¿Cómo contribuirá Bolsonaro con Trump para que «Estados Unidos sea grande otra vez»?
A partir del 1ro. de enero del 2019 con la toma de posesión de Jair Bolsonaro, comenzará un proceso de cambios profundos en la orientación de la política exterior y seguridad de Brasil con serias implicaciones para América Latina y el Caribe debido al peso económico, geopolítico y militar que desempeña esta nación en nuestra región.
Esta nueva etapa en la proyección internacional del gigante suramericano estará marcada por la subordinación directa e incondicional a los intereses de Washington, y en especial, por la relación personal entre Trump y Bolsonaro, quien definió en julio de este año la inspiración y esencia de su misión política: «Como mismo él quiere hacer a América grande, yo quiero hacer a Brasil grande». Por lo tanto, el modelo político trumpista cargado de excentricidades, «furia y fuego» será acogido como el referente a seguir por el presidente electo brasileño en su gestión de gobierno.
La política exterior y seguridad que comenzará a implementar Brasil hacia América Latina y el Caribe en enero del 2019, debe estar fundamentada en un conjunto de principios y formulaciones que definirán qué objetivos pretende alcanzar, cuáles son los principales desafíos que enfrentará, qué rol desempeñará Brasilia en la región, cuál será la naturaleza de su relación con Estados Unidos y cómo empleará los instrumentos de su poderío nacional. Las respuestas a estas interrogantes constituirán lo que podría denominarse como los pilares de la «Doctrina Bolsonaro» hacia Nuestra América.
La Hoja de Ruta de la política exterior brasileña está trazada y sus pasos serán administrados desde la Oficina Oval de la Casa Blanca que ya tiene posicionado a su «nuevo mejor amigo» Jair Bolsonaro, quien debe estar ansioso por implementar las instrucciones de Washington. Más allá de su identificación política con el gobierno estadounidense, es evidente que es un trumpista entusiasta atrapado en la nostalgia de revivir la dictadura militar en Brasil, lo que sin lugar a dudas ha marcado su visión del mundo y concepciones ideológicas que impactarán en su programa de gobierno y estilo de liderazgo.
Bolsonaro y Trump: El peligroso dúo de la nostalgia
El mandatario estadounidense y el presidente electo brasileño comparten la nostalgia por un «pasado glorioso» y están empeñados en que retorne. En el caso de Trump es la época de la denominada «revolución conservadora» durante la Administración Reagan. Por su parte, Bolsonaro no puede desprenderse de rememorar al régimen militar del que formó parte como oficial del Ejército y que sometió a Brasil durante 21 años desde 1964 a 1985 llegando a afirmar: «Estoy a favor de una dictadura. Nunca resolveremos los serios problemas nacionales con esta democracia irresponsable».
Este tipo de «nostalgias políticas» por su contenido y motivaciones son muy peligrosas debido a que no se limitan a una añoranza sentimental a nivel personal, sino que se pretenden incorporar, después de una elaboración ideológica, a una agenda de gobierno a partir de posiciones extremistas, racistas, nacionalistas y populistas que representan los intereses de determinados sectores minoritarios en un contexto de profunda crisis económica, social, ideológico-cultural y política en sus respectivos países. La experiencia histórica demuestra que estas criaturas políticas de derecha que emergen de este tipo de circunstancias solo contribuyen a promover el odio, la violencia y la cultura del miedo.
El mandatario estadounidense desde enero del 2017 comenzó su camino para reencontrarse con el pasado e intentar lograr que «América sea grande otra vez». Los resultados de estos dos años evidencian que en materia de política doméstica sus decisiones han contribuido a agravar la situación interna de Estados Unidos, lo que se refleja en una nación altamente polarizada con serios conflictos estructurales a nivel social y una gestión presidencial deslegitimada. En el área de la política exterior se enfrasca en emplear un renovado militarismo, hegemonismo y unilateralismo con una retórica agresiva y confrontacional, lo que ha consolidado a Washington como la principal fuente de inseguridad e inestabilidad a nivel global.
Bolsonaro que iniciará su sendero en enero del 2019 en busca de sus décadas perdidas tendrá como premisa para transitarlo lo que planteó el año pasado en una entrevista concedida a la agencia Reuters: «Trump enfrentó los mismos ataques que yo estoy enfrentando ?que era homofóbico, fascista, racista y nazi. Pero las personas creyeron en su plataforma. Yo fui animado por él». Con ese ejemplo e inspiración debe recoger los mismos resultados de su ídolo.
