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La paz no puede ser un asunto cosmético

8 jun. 2017
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Crecí admirando a los guerrilleros y a las guerrilleras. El Che, Fidel, los barbudos de la Sierra, resultaron íconos de mi adolescencia. Después supe de Tania la guerrillera, de los hermanos Martínez Tamayo, conocí a los hijos de Pachungo, Morogoro, Machín, Tumaine… Me cautivó la mística del subcomandante Marcos y entendí que un «pasamontañas» podía disimular sentimientos genuinos detrás de miradas tiernas o desafiantes.

Siempre simpaticé con los hombres y las mujeres que escogían el difícil camino de irse a pelear a las montañas para conquistar el sueño de un mundo más justo y equitativo. Gracias a los libros de Ocean Sur conocí las historias de Marulanda, Simón Trinidad, Tanja Nijmeijer, Raúl Reyes, guerrilleros colombianos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), que fueron para mí héroes modernos. Hasta ese momento conocía solo a esta parte de la guerrilla en Colombia, quizás la más mediatizada. Había escuchado hablar de otra fuerza revolucionaria tan veterana como las FARC, el Ejército de Liberación Nacional, pero a estos insurgentes me costó tiempo ponerles rostro. Mi primer acercamiento fue hace alrededor de un año, cuando un amigo a quien conocía solo por su «nombre de guerra», se me presentó oficialmente como guerrillero del ELN.

A partir de ese momento conocí su historia, sus luchas, y las características de su propuesta de negociación por la paz. Cuando supe que existiría la posibilidad real de una entrevista, me sentí afortunado. Horas después, estreché las manos de los comandantes Nicolás Bautista y Antonio García, en la casa en la que viviera por muchos años otro guerrillero legendario (actual Centro de Estudios Che Guevara). Después de los saludos iniciales y un breve intercambio acerca del libro ¡Papá, son los muchachos!, empezó el diálogo.  

Recientemente se reunieron en La Habana jefes de las FARC-EP y el ELN, ¿cuáles fueron los aportes esenciales del encuentro para el proceso de paz colombiano?

Nicolás: Nosotros vinimos porque este era un encuentro aplazado desde hace cerca de dos años. Aunque el gobierno se había comprometido a facilitar este encuentro, lo fue posponiendo. Recién conocimos que, no solamente por disposición del gobierno, sino también por contribución de gente que está interesada en el proceso de paz de Colombia, se dio el encuentro. El encuentro fue básicamente para ponernos al día entre las FARC y nosotros. Nos permitió conocer de primera mano detalles de su proceso, con mucha más precisión. Igualmente, nosotros les expresamos donde íbamos, las posibilidades, las dificultades. Terminó con una rueda de prensa donde concluimos que, si bien hay diferencias de enfoque, de desarrollo, de visión, también hay identidades comunes. Lo principal es que, independientemente del desarrollo de las agendas, ambas tienen el objetivo común de lograr la paz completa para Colombia.

Antonio: Lo que hicimos con los compañeros de las FARC fue conversar sobre la experiencia de la negociación de ellos y también de nuestra, de los obstáculos que ellos habían tenido, de los que hemos tenido nosotros, de los ritmos que ellos tienen —ellos van más adelante, nosotros vamos más atrás—; hablamos con mucha franqueza. Identificamos que hay diferencias, que son dos procesos diferenciados, con ritmos distintos. No nos vamos a poner a pensar ahora cuáles son los errores, cuáles son los problemas. Seguramente la realidad los va a evidenciar, esperamos a que eso suceda. Pensamos que hay cosas sobre las cuales vamos a tener que seguir actuando, de tal manera que los dos procesos, en algún momento, puedan concluir en acción política, que puedan contribuir a aportar soluciones a los problemas de la sociedad para que avancemos en una posible democratización de Colombia.

Mucho se habla y se ha hablado de la paz, ¿qué tipo de paz persigue el Ejército de Liberación Nacional?

