La paz total de Gustavo Petro tuvo el pasado fin de semana en La Habana la noticia más esperada desde que se retomó el proceso de negociación con el Ejército de Liberación Nacional interrumpido en 2019. Se va a seguir gestionando una salida política al conflicto pero en medio de un silenciamiento de los fusiles entre ambas partes enfrentadas en el terreno de combate. Tal escenario será posible por el segundo pero más importante de los llamados Acuerdos de Cuba: un cese el fuego bilateral, nacional y temporal por seis meses, con entrada en vigor a partir del próximo 3 agosto.
Es el clima ideal jamás alcanzado en el diálogo entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. Y a pesar de que aun así, dialogando en medio del fuego cruzado, se pactó la paz con la guerrilla más grande de entonces, el proceso estuvo a punto de abortar en numerosas ocasiones, porque justamente han sido siempre los hechos de violencia ligados a la confrontación armada los que han puesto en jaque una y otra vez el entendimiento en la mesa de conversaciones.
También ha sido así en el esfuerzo pacificador con el ELN, cada enfrentamiento militar hace que la mesa entre en crisis. De hecho, fue una acción ofensiva de esa guerrilla —el ataque con coche bomba a la escuela de cadetes de la policía General Santander, en Bogotá— lo que sirvió de pretexto al presidente Iván Duque para suspender la mesa de diálogos, aunque una y otra vez se insistió en que era parte del trato negociar por un lado y combatir por otro hasta tanto no hubiesen treguas consensuadas o, en su defecto, treguas unilaterales, siempre por parte de los rebeldes y por fechas y coyunturas específicas.
EL PRECEDENTE
Sin embargo, con esta insurgencia ya había un precedente. Cuando arrancó la fase pública de las conversaciones entre los delegados de Santos y los delegados elenos, en febrero de 2017 en Quito, se enfocaron los esfuerzos en lograr un alto al fuego. Siete meses después, coincidiendo con la visita del Papa Francisco a Colombia en septiembre de ese año, el presidente Santos anunciaba un cese de hostilidades que rigió entre el 1ro. de octubre y el 10 de enero de 2018. Exactamente 102 días de paralización de operaciones, que al coincidir con la desmovilización de más de 10 mil rebeldes de las FARC, luego de la paz con ese grupo y su conversión a partido político, se hicieron sentir en toda la geografía, dándose la mayor reducción de la violencia en medio siglo. Durante el centenar de jornadas en que rigió el armisticio, no se registró ningún combate de la fuerza pública con ninguna guerrilla, ni tampoco murió soldado, policía o guerrillero, sucesos verdaderamente inéditos en las últimas décadas para una Colombia cotidianamente en guerra.
Aquella primera tregua solo se vio empañada por una treintena de acciones que involucraron al ELN, pero con otros actores armados, que lamentablemente sí dejaron víctimas civiles. De ahí que los expertos consideren que frenar la violencia solo es posible con ceses multilaterales, por la atomización del conflicto y la coexistencia de múltiples estructuras armadas.
Sobre esta situación, Petro ha propuesto más de una vez treguas regionales, pero no han fraguado. Lo más que ha logrado el presidente colombiano es pactar ceses ofensivos con varios grupos al unísono, pero reiteradas violaciones han dado al traste con los nobles propósitos de alivio humanitario para las comunidades que sirven de teatro de batallas.
¿CUÁL ES EL ALCANCE DE LA NUEVA TREGUA?
Ahora, el acuerdo de cese el fuego suscrito en la capital cubana entre los jefes negociadores Otty Patiño, en representación del gobierno, y Pablo Beltrán, por el ELN, es el más largo y ambicioso proyectado hasta el momento. Se firmó el 9 de junio y desde ese mismo día comenzó a implementarse en tres fases que incluyen: alistamiento y pedagogía entre el 9 de junio y el 5 de julio, suspensión de las operaciones ofensivas y aprobación de protocolos entre el 6 de julio y el 2 de agosto y, finalmente, implementación de la tregua a partir del 3 de agosto por 180 días, prorrogable por decisión de las partes luego del análisis sobre el cumplimento efectivo de lo pactado. Los mecanismos de monitoreo y verificación incluyen la participación de la ONU, de la iglesia católica y de las propias comunidades.
