Proposiciones

Lisandra Gómez Guerra: Feminista, comunicadora y sin frenos*

13 abr. 2021
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Si a algo no puede renunciar la espirituana Lisandra Gómez Guerra, Doctora en Ciencias de la Comunicación, es a la madrugada sustanciosa en ideas y a la palabra lista para ser expresada sin tapujos ni dobleces. Son dos hábitos que forman parte de su personalidad, como su modo desinhibido de vestir y de hablar. Por eso, si alguien le pide una opinión, no puede esperar menos que la verdad pura y dura (si lo es); y si le solicitan ayuda con la revisión de un artículo, un proyecto de tesis o, incluso, que responda un cuestionario, ella —que nadie se explica cómo logra cumplir con tantas responsabilidades— dirá que sí, que claro, pero que tienes que esperar hasta mañana.

«A las 6:00 a.m. lo tendrás en tu buzón» —escribirá la noche anterior antes de irse a dormir, poco más de seis horas, para que le alcance el tiempo. Un tiempo que parece estar cronometrado, pues está dedicado a cumplir con sus múltiples obligaciones como corresponsal de Juventud Rebelde, periodista de la página cultural del semanario Escambray, profesora de la carrera de Comunicación Social en la universidad de la central provincia; reportera y directora del noticiero Al día, de Radio Sancti Spíritus; y también investigadora y vicepresidenta de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en ese territorio.

Ella dice que sí, que llevarlo todo a la vez «es muy complicado. Intento acomodar las tareas por prioridades en el tiempo. Me levanto todos los días a las 5:00 a.m. y eso me permite adelantar, sobre todo, en los procesos de escritura. Aunque si pudiera ponerle más horas al día, lo hiciera con sumo placer».

De cada uno de sus empeños diarios enumera lo que le enamora o le reta, y aunque ha recibido numerosos reconocimientos en cada área en la que labora, Lisandra asegura que no está satisfecha: «y creo que jamás lo estaré. Soy extremadamente autocrítica, tanto que a veces voy al extremo de la inconformidad».

Quizás de ahí haya nacido una obra periodística tan prolífica que ni ella misma sería capaz —si se lo propusiera— de recordar cada uno de los textos publicados tanto en radio, periódicos, revistas, sitios web o televisión, en los 12 años de experiencia laboral acumulados, luego de graduarse de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central «Marta Abreu», de Las Villas. No obstante, confiesa que es el mundo de las ondas sonoras el que la tiene totalmente atrapada.

«Desde el segundo año de la carrera, la prensa radial me enamoró. Contar mediante los sonidos y las palabras es tan intenso que cuando intento hacer una obra compleja me deja sin aliento. Además, la adrenalina de la inmediatez es una de las mejores sensaciones experimentadas como profesional —dice, totalmente segura de su elección—. Radio Sancti Spíritus me ha posibilitado hacer casi todo lo que me he propuesto.

»La dirección de programas es otro placer y mucho más el noticiero Al Día, porque me permite crear un gran producto con la obra de otras muchas personas. Por eso siempre digo, ante cualquier reconocimiento, que no es solo mío, sino de todo un colectivo. Además, he logrado crear una empatía y complicidad con el equipo más pequeño (grabador, redactora, realizador de sonidos y locutores), porque hablamos un mismo idioma. Basta una sola mirada para saber lo que queremos. Y eso, cuando se dirige, es fundamental».

Entre los primeros retos que la profesión le puso delante estuvo el periodismo cultural, una tarea inesperada que se convertiría en pasión, al punto de que hoy lo toma como trabajo, pero también como placer.

«Cuando me gradué, en Radio Sancti Spíritus no había quién asumiera los temas cul-turales; así que fue una imposición, más que una elección. Pero estuve súper agradecida porque desde adolescente intentaba estar presente en cuanto suceso cultural ocurría en la ciudad. Desde ese instante, aprendo de la mano de artistas e intelectuales. Creo fiel-mente en la idea de que lo primero que hay que salvar es la cultura, porque es el sostén del resto de los procesos. Por eso, interpretarla y analizarla me desvela». En esa suerte de vigilia alerta, su posición como vicepresidenta de la AHS le sirve de puntal, porque le ha permitido «estar del otro lado del escenario cultural, mucho más cerca de los creadores —explica—. Eso ha contribuido a que comprenda mejor los procesos culturales espirituanos, lo que incide directamente en cómo hacer un periodismo más cercano a las luces y sombras de la vida sociocultural de la provincia y de Cuba».

Cinco años después de salir de las aulas universitarias, otra sorpresa le esperaba a la apasionada periodista de temas culturales: la comunicación desde la perspectiva de género.

«En 2013, mi jefe me envió a un taller sobre género, pensando que era sobre géneros periodísticos. Le agradeceré eternamente aquella equivocación. Bastó el primer encuentro con el tema para impulsarme a buscar información, en el afán de aprender más de lo que desconocía. Eso me ha servido para crecer como ser humano, al dejar a un lado prejuicios, estereotipos e intentar entender a quienes me rodean desde la multiplicidad.

