El Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, realizó una gira por Chile, Paraguay, Perú y Colombia entre el 11 y 14 de abril. El gobierno estadounidense presentó públicamente que este periplo perseguía cuatro objetivos fundamentales: reforzar las relaciones bilaterales; expandir la prosperidad económica; salvaguardar la seguridad y la paz internacional, así como promover la democracia y los derechos humanos. Estos «propósitos declarados» forman parte de la retórica engañosa tradicional que emplea Washington para esconder las verdaderas intenciones de las visitas al exterior de sus altos funcionarios.
A partir de las prioridades actuales de la política exterior de Estados Unidos hacia nuestra región y las características del escenario hemisférico, el periplo de Pompeo estuvo orientado a: incrementar las presiones contra el gobierno venezolano; obstaculizar la creciente influencia en el área de China y Rusia; estimular la consolidación de los gobiernos de derecha; promover el fortalecimiento de los mecanismos alineados a los intereses de Washington como Prosur y garantizar mayores espacios para la inversión de capital norteamericano en esas naciones.
La visita se inscribe en un contexto marcado por el fracaso de la estrategia de Estados Unidos contra Venezuela. En la lógica de Washington, el pueblo y gobierno venezolanos no serían capaces de resistir un intenso régimen de presiones económicas; acciones de aislamiento internacional; múltiples guerras de manera simultánea en su dimensión psicológica, mediática y cibernética, así como sistemáticas amenazas del empleo de la fuerza militar.
Caracas al resistir esta ofensiva ha provocado que las «mentes maestras» de esta ofensiva imperial hayan pasado del entusiasmo inicial a la frustración actual. Por lo tanto, la gira de Pompeo tuvo como máxima prioridad tratar de concertar acciones para lograr el pretendido «cambio de régimen» contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro. Estados Unidos percibe que esta situación se le ha ido de las manos y sabe que está marcando un precedente muy negativo, al no ser capaz con todo su poderío nacional de lograr su propósito contra una nación que ha mostrado como su principal arma la resistencia de su pueblo. Hasta el momento, el mundo está presenciando lo que podría denominarse un «fiasco imperial».
Por otro lado, Washington ha concluido que nuestra región constituye un escenario donde se está expresando con intensidad la pugna geopolítica que mantiene con China y Rusia. Esta particularidad constituye una preocupación estratégica para las élites de poder estadounidenses debido a que constituye un serio desafío a su hegemonía en múltiples áreas. El considerado «traspatio y área de influencia exclusiva» se ha convertido en un espacio en franca disputa por las grandes potencias y su pretendido «gendarme» está siendo retado.
Ante estas circunstancias, la Administración Trump ha declarado que la etapa del «supuesto olvido» de nuestra región debe superarse y se impone una posición más activa y protagónica en los asuntos latinoamericanos y caribeños. En este sentido, el periplo de Pompeo está respondiendo también a esta lógica geopolítica que requiere el despliegue de una ofensiva en el Hemisferio bajo los fundamentos de un monroísmo más temerario sin importar las implicaciones para la paz y estabilidad regional.
Pompeo durante el periplo sostuvo encuentros bilaterales con los mandatarios y cancilleres de Chile, Paraguay, Perú y Colombia; pronunció un discurso sobre la política de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe; así como concedió varias entrevistas a los medios de la prensa local y a televisoras extranjeras.
El Secretario de Estado en todos sus intercambios e intervenciones mantuvo como tema principal la situación en torno a Venezuela y la necesidad de castigarla por su supuesta «mala conducta». Abogó por continuar las acciones de aislamiento en el hemisferio y demandó el incremento de las presiones de todo tipo contra Caracas. Como parte de su retórica, enfatizó de manera sistemática que la crisis en la nación suramericana es un resultado de la influencia de Cuba, Rusia y China. En todas las entrevistas, repitió la frase preferida de Trump: «todas las opciones están sobre la mesa».
Por otra parte, Pompeo se proyectó en todo momento como un evaluador de los supuestos avances experimentados por las naciones visitadas en materia de democracia, derechos humanos, seguridad pública y desarrollo económico. Dijo con claridad que la única forma de continuar con ese rumbo era incrementar las relaciones con Estados Unidos. Ejemplificó con abundantes ejemplos cómo Washington ha sido el actor clave en los «progresos» de esos países.
