Ernesto Fernández se convirtió en presidente de la OCLAE por puro accidente. En plena Batalla de Ideas, año 2001, culminó sus estudios en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona (hoy Universidad de Ciencias Pedagógicas). Se sentía feliz porque se iba para la Sierra Maestra a hacer su servicio social. Sin embargo, sus planes cambiaron cuando fue elegido para integrar el Secretariado Nacional de la FEU de Cuba.
En el Consejo Nacional, celebrado en Cienfuegos, se habían valorado dos opciones, que asumiera como organizador del secretariado o como presidente de la OCLAE. Por suerte para él, que le tenía pánico a todo lo que tuviera que ver con relaciones internacionales, se concretó la primera de las variantes.
De las primeras tareas que le asignaron a él y a la recién electa presidenta de la OCLAE, Yanelis Martínez, fue apoyar la formación de los trabajadores sociales venezolanos en Cuba. Cuando culminaron aquellos tres intensos meses, se decidió que Yanelis asesorara el frente Francisco Miranda, que organizaría el retorno de aquellos trabajadores sociales venezolanos, y él pasara a dirigir la organización estudiantil continental.
Los años comprendidos entre 2003 y 2005 cambiarían para siempre la vida del joven dirigente cubano. Sobre aquel período que marcó el reinicio en América Latina de los procesos de integración regional conversamos por espacio de una hora, en su oficina en el Instituto Superior de Diseño (ISDI), donde actualmente se desempeña como vicedecano.
—¿Cómo retratarías la América Latina de aquel momento en que asumes como presidente de la OCLAE?
Fidel y Chávez lideran con mucha intensidad proyectos sociales que buscan integrar a toda la América Latina. Gana Kirchner en Argentina, Lula en Brasil. Se empieza a configurar una fuerza política alternativa, comienza el Frente Amplio a tener un peso político más importante en Uruguay, gana terreno el MAS en Bolivia y se vislumbra la posibilidad real de Evo Morales, a quien habíamos visto muchas veces aquí en Cuba y por el que nunca habíamos apostado que sería presidente de Bolivia.
Se da un momento muy favorable en América Latina y eso tiene su expresión lógica en el movimiento estudiantil. Suceden distintas ediciones del Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre. La OCLAE entra a ser parte del Comité Internacional del FSM y eso también le da mucha visibilidad entre el resto de los movimientos sociales, ya no solo entre el movimiento estudiantil. Es un momento favorable, en el que se facilitan muchas cosas. Por ejemplo, los gobiernos aliados comienzan a tender una mano favorable al movimiento estudiantil y se construyen alternativas desde el punto de vista educativo que fueron muy válidas.
—Por esa misma época, Chávez crea las universidades experimentales.
Sí. En Venezuela existían las universidades nacionales. Chávez crea una nueva red de centros universitarios que son las experimentales, lo cual generaría un conflicto dentro de la OCLAE. No sé si ya se habrán solucionado, pero en su momento hubo conflictos de representación. En ese momento, la Federación de Estudiantes Universitarios de Venezuela (FEUV), que era miembro de la OCLAE, se convirtió en una de las organizaciones más retrógradas y antichavistas durante los primeros años del gobierno bolivariano; incluso, tuvo posiciones contra el resto de los movimientos sociales, el movimiento indígena, el movimiento sin tierras, los movimientos sindicales y obreros.
El Foro de Sao Paulo había tenido cierta reticencia a estructuras no partidistas. Cuando comienza a abrirse, la OCLAE aprovecha ese contexto y empieza a participar. Es un momento extraordinario de articulación política con todos los actores latinoamericanos; y eso fue algo muy valioso. Después vendría el ALBA y otras agrupaciones que facilitaron un poco más el trabajo. Fue un momento de rearticulación de la OCLAE, con instituciones gubernamentales y con proyectos continentales que habían quedado aplazados y que se pudieron rescatar en ese instante.
—¿Cuánto te impactaron estas experiencias?
