Contrapunteo

La histórica gesta en el Congo

23 oct. 2017
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Interrogantes infinitas se han hecho acerca de la participación del Che en la contienda del Congo desde abril a noviembre de 1965, sobre todo después de haberse publicado los Pasajes de la guerra revolucionaria. Congo, y su dramático comienzo: «Esta es la historia de un fracaso…».1 Páginas en las que narra sin reparos lo acontecido y los enormes problemas confrontados desde todos los ángulos posibles e incluso inimaginables.

¿Qué hace al Che decidir su participación directa en la lucha, cómo la enfrenta y, esencialmente, cómo la hace suya, a pesar de sentir el peso, en los momentos de su desenlace, de una debacle que no podía pararse, según sus propios juicios?

Para responder algunas de esas interrogantes es necesario situarse en los contextos de los años 60, de los procesos de descolonización surgidos de las ansias libertarias de los pueblos explotados después de la segunda guerra mundial y los que estaban en proceso de evolución, de la presencia de líderes mundiales emanados de lo que se daría en llamar el Tercer Mundo, sobre todo de Asia y África, de movimientos revolucionarios y también de luchas desde lo intelectual y lo académico, a tal punto, que se sentía la necesidad de promover cambios profundos o al menos aspirar a ello, proveyendo espacios para pensar de manera renovadora y revolucionaria y aspirar a convertirse en una época de revolución contra todos los órdenes y contra todos los poderes imperantes, más allá del balance posterior de sus alcances y resultados.

Para el Che, sujeto devenido revolucionario por propia voluntad, representa un nuevo ciclo de inspiración y de decisión, puesto en práctica en disímiles fases, de luchador a dirigente en Cuba —enmarcado dentro de los años 57 al 65 hasta su conversión definitiva en combatiente internacionalista y su asesinato en Bolivia en 1967— con un pueblo decidido a transformar todo lo posible para alcanzar un proyecto autónomo en contra de poderes hegemónicos. Deviene, además, promotor de una cultura antimperalista de liberación total y de plena solidaridad emancipatoria, desarrollada de forma gradual a medida que penetra en las esencias de los poderes autoritarios de las élites periféricas dominantes en contubernio con la penetración imperialista impuesta desde siempre. Toda esa mezcla pasó por el tamiz de la praxis política en el desempeño de sus funciones como estadista y como político de nuevo tipo, lo que permitió su inserción en los nuevos procesos que surgían en lucha contra los poderes absolutos y donde emergía, a su vez, un pensamiento creador capaz de promover formas de acción políticas que explicaran las luchas de liberación popular como las formas más elevadas de transformación.

Tanto los discursos en foros internacionales como su pensamiento renovador y polémico, lo convirtieron en referente del cómo hacer para alcanzar la verdadera independencia y soberanía de los pueblos. Como antecedentes, se nutrió de la experiencia obtenida en los recorridos por América Latina en sus años juveniles y sus estudios multidisciplinarios constituyeron brújulas para su futuro desempeño, pero, no hay dudas, de que sus cualidades revolucionarias se ven catapultadas dentro del proceso revolucionario cubano y su esencia humanista y antimperialista emerge como el centro de su pensamiento y actuar renovador, aspectos que lo hacen comprender el verdadero camino para alcanzar la plena dignidad humana. Así vislumbra el papel de la fuerza revolucionaria tercermundista y la importancia de los movimientos de liberación nacional que venían sucediéndose en las diversas regiones.

Un punto nodal, en ese alcance, lo motiva el recorrido que realizara por el continente africano desde fines de 1964 y los primeros meses de 1965, donde tuvo, no solo la oportunidad de penetrar con profundidad en el conocimiento de la realidad de los países descolonizados, sino de trabar relaciones con los revolucionarios representantes de los movimientos que se multiplicaban, en aquel entonces, para obtener su independencia. Esa fuente nutricia le indicó el camino a seguir y las decisiones personales que debía tomar; eran momentos trascendentes y de pugnas encontradas entre las fuerzas imperialistas y las que, desde su ideal revolucionario, debían elevarse y apoyarlas, en particular los países socialistas, aunque en realidad los hechos demostrarían que no estaban dispuestas a enfrentar una lucha totalizadora contra la dominación y la explotación.

El Che, como pocos en su tiempo, había entendido la enorme dimensión de esos momentos, a la par que acompañada de su contribución personal al lado de la lucha, de ahí que, cuando se solicita ayuda de combatientes cubanos, compromete su presencia. De esa forma, su compromiso ético-político se materializa en el Congo a través de su lucha anticolonialista. Así pensaba en el momento de su decisión.