Sus anfitriones de forma invariable realizaron un ejercicio de rendición de cuentas al Secretario de Estado ratificándole tres aspectos fundamentales: estamos al lado de Washington en la ofensiva contra Venezuela; hemos mostrado resultados en el enfrentamiento a las diferentes modalidades del crimen organizado trasnacional y continuaremos esforzándonos por cumplir con los estándares de la democracia representativa. También mostraron su disposición a incrementar el comercio bilateral; asegurar más posibilidades de inversión a las compañías estadounidenses; aceptar más asistencia en materia de seguridad por parte de agencias especializas estadounidenses y concertar acciones en los mecanismos regionales. Todos afirmaron que la relación con Estados Unidos es un tema de máxima prioridad.
En Chile, el canciller de ese país trasladó que están muy interesados en promover la cooperación bilateral en temas emergentes como: la ciberseguridad, el cambio climático, el empoderamiento económico de las mujeres, desarrollo tecnológico e innovación. Pompeo agradeció el «liderazgo chileno» en la crisis venezolana y, en especial, agradeció al presidente Piñera por ser uno de los principales promotores de Prosur.
El funcionario estadounidense realizó una intervención en Santiago de Chile en la que destacó que el presidente Trump considera a la región como una prioridad y que no cometerá el error de sus predecesores. Sus pronunciamientos estuvieron enfocados fundamentalmente en «alertar sobre el peligro que representa las relaciones comerciales con Beijing». Refirió que: «cuando China hace negocios en lugares como América Latina inyecta capital corrosivo en la circulación económica dándole vida a la corrupción y socavando las prácticas de buen gobierno». Su mensaje fue muy claro: no negocien con los chinos porque no son confiables, en Estados Unidos encontrarán un socio responsable.
En Paraguay, el presidente Abdo Benítez señaló su compromiso de profundizar lo que calificó como vibrante asociación con Estados Unidos basada en los valores democráticos compartidos. Pompeo felicitó al mandatario paraguayo por su rol en el caso Venezuela y reconoció el «incremento de la transparencia y la lucha contra la corrupción» en esa nación suramericana. Como parte de las presiones de Washington, el alto funcionario estadounidense intercambió sobre el fortalecimiento de las relaciones del gobierno paraguayo con Taiwán, lo que se inserta en el propósito de la «contención» de China en la región.
Durante la estancia en Perú, el canciller de esa nación resaltó el combate al tráfico de drogas y afirmó: «la cooperación con Estados Unidos es muy importante para que este enfrentamiento sea más eficiente». Señaló que su país está brindándole ayuda humanitaria a los venezolanos y se comprometió a seguir trabajando en el marco del Grupo de Lima para presionar a Venezuela. Pompeo agradeció al gobierno peruano su «generosidad» por recibir a varios emigrantes venezolanos y recalcó que Washington continuará apoyando en este «esfuerzo humanitario».
En Colombia, el Secretario de Estado visitó la zona de Cúcuta como parte de una acción que constituye una provocación contra el gobierno de Nicolás Maduro y es un reflejo de la impotencia imperial ante el fracaso de su estrategia golpista. Enfatizó que Estados Unidos continuará empleando los instrumentos políticos y económicos para «democratizar» a la nación venezolana, así como reforzará las sanciones. Por su parte, el mandatario colombiano ratificó su compromiso de apoyar a Washington en esta ofensiva.
Los objetivos previstos y la agenda que cumplió el Secretario de Estado constituyen una muestra del «monroísmo renovado» que promueve la Administración Trump. Los ideólogos de este enfoque y sus implementadores están actuando con una marcada agresividad, con desconocimiento absoluto a los principios del derecho internacional, imponiendo sus intereses desde posiciones de fuerza sin espacio para el diálogo y empleando con crudeza el chantaje político y las sanciones. Es un retorno a las doctrinas más extremistas que han orientado la proyección externa de Estados Unidos hacia el mundo y, en especial, hacia América Latina y el Caribe.
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