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La nueva autoproclamación de Guaidó: semblanza de una farsa

7 ene. 2020
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El pasado 5 de enero, se constituyó la nueva junta directiva de la Asamblea Nacional de Venezuela y a partir de ese momento ha comenzado una nueva etapa en la vida política de esa nación. El resultado más importante de este proceso fue el golpe demoledor que recibió Juan Guaidó y el gobierno estadounidense al evidenciarse ante la opinión pública interna y ante el mundo su incapacidad para sostener en el tiempo el montaje político de un farsante que se hace pasar por presidente.

Por lo tanto, lo que sucedió hace unas horas no fue una sorpresa. Después del fallido golpe de estado del 30 de abril, Guaidó comenzó a «desinflarse» y a medida que pasaban los meses se convertía en una especie de caricatura política sin capacidad de liderazgo dentro de la oposición, sin posibilidades para movilizar las bases populares y con una imagen fuertemente desacreditada por su visible actuar corrupto. Sin lugar a dudas, había sucedido exactamente lo que el gobierno estadounidense no está dispuesto a reconocer: su candidato es un rotundo fracaso.  

A partir de estos elementos, era muy fácil anticipar que el otro sector de la oposición venezolana que dialoga con el gobierno controlaría la nueva junta directiva y la Asamblea Nacional tendría otro presidente. En ese sentido, la lógica política y «el juego a la democracia» que había planteado el gobierno estadounidense se le derrumbaría debido a que nuevas figuras ocuparían la institución que ellos defendían como el «último reducto de la institucionalidad democrática» en Venezuela. En ese sentido, se desmoronaban las supuestas bases legales sobre las que estaba anclado Guaidó y desde donde se presentaba como «la figura política de la transición». Solo quedaba una opción ante la inminente derrota: montar un show político, desacreditar el proceso electivo del 5 de enero y forzar a como diera lugar otra nueva autoproclamación.

Resulta útil para entender lo que acaba de suceder en Venezuela, descifrar la percepción sobre Guaidó en sectores de la oposición, lo que se refleja en las recientes declaraciones del diputado de derecha José Brito: «Guaidó le mintió al país y a la comunidad internacional (…) le pidió al pueblo que se mantuviera en las calles y los venezolanos salieron una y otra vez y en cada una de ellas la frustración y desesperanza fue carcomiendo su espíritu de lucha (…) utilizó al pueblo para consolidar no las fuerzas del cambio, sino su propia posición de poder». Estas palabras son suficientemente ilustrativas y denotan el franco proceso de deterioro político de una persona carente de carisma que ha sido permanentemente oxigenado por Estados Unidos y sus aliados.

Por estas razones, desde el 2 de enero el Secretario Asistente de Estado para el  Hemisferio Occidental de Estados Unidos, Michael Kozak, comenzó una intensa campaña para intentar deslegitimar lo que sucedería el 5 de enero. Era una especie de muerte anunciada, pero Washington pretendía no celebrar el funeral del cadáver político en que se había convertido desde hacía meses Juan Guaidó.

En esencia, las instrucciones estadounidenses eran claras: presentarse en las inmediaciones del Palacio Legislativo pero con la intención de nunca entrar, crear una situación descontrolada haciendo parecer que las fuerzas del orden impedían el acceso de Guaidó a las instalaciones de la Asamblea Nacional y retirarse del lugar para autoproclamarse Presidente de ese órgano legislativo. En toda esta gran farsa hay un elemento esencial: al gobierno estadounidense solo le sirve Guaidó si tiene algún tipo de investidura oficial. Por lo tanto, si no es capaz de lograrlo por una vía legítima y con apego a las leyes, hay que inventarlo aplicando estrictamente que «el fin justifica los medios».     

Después de la segunda autoproclamación, Washington despliega su estrategia comunicativa comenzando las felicitaciones a Guaidó. Uno de los primeros fue Mike Pompeo, quien de manera desenfadada señaló: «Felicitaciones a Juan Guaidó por su reelección. Arrestos, sobornos y bloqueo del acceso al edificio no descarrilaron la Asamblea Nacional de Venezuela». Posteriormente, la vocera del Departamento de Estado dijo: «El 5 de enero la Asamblea Nacional reeligió  a Juan Guaidó, líder de la única institución democrática en Venezuela, permitiéndole continuar como presidente interino según la constitución». Kozak también se sumó a las felicitaciones y planteó: «Juan Guaidó sigue siendo el Presidente interino de Venezuela bajo la constitución». Estados Unidos artífice de la gran farsa, estaba jugando sus cartas de proyectar ante el mundo sus mentiras con una capacidad de fantasear y delirar sin límites.

Después de estas falsedades, el camino estaba despejado para que los obedientes siervos del gobierno estadounidense se pronunciaran. Uno de los primeros fue Luis Almagro y le siguieron la «presidenta» golpista boliviana Jeanine Añez Chávez, el traidor Lenin Moreno y una declaración del Grupo de Lima. En todos los casos trataban de entonar la misma melodía que Estados Unidos a sabiendas que mentían, pero teniendo en cuenta que serán bien recompensados por su actuar cínico.

Después de lo acontecido el 5 de enero, Washington y Guaidó han sido los principales perdedores y solo le han quedado como recurso fabricar y forzar una nueva autoproclamación al margen de la constitución y la institucionalidad, pero el desgaste que han sufrido es irreversible y las circunstancias políticas en Venezuela han cambiado desde aquel 24 de enero del 2019 cuando se impuso por Estados Unidos un «presidente» autoproclamado. En la actualidad, se muestra un gobierno bolivariano más sólido hacia lo interno y en el ámbito internacional, así como una oposición política profundamente polarizada con un sector que está dialogando y rechaza los cursos confrontacionales. Por lo tanto, Washington continuará desgastándose con una estrategia fallida que no tiene la más mínima opción para imponerse y seguirá cargando con un farsante que con su actuación contribuye cada día a ratificar ante el mundo que la Revolución Bolivariana ha escogido el camino correcto.    

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