»Al llegar la posibilidad del doctorado, muchas personas me dijeron que para la aprobación del tema debía ser algo poco estudiado y que me motivara, pues exigiría de mí horas de entrega. Pensé enseguida que solo existía una tesis doctoral sobre Género y Comunicación, referente para cualquier investigación: la de Isabel Moya. Se unieron así dos cosas: pasión y objetividad, ingredientes que me acompañan siempre».

¿Cuánto se transformó tu vida profesional y personal luego de obtener el grado científico de Doctora en Ciencias de la Comunicación?

He sentido que las personas intentan probarme, a veces con intención y otras no, como si tener el grado de Doctora me hiciera experta en todo o incapaz de equivocarme. Para mí es solo el inicio de un gran proceso en mi vida: superarme como profesional y persona. Cuando la Doctora en Ciencias Literarias Yanetsy Pino Reina aceptó ser mi tutora, me dijo que lo asumía si le aseguraba que ayudaría a otros, luego de obtener mi grado. Y con mucho placer lo hago. Alumnos, amigos, desconocidos… siempre intento guiar desde mis saberes, eternamente abiertos a nuevos horizontes.

Hago periodismo de a pie, ese que intenta auscultar la vida de una provincia. Claro que, más allá del título que guardo con cariño y orgullo, hoy soy una mejor persona y profesional por la experiencia adquirida en la investigación del Género y la Comunicación en Cuba.

¿Carece el periodismo cubano de un enfoque ajustado a las corrientes, paradigmas y estudios de género en Latinoamérica y el mundo?

Sí, predomina la ausencia de la perspectiva de género en nuestro periodismo. Se debe, en buena medida, a que en nuestras redacciones están hombres y mujeres herederos de una milenaria ideología y cultura patriarcales. Que no reproduzcan en sus materiales periodísticos sus roles y estereotipos es muy difícil. Transformar esas representaciones sociales implica sensibilizar y recibir educación desde la perspectiva de género, y eso debe comprenderse y hacerse cumplir como política nacional. Hay muchas intenciones, hemos ganado conocimientos en cursos y talleres, pero aún son mayoría quienes reproducen las diferencias entre hombres y mujeres, ancladas en el patriarcado, y se niegan a comprender la multiplicidad de las feminidades y masculinidades.

¿Te ha traído sinsabores esa postura inclusiva, democratizadoramente feminista, con la que defiendes tus ideas?

Muchos. Recuerdo que varios colegas espirituanos me cuestionaron el por qué dedicarme a realizar un doctorado sobre el tema y otros (no pocos) aún me dicen que son «exquisiteces» mías, cuando les explico cómo logramos mejores productos comunicativos si asumimos la perspectiva de género. De forma general, no se concibe como importante y vital para el ejercicio de un periodismo más comprometido con su contexto.

Y a ti, como mujer, ¿cuánto te ha aportado y transformado ese conocimiento? ?

Soy una mujer mucho más fuerte, confiada, resiliente, segura y capaz de comprender conductas, pensamientos, actitudes desde la multiplicidad misma de los seres humanos.

¿A quiénes tienes como paradigmas de mujeres periodistas?

Es difícil, porque son varias. Todas las que de forma ética y valiente defienden en sus creaciones sus puntos de vista con la responsabilidad social que exige esta profesión, no siempre bien comprendida.

Defiendes con vehemencia tus criterios y gustas de imponerte desafíos constantemente… ¿Te consideras una periodista libre de tabúes?

Intento. A veces choco con alguno y me obligo a sacarlo del camino, pero es difícil. Por eso cuando estudias sobre género, lo primero que aprendes es que estás en un constante aprendizaje.

¿Qué te retiene en tu terruño, aun cuando te han invitado a cruzar fronteras interprovinciales?

Nunca he pensado en irme de Sancti Spíritus. Aquí crezco como profesional. Los medios solo tienen la condición de municipal, provincial y nacional para el sistema de pago. Desde que conquistaron Internet, ya el mundo rompió esas fronteras. Aquí he escrito sobre lo que he querido; mientras que, por ejemplo, en Juventud Rebelde más de un tema me ha sido censurado porque nacionalmente no es considerado acertado. Aquí también está mi familia y tengo mi comodidad. Quizás en eso último deba trabajar para que no se convierta en un freno en mi vida.


Dice «freno» y la palabra suena fuerte, como si no estuviese hecha para ella, una mujer de 35 años a la que ni los más duros rigores de la profesión le han podido imponer límites. Esa seguridad que se proyecta hasta en su forma de mirar está asentada en la búsqueda constante de un modo de hacer que es unas veces impetuoso y otras, más reflexivo, pero nunca un freno.

 

*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021).

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