Hace apenas unos días, se presentó el libro “Un juramento sagrado: Memorias de un Secretario de Defensa durante tiempos extraordinarios” de Mark T. Esper, quien se desempeñó como Jefe del Pentágono durante el gobierno de Trump entre julio del 2019 y noviembre del 2020. El texto revela interioridades de su experiencia al frente de las fuerzas armadas más poderosas del mundo y, en especial, sobre la toma de decisiones sobre asuntos claves para el sistema internacional.
Entre sus páginas resulta de interés especial los elementos que se abordan en el capítulo once titulado “Medidas desesperadas”. De manera explícita, Esper explica cómo el gobierno estadounidense durante el año 2020 estuvo muy cerca de lanzar una invasión militar contra Venezuela y valoró entre otras opciones: el asesinato de Nicolás Maduro, un ataque quirúrgico, el despliegue de una guerra irregular con el empleo de mercenarios y una operación de infiltración. Esta última se realizó y fue un fracaso, pero lo más insólito es que supuestamente se desarrolló sin el conocimiento del Secretario de Defensa y la entonces Directora de la CIA.
El libro revela cómo un puñado de funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, promovió y defendió permanentemente el empleo de la fuerza militar contra Venezuela por motivos personales. En este contexto, se identifican como los principales artífices al extremista anticubano Mauricio Claver – Carone y Robert O Brien, quien se desempeñó como asesor de seguridad nacional hasta enero del 2021. Ambos no solo argumentaron la necesidad de un ataque militar directo, sino que emplearon su posicionamiento político al más alto nivel para manipular información y coordinar acciones con la oposición venezolana desconociendo la autoridad de las instituciones oficiales.
Esper comienza sus revelaciones reflexionando sobre el hecho que Trump siempre tuvo en su mente a Venezuela y enfatiza que desde el 2017 el entonces mandatario estadounidense había afirmado que tenían muchas opciones a emplear contra la nación suramericana y “la militar no estaba descartada”. Sobre las motivaciones de Trump, el ex Jefe del Pentágono afirmó que, al menos en dos ocasiones, estuvo presente cuando el presidente dijo que el objetivo sería apropiarse del petróleo de Venezuela.
De acuerdo a Esper, “Trump simplemente veía estas cosas como una oportunidad para hacer dinero, lo que no me sorprendía, debido a sus antecedentes como hombre de negocios y su visión de la riqueza como una métrica de éxito”. También, reveló que en una ocasión John Bolton le dijo: “todo es acerca de los votos. No hay principios detrás de esto”. Esto último estaba haciendo alusión a que la toma de decisiones para Trump, empezaba y terminaba en consideraciones sobre cómo ganar votos electorales de cara a su reelección presidencial.
El 12 de diciembre del 2019, en el contexto de un desayuno de trabajo que contó con la participación de Esper, Mike Pompeo y Robert O Brien, entonces asesor de seguridad nacional, este último planteó que su equipo de la Casa Blanca estaba trabajando en un grupo de asuntos sobre los “próximos pasos hacia Venezuela”. Días después, el Jefe del Pentágono tuvo que realizar un viaje a Europa y a su regreso fue informado por sus colaboradores que se había desarrollado una reunión del Consejo de Seguridad Nacional para discutir opciones militares contra Venezuela. Era evidente que desde la Casa Blanca, se estaban generando las ideas y planes para estimular algún tipo de acción bélica contra Caracas.
De acuerdo a Esper, Mauricio Claver Carone era un “intenso asesor” que conocía bien los temas de América Latina, especialmente Cuba y Venezuela. El ex secretario de Defensa señala en su libro “yo estaba preocupado que las cosas parecían demasiado personales para él dado la manera en que hablaba acerca de estos temas y sus referencias a su crianza en la comunidad cubanoamericana de Miami”. En otras palabras, Esper había captado la obsesión de Mauricio contra Cuba y Venezuela.
El 5 de febrero del 2020, Trump recibe a Juan Guaidó en la Oficina Oval. Antes del encuentro, el entonces Jefe del Pentágono sostuvo un intercambio con el presidente estadounidense, quien le confiesa que tiene serias dudas sobre Guaidó debido a que “parece débil” en comparación con Maduro que luce fuerte. En el libro se afirma que “Trump dudaba de la capacidad de Guaidó para derrocar a Maduro”.
Durante el encuentro en el despacho presidencial, Trump manejó la posibilidad de emplear la fuerza militar contra Venezuela al plantear directamente: ¿Qué pasaría si los militares estadounidenses fueran allí y sacaran a Maduro?. Esper explica que esta pregunta lo hizo estremecer y tuvo la sensación que tenía el propósito de probar a Guaidó. Señala que el opositor venezolano se movió incómodo en su silla, sorprendido por la pregunta y haciendo lo posible por disimularlo. El entonces Secretario de Defensa describe cómo se sintió: “respiré profundamente, me concentré en el rostro de Guaidó y esperé su respuesta. Por suerte, su respuesta no fue tan clara ni tan adelantada como me temía”.