¿Por qué el Congo?

Dentro del extenso viaje que desarrolla por tierras africanas y de sus intercambios con los revolucionarios de la región, extrajo múltiples visiones y experiencias que le sirvieron para confirmar el peso fundamental de la lucha con un posible desenlace favorable para sus pueblos, fundamentos que fueron manifestados en discursos, entrevistas y conversaciones sostenidas en el transcurso del recorrido efectuado. Era un convencido de lo que representaba para el futuro equilibrio de un mundo más justo y solidario, a pesar de la falta de desarrollo económico y social de África, producto de siglos de explotación y deshumanización, convertida en un reservorio de la rapiña imperialista.

Esas reflexiones, presentes en su pensamiento y acción, contribuyen a comprender el alcance de la decisión que toma respecto a su compromiso de lucha con los pueblos africanos en momentos de efervescencia revolucionaria. No hay dudas, de que el ambiente, las circunstancias y las acciones llevadas a cabo por grupos de combatientes, daban muestras de fuertes convicciones. Sin embargo, se torna difícil dilucidar si la decisión del Che se produjo desde su estancia en África, unida a la solicitud hecha por los líderes congoleses al gobierno cubano para apoyarlos, o si la asume a su regreso, después de contrastar puntos de vista y llegar a la resolución de su incorporación de manera directa en la lucha dentro del Congo. Esto no ha sido avalado por una documentación que lo precise, excepto lo irrevocable de su decisión después de pronunciamientos y posiciones críticas acerca de las posturas equívocas asumidas por los países socialistas y la urgencia, dada las condiciones imperantes, de comenzar los enfrentamientos a una escala superior.

Con una mayor o menor documentación que lo acredite, lo cierto es que los acontecimientos se suceden de manera vertiginosa, llega a La Habana el 15 de marzo de 1965 y el 31 de ese mismo mes se reúne con el comandante Víctor Dreke, 2 al que habían encomendado, con anterioridad, la conformación de una columna internacionalista para pelear en un punto no definido de la geografía mundial.

Antes de ese encuentro, ya habían informado a Dreke acerca de la nueva jefatura de la columna y a la que debía subordinarse, lo que fue acogido sin vacilación, máxime cuando al final conoció quién era el jefe: el Che.

En apenas 15 días, posterior a su regreso a Cuba, se pueden deducir, no solo la decisión de la incorporación a la columna, sino también las posibles estrategias a seguir para el comienzo de las acciones. Muchas interrogantes solo tendrán respuestas parciales por intermedio de los apuntes personales del Che, como había sido costumbre desde sus años juveniles. Primero, el diario de campaña, no publicado aun y del que no conocemos sus detalles y, después, las crónicas de la guerra por intermedio de nuevos Pasajes, construidos sobre la inmediatez de lo plasmado en su diario, donde describe, con estilo sintético y veraz, los principales detalles y acontecimientos de una contienda que le fuera hostil y con un desenlace negativo, aun cuando para la verdad histórica sirviera de punto de partida a la consecución de nuevos triunfos libertarios en el continente africano.

Los pasajes de la guerra revolucionaria. Congo, fueron estructurados por el Che en pequeños capítulos, cada uno con su denominación correspondiente. Están antecedidos por una aclaración de términos, acompañada de los nombres en swahili de los combatientes cubanos y algunos congoleses con los que tuvo mayor contacto, además de una «Advertencia preliminar», a modo de introducción, con el objetivo de brindar sus consideraciones acerca de su desenlace y la decisión de continuar la lucha.

Desde el acápite inicial, calificado como «Primer acto» y con la advertencia de que «en este tipo de historia es difícil encontrar el primero de los actos»,3 explica cronológicamente, seguido del «Segundo acto», los encuentros sostenidos con los líderes congoleses en los contactos efectuados en los primeros meses de 1965; así como, su salida de Cuba y la llegada a Tanzania, estrenando la caracterización que le hicieran y comprobando su eficacia, elemento logrado con creces al no ser reconocido ni por sus más allegados.

De esa forma inesperada y poco convencional, se produce su traslado a tierras congolesas por el Lago Tanganyika, el 24 de abril, en un lugar bautizado como Kibamba, donde estaba emplazado el Estado Mayor. En esos precisos instantes subraya algunos de los problemas que adquirirían fallas mayores: falta de organización y contradicciones y divisiones entre los mandos de los supuestos frentes existentes.

