¿Cómo Estados Unidos está combinando los instrumentos de su poderío nacional en su renovada ofensiva contra Venezuela? ¿Es posible que se emplee la fuerza militar?. Las respuestas a estas interrogantes nos permitirán comprender con mayor profundidad las particularidades del diseño y la implementación del plan golpista que Washington está desplegando contra el gobierno venezolano, así como determinar en qué medida se concretará una eventual agresión militar.
La intensidad, alcance y nivel de concertación de las acciones que ha estado desarrollando Estados Unidos contra Venezuela a partir de este año, indican que están siguiendo una estrategia estructurada y coordinada para tratar de derrocar al presidente Nicolás Maduro. La forma en que se ha desplegado esta escalada contra Caracas adquiere una renovada agresividad en comparación con momentos precedentes en que Washington ha pretendido acelerar sus planes desestabilizadores contra esa nación en la última década.
El gobierno estadounidense está desplegando con mayor intensidad el instrumento político-diplomático, lo que se ha reflejado en las siguientes acciones multilaterales: declaración del Grupo de Lima, pronunciamiento del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos, sesión extraordinaria de la OEA para examinar la situación en Venezuela y propuesta de convocar reunión del Consejo de Seguridad de la ONU con el mismo propósito. Estas maniobras, en las que se ha involucrado directamente el Secretario de Estado Mike Pompeo, están dirigidas a intentar el aislamiento de Venezuela en el área y a nivel internacional, lo que ha encontrado receptividad en un grupo de países que se han sumado a las intenciones de Washington.
Este accionar ha estado complementado con acciones políticas como: desconocimiento de la legitimidad del gobierno de Maduro, promoción y reconocimiento de un denominado «presidente interino» servil a sus intereses, llamamientos a comenzar una «transición democrática» en Venezuela, disposición a enviar «ayuda humanitaria» al pueblo venezolano y exhortación a la desestabilización del país. Estas acciones se han reflejado en los recientes pronunciamientos de Donald Trump, Mike Pence y el Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton.
Paralelamente se ha empleado el instrumento económico desde la perspectiva de las sanciones, lo que es previsible se refuerce debido a que se está valorando por Estados Unidos la posibilidad de afectar las exportaciones de petróleo de Venezuela y un posible embargo de los activos de CITGO, filial estadounidense de PDVSA. Estas maniobras tienen el propósito de limitar la capacidad económica del gobierno venezolano con el objetivo final de generar presión interna que conlleve a descontentos, provocaciones y movilizaciones populares contrarias al proceso bolivariano.
También se ha utilizado con fuerza el instrumento informacional e ideológico como parte de una permanente guerra psicológica desatada por los grandes medios de «desinformación» y plataformas digitales que han posicionado matrices de opinión proyectando a Venezuela en un supuesto «colapso» que pone en peligro la estabilidad de su nación y de la región.
Esta ofensiva evidencia que está desatándose de manera acelerada contra Caracas una guerra de cuarta generación que se encuentra en un punto de no retorno atendiendo a la complejidad de la situación. Por lo tanto, el desenlace final de estos acontecimientos y sus posibles consecuencias permanecen como interrogantes fundamentales en este momento en lo que tendrá un peso determinante el empleo o no de la fuerza militar.
Dentro de los factores de mayor peligro que inclinan la balanza hacia la posibilidad de una acción armada están: las posiciones de extrema derecha y guerreristas de los «arquitectos» principales de este plan golpista articulado por el senador Marco Rubio y Bolton; los sistemáticos mensajes al sector militar venezolano para que se sume a las maniobras opositoras y reconozca el gobierno paralelo orquestado e impuesto por Washington; la construcción gradual de un escenario de aislamiento relativo de Venezuela a nivel regional e internacional a partir de que varias naciones se han sumado a los esfuerzos de Estados Unidos y las amenazas de altos funcionarios estadounidense de que «actuarán enérgicamente» si se emplea la violencia contra los opositores.
Todos estos aspectos combinados con las recientes declaraciones de Trump el 23 de enero afirmando que «todas las opciones están sobre la mesa» indican que no es descartable que bajo determinadas condiciones se emplee la fuerza militar en Venezuela. En ese sentido, ¿Cuáles son los escenarios que podrían configurarse? ¿Cuál sería es más deseable para Washington?
Atendiendo a los pronunciamientos de la Casa Blanca y la evolución actual de los acontecimientos, el gobierno estadounidense está priorizando en primera instancia el «escenario de golpe militar interno» que tendría como condición necesaria que sectores dentro del alto mando de las fuerzas armadas bolivarianas retiren su apoyo al presidente Maduro. Uno de los elementos que apunta en esta dirección son las garantías que está ofreciendo la oposición a los militares que se sumen a las maniobras, lo que implica una promoción abierta a ejecutar un golpe de Estado. Esta variante es la más deseable para Washington debido a que se presenta como una «solución interna».
El otro escenario sería el empleo de la fuerza militar por parte de Estados Unidos que está dentro de las opciones, aunque tratarán de postergar una eventual agresión armada. No obstante, dada la volatilidad de la situación en torno a Venezuela no es posible estimar hasta qué punto es manejable diferir en el tiempo la aplicación de esta variante debido a que el escenario interno como resultado de todas las maniobras políticas ha llegado a un punto muy delicado de no retorno. En este sentido, Washington al crear y promover esta situación está forzado a buscar una salida y todos los factores indican que es probable que sea por la vía más violenta.
Es un hecho que el proceso bolivariano está enfrentando uno de sus mayores desafíos que impacta directamente en el resto de los gobiernos progresistas de la región. Por lo tanto, la lucha que se libra en Venezuela es decisiva para el futuro de los procesos revolucionarios que existen en América Latina y el Caribe.
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