincante, la demócrata Hillary Clinton.

Es verdad que no era la primera vez en la historia que ello sucedía (el escamoteo a Al Gore por George W. Busch fue el referente más cercano) pero también lo es que nunca antes emergió un vencedor —y uno puede atreverse a afirmar que es bastante probable no vuelva a ocurrir, en esa magnitud, en lo adelante— con tal nivel de descrédito. Es más, en ninguna otra nación del planeta es posible que quien es vapuleado en los comicios de esa manera, se levante como la figura sonriente.

Es algo así como decir, por solo mencionar un ejemplo, que, en la Copa del Mundo de Fútbol de Brasil 2014, los anfitriones fueron los ganadores, y no lo alemanes, luego de que la “canarinha” cayera (un segundo Maracanazo, por su connotación simbólica, con independencia de que esta vez el choque fue en la semifinal, y no se efectuó en el Coloso de Río de Janeiro, como sucedió en el emblemático partido contra Uruguay, en la disputa del máximo trofeo universal, en 1950, sino en el Estadio Mineirao, de Belo Horizonte) por un estrepitoso marcador de siete goles contra uno. No menos apabullante, repito, fue la andanada contra Trump a la hora de depositar los ciudadanos sus papeletas. Únicamente el surrealismo que se enseñorea en temáticas políticas en predios del norte, carcomidas desde sus entrañas, es capaz de explicar tal anomalía.

Yo, el mejor de todos…

En un mundo lleno de falsedades, verdades a medias, afirmaciones descontextualizadas e intentos de manipular el comportamiento humano, en una amplia gama de asuntos y valiéndose de los más insospechados métodos, es una cuestión de primerísimo orden colocar cada pieza del engranaje en su justo lugar.

Esa virtud, si tuviésemos que resumir sus méritos, es una de las principales del libro Trump vs Cuba. Revelaciones de una nueva era de confrontación, de la autoría de Rafael González Morales, que la editorial Ocean Sur acaba de poner a circular.

El texto es, sin lugar a dudas, uno de los intentos más abarcadores desarrollados hasta el momento, en el afán de comprender los factores determinantes sobre el comportamiento del actual mandatario estadounidense hacia nuestro país, desde que asumió la jefatura imperial, el 20 de enero del 2017.

González Morales, licenciado en Derecho en la Universidad de La Habana, en el 2003, y máster en Relaciones Internacionales en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García”, en el 2006, nos devela, mediante una documentada investigación, los múltiples rostros del controvertido personaje a través de los años. Es así que afloran en las páginas de su libro, desde las maquinaciones hacia Cuba de un empresario que no se cansa de presentarse como “súper exitoso”, en un primer momento,  hasta los diferentes papeles por los que transita, a partir de su peculiar relación con la extrema derecha de la mafia de origen insular, una vez instalado en la oficina de la avenida Pennsylvania.

Ese es otro acierto del libro presentado en el ISRI: brindar elementos que nos aproximan a la policromía de un hombre que, si bien suele divulgarse hasta el cansancio se comporta la mayor parte de las veces como un elefante dentro de un cristalería, está lejos de ser un improvisado, en cuanto a tejer urdimbres que favorezcan sus aspiraciones. Trump, en otras palabras, no es un neófito, ni mucho menos —aun cuando no desempeñó antes ningún cargo formal al respecto— en materia de la narrativa política estadounidense.

Es más, a todas luces representa, sin que ello niegue la singularidad que aporta su figura, un producto de los entuertos y contradicciones inherentes al complejo laberinto que encarna el capitalismo monopolista financiero transnacional, cuyo epicentro permanece en Estados Unidos, independientemente de la declinación relativa experimentada por esa nación, a nivel global, desde mediados de la década del 70 de la centuria pasada.

El autor, joven y experimentado analista en cuestiones vinculadas con los asuntos de seguridad internacional, hurga en diversos aspectos muchas veces ignorados, lo cual le permite enhebrar una historia fluida, llena de revelaciones y matices que atraparán de seguro al más exigente lector.

A través de un cuerpo vertebrado en tres capítulos, el hoy profesor e investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana, hilvana la trama en la que, en distintos grados de relación a su protagonista, desfilan otros actores, algunos de ellos acostumbrados a tener sobre si los reflectores de medio mundo, como el senador Marco Rubio, y otros menos conocidos, pero con peso en el diseño y ejecución de la actual política gubernamental estadounidense hacia Cuba.