En el acápite denominado «Primeras impresiones»,4 a las llamadas fallas descritas anteriormente, añade una conversación con Tchamlesso, delegado congolés —bautizado por los cubanos como «Tremendo Punto»—, donde le explica quién era, dando paso a una reacción de «aniquilamiento», repitiendo este último que era un «escándalo internacional» y pidiendo que nadie se enterara hasta que no lo comunicara personalmente a Laurent Kabila, segundo vicepresidente del Consejo Supremo de la revolución del Congo y jefe del denominado Frente Oriental.

Sin dudas, a partir de los análisis que paulatinamente describe el Che a lo largo del texto, surgen innumerables interrogantes, básicamente derivadas de la información inicial dada a Cuba, que permitió tomar la decisión de enviar tropas cubanas de apoyo al movimiento de liberación del Congo. Desde esos primeros momentos emergieron, como constantes, problemas que nunca encontraron solución y que mellaron en la combatividad y disciplina, tanto de cubanos como de congoleses, al faltar un conocimiento certero de la realidad y los contextos regionales, muy complejos y distantes de quiénes decidieron apoyarlos, una tropa cubana aguerrida pero carente de una experiencia similar. No se trataba solo de enfrentar un enemigo externo, sino también de enfrentar los fantasmas del atraso, la incultura y la deshumanización colonialista impuestas por siglos. En ese aspecto, la incomprensión y la falta de preparación para advertirles a los cubanos del escenario que se iban a encontrar, produjo una acción nefasta y de obstáculos para intentar alcanzar una posible unidad entre ambas fuerzas.

Dada la falta de organización en todos los órdenes, se carecía de lo fundamental: la ausencia de combatientes nativos y entrenados con plena conciencia de su lucha, agravados por la carencia de cuadros en la zona y de divisiones entre tribus, condenaba, en esas circunstancias, al fracaso de la revolución congolesa por sus propias debilidades internas. Se respiraba una falta de cultura combativa que les permitiera entender el porqué de la lucha de liberación contra los poderes coloniales por intermedio de una lucha de pueblo y de resistencia, se hacía necesario avanzar pero con un sentido más realista en cuanto a la preparación y labor organizativa de las zonas probables de guerra.

De forma paulatina, a pesar de los esfuerzos por cambiar los escenarios y hacer de la maltrecha fuerza combativa un ejército de liberación, nunca se pudieron lograr esos objetivos. En los propios enunciados de los acápites se van experimentando las sensaciones de frustración y de aniquilamiento, se describe la muerte de una esperanza, los breves destellos del triunfo como una «Estrella fugaz», el principio del fin, otros más incisivos hasta llegar a los capítulos «Puñalada Trapera» y «Desplome»,5 en el que había que aceptar una evacuación inmediata del contingente cubano para preservar sus vidas, a partir de decisiones tomadas en una reunión efectuada entre estados africanos, en la que se acordó no intervenir en asuntos internos de otros países. Esa notificación, trasmitida al Che por intermedio del embajador cubano, fue calificada por él como «el golpe de gracia dado a una revolución moribunda».6

Ese final es retratado por el Che con una combinación recriminatoria sobre la retirada, un poco ofuscado por el desenlace del que se consideraba principal protagonista, aun cuando no fuera cierto, y agravado por un hecho circunstancial que lo haría interrogarse, «¿quién era yo?»,7 después de la lectura de su carta de despedida y leída el 3 de octubre por Fidel, en la constitución del Comité Central del PCC.

Las impresiones reflejadas retratan las dimensiones paradigmáticas de su ética, a pesar de sentirse, como afirmara, «solo, como nunca lo había estado, ni en Cuba ni en ninguna parte de mi peregrinar por el mundo…».8 El impacto que produce la lectura de esas expresiones finales, se graban de forma indeleble cuando concluye con el «Epílogo», escrito con mirada de futuro y de compromiso indoblegable. Los análisis y reflexiones no solo comprometen a todo el que se sienta revolucionario, sino que aún es tarea pendiente para investigadores y estudiosos que se propongan, con su quehacer respectivo, transformar y resistir la dominación neocolonizante, a pesar de la derrota, mediante la lucha por el desarrollo de un proyecto autónomo y auténticamente soberano, verdadera expresión de la solidaridad regional e internacional.