Antonio: Nosotros luchamos por la paz que resuelva la participación de la sociedad, que le permita participar en el diseño de su destino. Que sea la misma sociedad quien formule las soluciones a los problemas. Nosotros pensamos que la negociación tiene que contar con la participación de la gente. De ahí pueden salir soluciones, pero todo va a depender de lo que diga la sociedad: un gran diálogo nacional donde la misma gente formule propuestas de transformación para Colombia.

Nicolás: En Colombia se corean por parte de las masas movilizadas una consigna: «La paz con cambios, la paz con transformaciones». Eso, por supuesto, tiene un contenido muy profundo. La paz no puede ser un asunto cosmético para que todo siga igual, la paz de Colombia requiere cambios profundos sobre todo en la democracia, en la justicia, en la equidad social y en la soberanía. Un proceso que no culmine allí, realmente no es bienvenido por parte de las mayorías, sobre todo de las mayorías que son excluidas. Todo el mundo habla de paz, pero sin duda, la clase en el poder tiene una visión bastante diferente a la nuestra de lo que tiene que ser la paz. Para ellos la paz es una realidad donde nadie le estorbe, para el proceso arrollador del neoliberalismo y para los propósitos del capital foráneo de arrasar con el país; esa es la paz del neoliberalismo. La paz de los revolucionarios, por el contrario, es una realidad nueva, donde haya justicia social y donde haya democracia.

Se avecina un año electoral en Colombia, ¿cuánto puede afectar esa realidad?

Nicolás: No puede ser que la paz sea utilizada para los beneficios políticos particulares que existen en Colombia, por el contrario, las elecciones deberían ser un factor de fortalecer el proceso de paz. Por supuesto, que es muy difícil, pero ese es nuestro propósito. No deben existir fracturaciones respecto a los esfuerzos por la paz en aras de posicionar a los candidatos respecto a las elecciones; deben ser más bien los esfuerzos de ellos para fortalecer el proceso de paz.

La situación en Colombia es tan compleja que lo más importante es mantener los propósitos que sabemos no culminan en este gobierno. Nosotros tenemos eso claro, el proceso de lucha por la paz del ELN va mucho más allá del gobierno de Santos. El Comandante Pablo Beltrán ha dicho que nosotros no nos vamos a levantar de la mesa, y eso es cierto. La paz es entre nuestros adversarios y la sociedad, decimos nosotros; pero si el adversario no quiere es muy difícil entonces. Aun así, nosotros tenemos como objetivo persistir por la paz hasta el final, la paz es el objetivo que buscamos los revolucionarios. Con ese sueño nos levantamos en armas y con ese sueño nos hemos mantenido. El futuro de Colombia o de cualquier pueblo del mundo es la paz, por derecho, por ley, pero además por naturaleza; no puede ser la guerra, nosotros hemos aceptado la guerra como último recurso y siempre hemos planteado la urgencia de la paz.

Antonio: Los problemas por los cuales estamos alzados en armas están ahí latentes. Cada día la gente nos lo está repitiendo: problemas de salud, educación, transporte, vivienda; todos los bienes públicos, el problema de la soberanía nacional, el modelo económico; todo eso sigue en la realidad de Colombia, nada ha cambiado. Esperamos que la reflexión que se haga del proceso de paz nos aporte soluciones.

El proceso de negociación previo entre FARC y gobierno es un importante antecedente. ¿genera optimismo, preocupaciones?

Nicolás: Nosotros les decíamos a los compañeros de las FARC que lo ideal hubiese sido que ambos procesos hubiesen ido mucho más articulados y sincronizados. Eso no fue posible, pero tampoco es tan malo que los dos procesos sean desiguales porque los unos y los otros nos podemos mirar en cada acierto o en cada dificultad.

La negociación con las FARC ha tenido como elemento positivo, que se vaya impactando en el país con la necesidad de nuevas realidades, nuevas posibilidades y un nuevo desarrollo. En cambio, lo que más nos preocupa de ese proceso es que no logramos constatar en la oligarquía colombiana una disposición a la paz. Es muy común que se le escuche decir a cualquier político decente, por decirlo de alguna manera, o a alguien en la calle, que a las FARC no les están cumpliendo. Los mismos compañeros de las FARC son conscientes de que no les están cumpliendo.