Los pilares de la «Doctrina Bolsonaro» hacia Nuestra América
El mismo día que Bolsonaro se impuso en las elecciones presidenciales, Trump lo felicitó y horas más tarde comentó en las redes sociales que Brasil y Estados Unidos acordaron trabajar estrechamente en temas comerciales y militares. Posteriormente, altos funcionarios del gobierno estadounidense declararon que durante la conversación telefónica entre ambos se habló sobre «un fuerte compromiso de trabajar unidos en temas que afecten a Brasil, Estados Unidos y más allá». Teniendo en cuenta estos pronunciamientos públicos, la política exterior brasileña hacia América Latina y el Caribe a partir del 2019 podría estar sustentada en los siguientes pilares:
- Construir una sólida alianza estratégica (subordinada y dependiente) con Estados Unidos, lo que constituiría la piedra angular de su proyección externa, institucionalizaría su obediencia al gobierno estadounidense y se ganaría el calificativo de aliado hemisférico. Esta dependencia se enfocaría fundamentalmente en las áreas comercial, militar y política. Las contribuciones principales a Washington serían: adopción de un acuerdo bilateral de libre comercio; asegurarle el empleo de la base militar de Alcántara; fortalecimiento del diálogo entre las industrias de defensa de ambos países que tendrá como principal beneficiario al Complejo Militar Industrial de Estados Unidos, así como la concertación de acciones políticas para imponer los intereses estadounidenses en los principales temas de la agenda regional.
- Priorizar los mecanismos regionales diseñados y controlados por EE.UU., especialmente la OEA, lo que tendría como impacto práctico que se sepultaría la denominada política de «suramericanización» y la «diplomacia solidaria» que caracterizó a la proyección internacional de Brasil durante los gobiernos progresistas del Partido de los Trabajadores, las que estaban orientadas a fomentar los vínculos con los países vecinos con un enfoque integracionista. Esta línea de actuación sería una contribución clave debido a que es funcional al objetivo estratégico de Washington de continuar socavando y debilitando los mecanismos de concertación y cooperación de corte progresistas en el área. Sería una oportunidad para reanimar institucionalmente al desacreditado sistema de instituciones hemisféricas.
- Promover el desarrollo de las capacidades militares y de seguridad a nivel regional, lo que estaría orientado a garantizarle a Estados Unidos el incremento de su posicionamiento estratégico en el área bajo el argumento del enfrentamiento al terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado trasnacional. Esta proyección contribuiría a un mayor control y fortalecimiento de la capacidad operacional de efectivos estadounidenses y mayor vigilancia tecnológica en áreas de interés. Además, se ampliarían los programas de asistencia técnica en materia de seguridad para el entrenamiento y la capacitación de las fuerzas, lo que implicaría un reforzamiento de la presencia de agencias especializadas estadounidenses como la CIA, la DEA y la DIA en la región en nombre de la «seguridad hemisférica».
- Garantizar el aislamiento de los países del área que se niegan a actuar como «socios responsables» de Estados Unidos, lo que implicaría involucrarse activamente en la política de «cambio de régimen» que despliega Washington con mayor énfasis contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Este enfoque sería una contribución muy especial a los intereses estadounidenses debido a que emplearía a Brasilia como punta de lanza para la presentación y despliegue de iniciativas políticas contra esas naciones. Este tipo de acciones favorecería el deterioro de los vínculos bilaterales de Brasil con estos países y se crearían condiciones que generarían situaciones de tensión política con implicaciones para la seguridad regional.
- Contener la influencia de actores extraregionales que son considerados por Estados Unidos como «amenazas» a su seguridad nacional, lo que estaría dirigido a limitar el posicionamiento alcanzado por Rusia y China en nuestra región a partir de los vínculos que han desarrollado en las áreas económica, militar, tecnológica y política que según la actual Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos «han encontrado espacio para operar en el Hemisferio». Esta «influencia maliciosa» como la califica el gobierno estadounidense constituye un obstáculo para el cumplimiento de sus objetivos en su traspatio natural bajo los postulados de la «Doctrina Monroe» renovada.
- Fortalecer sus relaciones con los países desarrollados y reajustar la cooperación Sur-Sur, lo que estaría enfocado en privilegiar los vínculos económico-comerciales con actores de peso en el escenario internacional con posiciones ideológicas afines y, gradualmente sin menoscabo a su capacidad de influencia con los países subdesarrollados, reorientar la tradicional cooperación con estas naciones priorizando el Norte.
En esencia, los pilares de la «doctrina Bolsonaro» hacia América Latina y el Caribe se orientarán a proteger, preservar y defender los objetivos de la política exterior y seguridad de Estados Unidos hacia Nuestra América que siempre han servido y representado los intereses de los grupos de poder estadounidenses en detrimento de la soberanía, independencia y autodeterminación de nuestros pueblos.
Si bien estos pilares orientarían la política exterior y seguridad de Bolsonaro hacia nuestra región, para que se concrete este enfoque no basta con la voluntad política sino que requiere un proceso de implementación que tendrá que lidiar con la resistencia y el enfrentamiento de las fuerzas progresistas que se opondrán a esta ofensiva imperialista. Esto indica que aún en este escenario complejo existen posibilidades y espacios para obstaculizar estas intenciones empleando todo el caudal de conocimientos, experiencias y formas de lucha revolucionaria de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños que nunca se detendrán en su aspiración de lograr su definitiva independencia.
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