Esper revela que la reacción fue: “Por supuesto que siempre agradeceremos la ayuda de Estados Unidos” y directamente le preguntó a Guaidó ¿estaría su pueblo en verdad dispuesto a organizarse, entrenarse y luchar? La respuesta fue “sí, lo harían”. Como la reunión se extendía, Trump propuso continuarla en un local llamado “Sala del Gabinete”.
De acuerdo a Esper, el mandatario estadounidense seguía interesado en discutir sobre las opciones militares y el equipo del Consejo de Seguridad Nacional estaba entusiasmado con el enfoq. En ese contexto, el Jefe del Pentágono le lanzó otra pregunta a Guaidó ¿si algunos de ellos pudieran ser entrenados y equipados por Estados Unidos, estarían realmente dispuestos a luchar?. Según Esper, “nunca escuché una respuesta sólida. Más bien me dijeron que un plan así llevaría mucho tiempo, sería complicado, etc. Yo no quería asumir esta misión, pero me parecía más viable y aceptable que algunas de las opciones propuestas por O Brien y el Consejo de Seguridad Nacional”. En esencia, concluyó que Guaidó no ofrecía ninguna respuesta que le diera un alto grado de confianza.
En el libro se explica que esta reunión pasó de un debate sobre algún tipo de “operación a gran escala” contra Venezuela a una “operación especial” más pequeña dirigida directamente contra Maduro. Es decir, estaban discutiendo opciones sobre la mejor manera de llevar a cabo un asesinato político contra el presidente venezolano. Durante este intercambio, uno de los colaboradores de Guaidó señaló lo siguiente: “tenemos algunos planes que ustedes (el gobierno de Estados Unidos) saben que estamos trabajando, solo que no están listos todavía”.
En este contexto, Esper señala que también se produjo una referencia rápida a Florida y que el venezolano sonrió y estableció contacto visual con Mauricio Claver Carone, quien devolvió la sonrisa y saludo con la cabeza. En ese instante, el Jefe del Pentágono miró directamente a Mauricio y afirma que “al encontrarse nuestras miradas, su rostro se quedó inmediatamente en blanco”. Por lo tanto, concluyó que algo estaba pasando.
Unos días después de la reunión, el secretario de Defensa llamó a Gina Haspel, directora de la CIA, para comentarle lo sucedido. Le planteó que sus militares no estaban al tanto de ningún plan en desarrollo por parte de la oposición venezolana e indagó con ella si sabía algo de esto. La Jefe de la CIA le dijo que tampoco estaba al tanto de ninguna operación. En ese sentido, Esper reflexionó que si ninguno de ellos dos estaban al tanto de una posible operación especial, entonces ¿quién lo estaba?
Posteriormente en mayo de 2020, trascendió públicamente el fracaso de una operación de infiltración encabezada por dos ex militares estadounidenses que pertenecieron a las fuerzas especiales que tenían el objetivo de asesinar al presidente Nicolás Maduro. Era evidente que este era una de los planes que Claver Carone y el equipo de Guaidó estaban coordinando, presumiblemente, al margen del Pentágono y la CIA.
A pesar de este fiasco rotundo, determinados funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional de Trump continuaban insistiendo en la opción militar. El 9 de junio del 2020, se desarrolló una reunión en la Casa Blanca para discutir el tema y el asesor de seguridad nacional O Brien propuso un ataque militar contra un puerto marítimo ubicado al noreste de Venezuela en el que está enclavado un gran complejo de carga y descarga de petróleo. Su argumento era que esta acción “interrumpiría aún más los suministros de combustible y provocaría más descontento”. La idea operacional sería un ataque aéreo o el empleo de marines.
Según Esper, se opuso a este curso de acción y planteó varias interrogantes: ¿Qué estamos tratando de hacer aquí? ¿Detener los envíos? ¿Forzar el colapso del régimen? ¿Empezar una guerra?. Explica que el secretario de Estado, Mike Pompeo, afirmó: “Sabemos cuál es nuestro objetivo. Ha sido nuestra política desde hace tiempo”. En estas circunstancias, el general Milley, presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor Conjunto, preguntó a la CIA ¿qué creen que haría Venezuela si atacamos un puerto?. La representante de esa agencia señaló que podría esperarse una fuerte reacción que desembocaría en un conflicto y probablemente el pueblo venezolano se uniría en torno a Maduro.
De acuerdo al libro, el debate se fue alejando del ataque militar directo a valorar opciones como operaciones cibernéticas y desarrollo de la guerra irregular sustentada en el entrenamiento y provisión de armamento a ex militares venezolanos. El propio Esper afirma que esta era una propuesta que él había discutido varias veces con el general Milley y “era una idea que valía la pena desarrollar”.
Estos eventos ocurridos en el año 2020, constituyen una evidencia de lo próximo que estuvo una incursión militar contra Venezuela. Aunque Esper en su libro trata de desmarcarse de las opciones más agresivas que implicaban el empleo de fuerzas estadounidenses, en su testimonio sobre lo ocurrido deja bien claro que también favorecía el empleo de cursos de acción que necesariamente requerían la participación activa del Pentágono como es el caso de su inclinación por desarrollar la guerra irregular que a la larga siempre termina en un conflicto de alcances impredecibles. Por lo tanto, Esper actuó esencialmente como lo que es: uno de los señores de la guerra.
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