Cuando alguien tiene la osadía de irse delante, es bueno; pero el que va un poco atrás también puede medir hasta dónde hay posibilidades y cómo mejorar asuntos que puedan aportarle al proceso. Porque el proceso de paz es el mismo, aunque pongamos énfasis en temas distintos o tengamos puntos de vista diferentes.

Antonio: El gobierno negoció con una guerrilla y ahora lo hace con la otra; pero en Colombia se han venido presentando grandes movilizaciones de la sociedad. Hay decenas de miles de personas en protestas, los maestros, los estudiantes, en ciudades como Buenaventura, hay decenas de miles de personas protestando. Todas esas protestas se deben a que el gobierno no les ha cumplido sus peticiones negociadas. Si un gobierno no es capaz de negociar conflictos de orden social con las comunidades, qué puede pasar más adelante. Estamos ante un gobierno que no está en condiciones ni siquiera de cumplirle a los sectores sociales. ¿Qué vamos a hacer entonces? ¿Vamos a esperar que más adelante le cumpla a las FARC, le cumpla al ELN? A las FARC le ha venido incumpliendo. Para mencionar un solo caso, no tuvo listos los campamentos donde ellos se iban a concentrar y hacer todo el proceso de legalizaciones. Era el punto que más le interesaba al gobierno —porque lo que más le interesa es que la guerrilla deponga las armas—, y ni siquiera los campamentos estuvieron listos.

El cumplimiento de todos los acuerdos es algo más grave aún. El acuerdo final se ha modificado dos o tres veces, se sigue negociando, es un proceso que no ha terminado, abierto, que cuestiona varios elementos que son esenciales en un proceso de solución política. Estamos en un proceso de negociación compleja. Tenemos mucha esperanza de avanzar, pero es bueno que la negociación del proceso de paz se haga con la máxima seriedad y el máximo cumplimiento. 

¿En qué momento de las negociaciones está el ELN y cuál sería la próxima meta a alcanzar?

Antonio: La negociación entre el ELN y el gobierno colombiano ya está en una fase pública luego de haber estado prácticamente cuatro años negociando una agenda. Son cinco o seis temas sobre los cuales creemos necesario conversar y llegar a acuerdos. Hemos negociado una agenda, pero no hay nada sustancial. En estos momentos estamos en la fase pública en lo que consideramos la primera parte de la negociación, en la que para nosotros es fundamental poder diseñar la participación de la sociedad, de qué manera, quiénes, qué temáticas, en qué escenarios se va a llevar un diálogo nacional, donde la sociedad misma sea la que diga cuáles son los problemas que debe examinar, cómo analizar la realidad. De ese análisis identificaríamos en una especie de consenso nacional y soluciones viables que puedan abrir un camino a una posible democratización de Colombia.

Nicolás: Si hacemos una línea imaginaria, podríamos decir que los compañeros de las FARC, al haber firmado acuerdos y estar en la implementación de ellos, estarían de esa línea para allá. El ELN, al tener una agenda definida, pero al no haber comenzado a construir acuerdos, estaría de esa línea para acá. No porque nosotros lo queramos, sino porque el gobierno, primero, fue demasiado resistente a aceptar la agenda que terminó por construirse. A ellos les da mucho temor la participación de la sociedad y la exigencia de la democracia para Colombia, que es un asunto transversal en toda la agenda con el ELN. Lo otro difícil fue llegar a un acuerdo sobre la dejación de las armas porque nosotros no aceptamos el punto de dejar las armas porque nosotros todavía no sabemos si eso sea posible. Por esta y otras razones, pero estas pesan mucho, ha sido muy difícil llegar a los primeros acuerdos con el gobierno. Para ellos, por ejemplo, la participación de la sociedad no puede ser vinculante, para nosotros es una condición.

La guerra de más de medio siglo ininterrumpido que se ha vivido en Colombia la ha padecido la gente de a pie, la gente humilde, las grandes mayorías, por tanto, ellas deben ser constructoras de este proceso de paz. Creemos que esto es indispensable. No ayuda mucho que nosotros, sintiéndonos sus representantes, negociemos lo que a ellas les corresponde. No es preguntarles: ¿ustedes qué piensan?; sino, vengan, construyamos, entre todos, el proceso de paz; qué país quieren, qué país sueñan, hasta dónde hoy, hasta dónde mañana. Por eso ha sido tan difícil avanzar en este proceso, porque el gobierno quiere algo exclusivo, algo particular.