Me encontré con una realidad que desconocía. Tuve la oportunidad, exceptuando Belice, de visitar toda Latinoamérica, incluso algunos países en más de una ocasión. Descubrí todo lo relacionado con los pueblos autóctonos latinoamericanos y el peso que tienen en la sociedad latinoamericana, en su cultura, la deuda pendiente que hay con esa población autóctona. Yo tenía un referente porque en la carrera me había leído Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui. Sin embargo, una vez que empiezas a conocer estas realidades, te das cuenta de que no solo es en Perú, sino en toda América Latina. Cuando ves la manera en que está estructurada la educación superior, cuáles son las vías para acceder a ella y cómo se conciben los planes de estudio, te percatas de que todo está diseñado para preservar una parte de esa construcción simbólica y cultural que la dictadura militar implantó.
Todo presidente de la OCLAE te hará la historia de haber sufrido la represión policial, a todos nos tocó estar en manifestaciones estudiantiles y que nos cayeran a palo y a chorros de agua. Lo más difícil fueron los compañeros que dejamos de ver en el camino, que fueron desaparecidos y asesinados. A cada uno de nosotros nos mataron un compañero, sobre todo en Colombia, muchos estaban en el secretariado; eso te marca de muchas maneras. Nos pasó con Nicaragua: recibíamos a muchos compañeros en aquellos momentos a través del Ministerio de Salud Pública para atenderlos en Cuba porque habían perdido un ojo o un miembro en alguna protesta.
El gobierno de Arnoldo Alemán había dispuesto que el 6% del presupuesto del país se entregaba a la educación superior, algo que nunca se cumplía, a pesar de que era programado todos los diciembres. En mi época, el caso más simbólico fue el de Bismark, presidente de la UNEN, que en una de aquellas manifestaciones para la exigencia de ese 6%, perdió una pierna.
—En esa época el secretariado ejecutivo residía permanentemente en Cuba.
En el ejecutivo, Sergio representaba a Nicaragua. Por Brasil estaba Rubens, quien era el más veterano; había trabajado con dos presidentes antes que yo; estuvo seis años en Cuba. Tenía una formación extraordinaria y un conocimiento de la realidad que a mí en lo particular me ayudó muchísimo; militaba en el Partido Comunista de Brasil. Fernando era el representante de Uruguay —todavía está muy vinculado a la OCLAE y a la educación superior porque es el secretario político del Grupo de Montevideo que aglutina a las universidades del Cono Sur desde el punto de vista institucional—. Con él, además de tomar mate, aprendí técnicas de supervivencia en varios viajes que hicimos juntos y en los que, sumando el dinero de ambos, no llegábamos a 50 dólares.
En ese momento habían organizaciones muy fuertes desde el punto de vista regional, como la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), una gran organización con grandes complejidades políticas, que han tenido una posición inexplicable con determinados procesos y que en aquellos momentos respondían a los principios del Partido Comunista Marxista Leninista de Ecuador —marxista maoísta—; eran una organización estudiantil muy fuerte y coordinaban el área andina. También eran muy sólidas la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) en República Dominicana y la Federación Universitaria Pro Independencia (FUPI) en Puerto Rico, ambas coordinaron la región del Caribe.
La OCLAE te acerca a realidades que no conoces, como el conflicto de la independencia de Puerto Rico, que es una de las tareas que no hemos cumplido. Hasta que uno no conoce al independentista boricua, no se da cuenta realmente de todo lo que eso implica y de lo complejo que es el tema.
En Centroamérica, el movimiento estudiantil más fuerte era el
nicaragüense. En el Cono Sur, el único que realmente tenía muy mala
presencia era Paraguay, pues no existía una organización nacional
paraguaya. Sí estaban la Confederación Universitaria Boliviana (CUB) de
Bolivia, la Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay (FEUU) y
la FUA de Argentina, que siempre ha tenido una tradición estudiantil
tremenda; con mil broncas internas, pero era un tronco de organización
que estaba representada en todas las universidades, y tenía fuerza de
acción en el gobierno; un congreso de la FUA era una cosa
multitudinaria realmente. En ese momento Brasil tenía a la UNE y a la
UBES, y estaba en proceso de crearse la Asociación de Post-Graduados.
—¿Cómo recuerdas el multitudinario congreso que tuvo lugar en Brasil?
En el marco del Foro Social de las Américas hicimos un encuentro latinoamericano de estudiantes donde participaron 2 500 personas en la Universidad Central de Ecuador, en Quito. Allí sesionó el secretariado general y se aprobó que el próximo CLAE sesionara en Brasil.