La lectura sosegada de los vericuetos asociados a cómo se produjo el desmontaje de los canales de comunicación efectivos alcanzados con la contraparte cubana, durante los años finales de la administración Obama —intríngulis perversa y hasta ahora oculta para el gran público— nos permite, en última instancia, apreciar las falencias y vulnerabilidades de un ser humano permeado por la megalomanía desde sus tiempos de imberbe, el cual, en la práctica, está lejos siquiera de actuar como estadista interesado en fortalecer los intereses de su nación. De qué otra manera puede explicarse que casi echara por la borda los veintitrés memorandos, acuerdos y otros mecanismos de entendimiento, logrados entre los dos países, desde el 1ero de julio del 2015 hasta el 19 de enero del 2017, considerados por expertos de cualquier procedencia beneficiosos para cada lado.

No fue casual, en modo alguno, que la mayoría de los representantes de la etapa de Obama que encontró Trump, dentro de los diversos departamentos y el entramado interagencial en Washington, se opusieran a que la política hacia Cuba, bajo el mando del nuevo presidente, experimentara un giro brusco.

Nada más revelador que lo planteado por el propio Marco Rubio a Trump, cuando sin tapujos le afirmó, aprovechando la cordialidad del mandatario al recibirlo en su oficina el miércoles 3 de mayo del 2017, encuentro al que Rubio llegó en compañía de Mario Díaz-Balart, y en el que Trump convocó a otros miembros de su ejecutivo, que: “Lo que te has comprometido a hacer sobre Cuba, lo que quieres hacer con Cuba, nunca va a venir de los burócratas. Tiene que venir de arriba hacia abajo. Vas a tener que decirles lo que tienen que hacer. Los funcionarios de carrera en el Departamento de Estado y el Tesoro, así como en otras agencias, no están a favor de cambiar esta política”.[1]

Si Trump fuera en realidad un hombre de negocios seguro de sí mismo (no la representación de esa idea que atrapa su imaginación) no necesitaría de pretextos para dinamitar el intercambio académico, cultural, deportivo y empresarial con este pequeño país caribeño. Acudir a invenciones del corte de los “supuestos incidentes sónicos” es una muestra mayúscula de debilidad, al tiempo que el comportamiento ejemplar antillano, sin renunciar a principios y tendiendo permanentemente una rama de olivo en favor del diálogo,  viene a confirmar el por qué muchos nos consideran como gigante moral.

La filosofía ética de nuestra parte, cincelada desde el magisterio de Fidel y Raúl, y que el presidente Díaz-Canel y el resto de la dirección del país hacen realidad en el presente, cobra vida lo mismo en el papel desempeñado dentro del Movimiento de Países No Alineados, el Foro de Sao Paulo, en las conversaciones por la paz en Colombia, o en el encuentro antiimperialista que acaba de concluir con una denuncia rotunda al neoliberalismo, y al sistema capitalista en general.

Este libro, he ahí otro tanto a favor, no está pensado exclusivamente para especialistas. El umbral de lectores potenciales que se propone conseguir resulta amplio, lo cual habla de la importancia que le concede el autor a brindar argumentos, a diversos sectores de nuestra sociedad, sobre tópicos muchas veces complejos.

En la puesta en circulación, que tuvo lugar en el ISRI, participaron, entre otros, un nutrido grupo de diplomáticos, profesores, investigadores y estudiantes, así como el colectivo de Ocean Sur, encabezado por su presidente David Deutschmann. Esta casa editorial preparó, en tiempo récord, la obra, la cual se suma al amplio catálogo que atesoran desde que comenzaron a laborar en nuestro país, hace más de tres décadas. Gerardo Hernández Nordelo, Héroe de la República de Cuba y vicerrector de la institución anfitriona, expresó, entre varias ideas, emotivas palabras de agradecimientos a todos los que, desde el anonimato, contribuyeron al regreso a la Patria de los Cinco.

El doctor Abel Enrique González Santamaría, prologuista del libro y autor el mismo de varios textos editados por Ocean Sur, cerró su intervención con un fragmento de lo que escribiera José Martí, el 7 de julio de 1887. “Para conocer a un pueblo se le ha de estudiar en todos sus aspectos y expresiones: ¡en sus elementos, en sus tendencias, en sus apóstoles, en sus poetas y en sus bandidos!”.[2] Tal como reconoció González Santamaría, Trump vs Cuba… es un texto de enorme valor para conocer a uno de los personeros encumbrados del pillaje, en el norte “revuelto y brutal” que no deja de despreciarnos. 

Notas, citas y referencias bibliográficas


[1] Mar Caputo: “Inside Marco Rubio’s campaign to shape Trump’s Cuba crackdown”, en: Rafael González Morales: Trump vs Cuba. Revelaciones de un nueva era de confrontación, Ocean Sur, 2019, p. 60.

[2] José Martí: “México en los Estados Unidos. Sucesos referentes a México”, El Partido Liberal, 7 de julio de 1887. En sus Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 7, p. 51., en: Ibídem, p. 7.

 

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