Por estas, entre otras razones, nuestro proceso va muy lento. Nosotros no tenemos desespero, no tenemos angustias. Además, más grave aún es el hecho de que todos los integrantes de la clase en el poder no participan en el proceso de paz que estamos llegando a construir. La extrema derecha está por bloquearlo; qué futuro tiene la paz si la clase gobernante está fracturada, qué fortaleza indestructible puede tener un proceso de paz con un gobierno que no logra arrastrar ni siquiera a los poderes del Estado para un proceso de paz.

Un ejemplo es lo que ocurrió con el plebiscito. Hubo unos acuerdos, se pierde el plebiscito, y entonces hay que renegociar, eso les ocurrió a los compañeros de las FARC. El proceso de paz es uno solo, por tanto, un auténtico movimiento en Colombia, con fortalezas, para el resto del mundo y de manera particular en el continente, tiene que ser uno solo, con objetivos comunes.

Antonio: En este primer ciclo que ya pasó, se trataba de diseñar la participación de la sociedad, pero el gobierno quiso introducir de manera impositiva un tema que debe discutirse, en nuestra opinión, más adelante, y que tiene que ver con la confrontación militar. Lo hicieron con el sentido de buscar una imposición y romper el orden que se había establecido en la discusión de la agenda. Somos dos partes que se sentaron a conversar y ambas partes tenemos que acordar lo que hablan. Ya definimos un orden, entonces ninguna de las partes debe imponerle a la otra, como ellos pretenden, ningún cambio fuera de lo acordado. Vamos a mirar en este segundo ciclo, para ver cómo evolucionan las conversaciones. Pensamos que siempre los problemas tienen solución, que se puede evolucionar, siempre que sean conversados en los términos de la bilateralidad.

Lo ideal del segundo ciclo es construir el diseño y la participación de la sociedad en el proceso de paz: quiénes deben participar en ese gran diálogo nacional, qué organizaciones, qué fuerzas sociales, qué fuerzas políticas, cuántos, en qué escenarios, regionales, nacionales, qué temáticas deben discutirse. Eso es lo que deseamos pueda resultar de este segundo ciclo.

Las guerrillas han sido víctimas de culpas, estigmas e incomprensión. ¿Qué significa ser guerrillero o guerrillera en la Colombia del siglo XXI?

Antonio: Una cualidad esencial es la rebeldía. El Comandante Fidel mencionaba siempre otras cualidades que deben caracterizarnos: la decencia, la humildad, la solidaridad, la ternura, el amor a los demás, a toda la humanidad. Sobre todo, un guerrillero o guerrillera siente amor hacia los más pobres, los más humildes. Amar al ser humano independientemente de sus condiciones. Cualquier forma de gobierno o de sociedad tiene que identificarse con el ser humano y volverlo a esa condición natural. La rebelión es un derecho natural y también es un derecho normativo. Nacemos rebeldes y la rebeldía quizás fue la que hizo al hombre rebelarse primero contra la naturaleza, y después contra amenazas de cualquier tipo. Hoy ser guerrillero es rebelarse contra los sistemas de dominación política.

Nicolás: El Che definió qué es un guerrillero. Un reformador social. No puede concebirse un guerrillero diferente al que defiende y da la vida por el bien de los pueblos, por la justicia social y por la soberanía. Quien lo aplique de la manera más creadora es el auténtico guerrillero. Tenemos las armas como símbolo de rebeldía porque se comprobó que por la vía democrática no era posible lograr los objetivos para que los intereses de ese pueblo se cristalicen y desarrollen en la construcción de un país y de bienestar común. Para mí, ayer u hoy, los propósitos, las conductas, los esfuerzos y objetivos del guerrillero son los mismos, en el siglo pasado cuando nos hicimos guerrilleros y hoy, cuando creemos que la resistencia sigue teniendo plena vigencia en Colombia.

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