Y semejante anuncio tuvo también toda la simbología política que necesitaba para ser comunicado con fuerza. Se dio a conocer en la clausura del tercer ciclo de la mesa de diálogos que sesionó en La Habana desde el 2 de mayo de este año. No fueron solo las partes las encargadas de contarlo, sino que llegaron hasta la Isla, Gustavo Petro, en su primera visita además como jefe de estado, y el actual primer comandante de la guerrilla, Antonio García, a quien se le suspendieron poco antes sus órdenes de captura para poder viajar y participar junto a los suyos en los acontecimientos del proceso.
Fue entonces que la capital cubana acogió otra vez hitos de paz, primeros cara a cara, primeros estrechones de manos. Antes fueron Santos y Timochenko, con los buenos oficios de Raúl Castro, quien propició que dos archienemigos rompieran el hielo público de hacer contacto frente a muchísima gente y muchísimos medios de comunicación, fotógrafos y camarógrafos en ristre a la caza del momento; como ahora repitieron la historia Petro y García, de la mano de Miguel Díaz-Canel, para inmortalizar un instante que se traduce en vidas arrancadas a la muerte.
«El mundo de las armas y de matarnos entre todos, desde hace décadas, la guerra perpetua, la soledad perpetua, como decía Gabo —Gabriel García Márquez—, debe cesar», dijo el mandatario colombiano en un discurso improvisado pero meticulosamente pensado, sentido y cargado de mensajes de optimismo. Se atrevió incluso a ponerle fecha a la paz, una apuesta arriesgada si se tiene en cuenta que le pone presión a las negociaciones y que por experiencias pasadas, termina siendo contraproducente. «En mayo de 2025 cesa definitivamente la guerra de décadas entre ELN y el Estado».
En ese sentido, uno de los delegados del gobierno, el senador Iván Cepeda, explicó que la fecha dicha por el presidente se refiere a un calendario interno de la mesa según el cual «a mayo de 2025 deberán estar firmados los acuerdos sobre los tres primeros puntos de la agenda de paz, lo cual nos da una perspectiva de ver firmada la paz con el ELN antes de que acabe ese año».
En la misma sintonía argumentó el Segundo Comandante Beltrán que no se trata de un calendario público, sino de una proyección interna. El ELN consideró que este acuerdo tiene un propósito humanitario, «para que haya un mejor clima para lograr la paz» y que es «una luz de esperanza» que demuestra que los conflictos sí se pueden resolver por la vía diplomática.
Quizás el único asunto que ensombrece las buenas nuevas es la aclaración que el grupo guerrillero hizo al referir que la retención de personas o secuestro y el cobro de impuestos a las actividades económicas en sus predios, tildado de extorsión, son prácticas de financiación habitual de la insurgencia que van a continuar «de ser necesario» en tanto siguen en discusión en la mesa.
¿QUÉ MÁS SE PACTÓ EN LA HABANA?
«Queremos que el corazón de este proceso de paz sea la participación de la sociedad». Con ese llamado, Antonio García explicaba el primero de los Acuerdos de Cuba, que para el comandante eleno se trata de acuerdos de procedimiento que conducirán en un plazo cercano a acuerdos sustanciales.
«No podemos repetir viejas historias», explicaba García en referencia a como procesos anteriores han sido reducidos a la pacificación y con ella la desmovilización de los combatientes y su desarme para después terminar asesinados y las causas originarias de la rebelión, intactas.
Es por ello que el ELN busca que el gobierno pacte con la sociedad y no con los guerrilleros; que los distintos sectores sociales y económicos del país participen en la mesa de negociación y aportes su visión sobre las transformaciones necesarias para que cese definitivamente la violencia. «Queremos ver los cambios», sentenció el líder insurgente.
¿QUÉ VIENE AHORA?
Tras estos anuncios, la mesa de diálogos se declaró en trabajo permanente en distintas modalidades, además de mantener las rondas de conversaciones en sedes itinerantes. El próximo ciclo lo acordaron realizar en Caracas entre el 14 de agosto y el 4 de septiembre venidero. Otra de las novedades es el establecimiento de un canal de comunicación activo entre las partes a través de ONU Colombia.
Con la implementación de este cese el fuego pactado en la capital cubana «se acaba la insurgencia armada en América Latina, de la que hicimos parte la mayoría de los que estamos acá», así afirmó Petro mirando a su alrededor a sus compañeros del M-19, a los rebeldes del ELN y a los cubanos herederos de la guerrilla de Fidel Castro. Es por lo pronto un augurio. Terminará la práctica insurgente en la región si esta tregua pasa de temporal a definitiva.
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