Estaba en pleno proceso el primer gobierno de Lula, que había significado un cambio en la realidad brasileña. El cónclave conviviría con la Bienal de Cultura y Arte de la UNE, y eso nos parecía interesante; en medio de aquello que estábamos hablando, de nuevos proyectos, de construcción, de integración, creímos que el arte y la cultura podían ser una herramienta importante de integración del movimiento estudiantil latinoamericano.
Además, Sao Paulo, como ciudad, ofrecía como facilidad logística la interconexión con el resto del continente. Fue un congreso marcado por una diversidad cultural muy interesante y por la presencia de muchos actores políticos y no solo representantes del movimiento estudiantil. Brasil tiene una estructura de los movimientos sociales muy clara, sólida, diversa. Fue un congreso en el que no solo estuvieron los estudiantes sino también los indígenas, los obreros, los campesinos.
También estuvo representada la institucionalidad. Llevamos al ministro de Educación Superior cubano; estuvo el rector de la Universidad de la República de Uruguay, varios rectores argentinos y brasileños. Por el gigante sudamericano participaron también el ministro de Educación y el ministro de Cultura, este último cantó el tema de inauguración del congreso, la canción de Caetano Veloso «Soy loco por ti, América». Además de los debates propios de la cita, hubo conciertos todos los días hasta las 3:00 a.m.; allí estuvo Daniel Viglietti, el trovador uruguayo, con un gran concierto de música de resistencia de los años de lucha en América Latina.
Desde un punto de vista político, el conflicto más grande del congreso tuvo lugar cuando debimos congelar la membrecía de la Federación de Estudiantes de Venezuela, es algo muy complejo, una organización gremial congelada.
Fue una decisión difícil de tomar, realmente no nos dejaron otra alternativa. Nuestra primera posición no fue esa, sino incluir a los otros nuevos actores. Ellos mantenían su posición complicada, recalcitrante y de ultraderecha, pero creíamos que estaban en su derecho como organización estudiantil de manifestarse. No eran los únicos de derecha que estaban dentro de la organización. La OCLAE no es organización de izquierda, eso es algo que creo que hay que dejar siempre claro. Una cosa es la posición de la FEU de Cuba, y otra cosa es la que adopta esta organización que agrupa a todos los estudiantes latinoamericanos con una diversidad de pensamiento muy compleja.
En América Latina, cuando surge la OCLAE, hay una derecha antimperialista, hay una centro-izquierda antimperialista, como por ejemplo, en Argentina, donde nunca hemos tenido una organización de izquierda. Desde un punto de vista histórico, no puedes decir que el peronismo es de izquierda tradicional latinoamericana, no lo es, sin embargo, tiene una posición clara, nacionalista, de defensa de determinados intereses regionales de las políticas estratégicas.
Pero lo que tiene que quedar claro es que nada puede fragmentar la unidad de la OCLAE, ese es un principio. En el CLAE de Brasil, el tema venezolano fue complicado por eso, Cuba tenía una posición de principio muy clara y muchas organizaciones que allí se reunieron tenían una mirada crítica hacia el gobierno de Chávez.
Lo que motivó la decisión unánime del congreso de congelar a la FEUV definitivamente, no fue su posición contra el gobierno sino fue su posición inamovible de no permitir en la OCLAE otras miradas sobre la realidad venezolana. Ellos se condenaron solos. Ya habían surgido las federaciones de las universidades experimentales, con mucha fuerza, sobre todo la Simón Rodríguez. También había surgido la nefasta experiencia de la Federación Bolivariana de Estudiantes. Aunque fue un intento legítimo de Chávez, no se debía haber forzado el surgimiento de una organización gremial, al menos no en la Venezuela de esos momentos, mucho menos con las personas que escogieron para liderar el proceso. Eran falsos y usaron la federación como un trampolín para acceder a otras posiciones políticas; algunos de hecho lograron su objetivo.
Es un conflicto siempre presente la manera en que esa diversidad de actores políticos interpreta los estatutos de la OCLAE; qué es el antimperialismo, qué significa ser revolucionario y hasta dónde llega y se puede mantener la unidad del movimiento estudiantil.