Cuando se preguntó, desde las páginas finales, «¿cuál sería nuestra participación en todo esto?»,9 quedaba, de forma explícita, no solo el avance de las fuerzas revolucionarias desde el interior sino también de nuestro apoyo indubitable, lo que ha sido refrendado en todos estos años de apoyo incondicional a las luchas de liberación de los pueblos, muy en especial en África, lugar donde se cumplió con creces la convicción expresada por el Che en sus palabras preliminares sobre la disposición de nuestro pueblo, no solo para defenderse, sino sobre todo para atacar las fuerzas imperialistas donde fuere necesario.

De su actuar posterior, no hay dudas que cuando el Che analiza la proyección de las luchas de liberación en África y del tiempo que debía transcurrir para su advenimiento, su punto de miras lo coloca en América Latina, no solo por sus condiciones históricas y coyunturales sino, además, por su incondicional identificación, apoyo y participación en las luchas de liberación de la región desde que iniciara, en sus años juveniles, la aventura de transitar por «nuestra mayúscula América».

Significados históricos de una gesta

La comprensión y alcance de los países tercermundistas, especialmente de África toda, tuvieron para el Che una significación trascendente en su pensamiento y actuar como consecuencia de los vínculos que estableciera desde que, en el propio año 1959, efectuara un primer recorrido por los países que conformaban el llamado Pacto de Bandung, entre los que se encontraba Egipto, país que después de la segunda guerra mundial y bajo la presidencia de Nasser, emergió con la fuerza de un liderazgo a tener en cuenta en los procesos de descolonización llevados a cabo y los que, por lógica, tendrían que producirse.

Con entusiasmo, identificación y secuencia de la historia más reciente, germina en el Che un marcado interés por esa zona de confrontación y de posible escenario de contiendas y procesos de liberación, que la convertirían en estandarte de lucha.

El año 1962 trae aparejado el triunfo de la revolución argelina del poderío francés, convertida, muy pronto, en la meca de todas las revoluciones de la región y modelo para los movimientos de liberación que surgían aceleradamente. La Revolución Cubana acogió con extraordinario entusiasmo y apoyo incondicional la consecución del triunfo del pueblo argelino por alcanzar su verdadera independencia, muy en particular Fidel y el Che, los que siguen el desarrollo del proceso, tanto desde la lucha como de las actitudes asumidas después de la toma del poder.

En el caso específico del Che, se produce una total identificación con Argelia, su revolución y con el liderazgo que encabezaba en aquellos momentos el presidente Ben Bella, resumido en las múltiples ocasiones que visita el país, habiéndose convertido en una especie de base de entrenamiento de revolucionarios tercermundistas y en tribuna de reflexión y análisis acerca de la realidad y posibles cambios emanados de los movimientos populares, con nuevos lenguajes de solidaridad y de liberación total contra los poderes imperialistas.10

Esos sedimentos fueron el puente que sirvió de camino para el inicio de contiendas mayores y de intentos de transformaciones profundas, aun cuando no se hayan alcanzado en su total dimensión. El camino ha sido y es largo, complejo y difícil, pero no hay equívoco acerca de que en la mira puesta hacia el futuro, el legado entregado por el Che y los combatientes que lo acompañaron hace exactamente 50 años, trasciende dudas, críticas extemporáneas o excesivamente duras, como las esgrimidas por el propio Che, sobre los resultados momentáneos de la contienda.

El mundo actual no es el mismo ni las soluciones tienen o deben ser iguales a las empleadas en su momento; sin embargo, hay verdades inobjetables, capaces de remover la hegemonía del dominio imperialista a través de acciones liberadoras; nadie como el Che para representar y representarnos en esa ruta hacia el advenimiento de conquistas de un nuevo mundo soñado, a la vez posible y en permanente bregar junto al ejemplo que nos entregara.

  Notas

 1 Ernesto Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria. Congo, Ocean Sur, La Habana, 2009, p. 27.

2 Destacado combatiente del movimiento revolucionario cubano desde sus años estudiantiles, combatiente del Ejército Rebelde, internacionalista y diplomático en África.

3 Ernesto Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria. Congo, Ocean Sur, La Habana, 2009, p. 31.

4 Ibídem, p. 40.

5 Ibídem, pp. 194 y 209.

6 Ibídem, p. 196.

7 Ibídem, p. 230.

8 Ibídem, p. 231.

9 Ibídem, p. 256.

10 Es preciso puntualizar que el último discurso público del Che se produce en Argelia en febrero de 1965. Ver en Antología Che presente, Ocean Press, La Habana, 2005.

 

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