Nos pasó con Brasil. Algunas organizaciones que fueron a ese CLAE en Sao Paulo condenaban el gobierno de Lula como un gobierno de centro-derecha, socialdemócrata. Los propios comunistas brasileños eran parte de la colisión política que había llevado a Lula al poder, y tenían una posición con respecto a eso, pensaban en sus alternativas reales, esos conflictos estaban latentes en medio de aquel congreso.
—Además del CLAE, ¿qué otras vivencias tienes de esos dos años?
En ese momento existían hasta organizaciones estudiantiles secuestradas por mafias. En Guatemala, El Salvador y Honduras algunas de ellas estaban vinculadas al tráfico de drogas, participaban en el poder legislativo de esos países y no respondían a ningún interés político que no fuera el beneficio propio de esos grupos de poder.
Recuerdo, entre las cosas más tensas de mi vida, visitar Centroamérica en aquel contexto, y tratar con personas para las cuales la vida no valía absolutamente nada; y tenían comprada a la policía y a las entidades judiciales.
Otro momento importante de aquel período fue cuando se discutió en la UNESCO la no mercantilización de la educación, en respuesta a una campaña compleja que siguió después en varios intentos. El tema se debatió mucho y la OCLAE tuvo un papel clave en que no se aprobara la educación superior como una mercancía. Esa bronca no ha terminado, a cada rato se retoma, pero fue muy importante el resultado que logramos.
También estuvimos de observadores en los referendos que se desarrollaron en Venezuela. Al estar presentes en esos escenarios políticos, nos dio mayor credibilidad como organización continental. Nos posicionamos ante estructuras más allá del ámbito educativo, que eran actores políticos del continente.
Resulta paradójico que toda esa riqueza que describes, siendo la FEU quien preside la OCLAE, no sea conocida entre el estudiantado cubano.
Nunca se ha logrado que todo lo que hace la OCLAE en América Latina tenga un reflejo en Cuba. Creo que esto ha ocurrido porque, como consecuencia de la realidad que vive la FEU, ha necesitado menos de la OCLAE que otras organizaciones estudiantiles del continente. Muchas organizaciones han usado la OCLAE para legitimar sus luchas, sus aspiraciones, y eso es algo que en nuestro país no ha hecho tanta falta.
Habría que pensarse alternativas para lograr que se conozca. Lo más importante es que hay una historia muy valiosa. La OCLAE ha tenido momentos de esplendor. Antes de que yo fuera presidente, en el 2000 —ya yo estaba estudiando en la universidad— sesionó un CLAE masivo aquí en La Habana. Fue una sorpresa, porque habíamos hecho un proceso político para seleccionar a los delegados a ese congreso, y Fidel propuso invitar, además, a todos los que habían sido delegados al VI congreso de la FEU, que acababa de terminar. Imagínate que estaban montados en el tren, llegando a sus provincias, y regresaron para participar en el CLAE.
Aquel congreso tan masivo ayudó a que se conociera más la OCLAE a lo
interno de Cuba. Y después de eso hubo cosas coyunturales que también
nos dieron visibilidad, por ejemplo, cuando ya yo como presidente, Fidel
propuso que la OCLAE clausurara el Encuentro Universidad de ese año. La
razón de
la decisión nunca la supe; normalmente hablaban el ministro de Educación
Superior y el Comandante; ese año habló la OCLAE y después él.
Además, habíamos organizado un taller del movimiento estudiantil dentro del congreso. Por esos días, el entonces presidente de la OCLAE había hablado en la inauguración de la tribuna antimperialista. Todas esas acciones fueron destellos de visibilidad.
Por aquellos años se hizo el monumento a Fefel en Matanzas, y allí hacíamos un acto todos los años. Es diferente en las universidades donde hay estudiantes extranjeros, allí el movimiento es más sólido.
—¿Cuán cercano fue Fidel a la OCLAE?
Fidel siempre sostuvo un vínculo con la organización, unas veces más distante, otras, más cercano. El CLAE de 2000 en Cuba fue una acción de Fidel para salvar la OCLAE. Él avizoraba que en esa América en transformación, la OCLAE era un instrumento importante de cambio. Ese congreso no fue una casualidad espontánea, no estábamos en Cuba en una situación económica que permitiera hacer un congreso de esa magnitud. Él se empeñó en esa tarea porque sabía las potencialidades que tenía, y tiene, la organización continental de estudiantes.
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