Luego de varios años, movidos por el ascenso de gobiernos de izquierda al poder en América Latina, actualmente, el mapa político es muy diferente. La llegada de gobiernos derechistas en países como Argentina y el golpe de Estado en Brasil, por solo citar dos ejemplos, han constituido reveses para las conquistas alcanzadas en el orden social y económico, no solo en estos países, sino en toda la región.
Este nuevo contexto político ha afectado a los mecanismos de integración en el área por los que se apostaba hace apenas tres años. En el caso argentino, la imposición de medidas neoliberales afecta a la población y beneficia a los más opulentos empresarios; han burlado la confianza de hasta el más fiel de los votantes, y elevado el clima de insatisfacción. Asimismo, crece la desestabilización política en múltiples países como Honduras, Perú y Colombia, lo que evidencia la desorganización de las fuerzas progresistas y el ascenso de la derecha.
Frente a la ofensiva neoliberal, es preciso —como asidero necesario— volver sobre Marx, su obra, y asumir su teoría como programa de lucha, cuando se cumple 200 años de su natalicio. Instruirnos en sus clásicos —Los manuscritos…, El Capital, el Manifiesto Comunista— es imprescindible para armar al obrero ante la explotación capitalista. Recordar en qué posición estamos en este tablero de juego, cuáles son las partidas que debemos ganar y quiénes son aliados o quiénes enemigos.
El investigador cubano Jacinto Valdés-Dapena Vivanco, integrante de una generación que vio en la asimilación crítica del marxismo una urgencia, las crisis son importantes porque de ellas pueden venir las más grandes revoluciones.
El también profesor titular y Doctor en Ciencias Políticas plantea que el marxismo rigurosamente determinista impide uno de los más valiosos aportes: la unidad de la actividad consciente de los revolucionarios y el cambio social. Por eso exalta la búsqueda de las nuevas alternativas en la realización de los ideales de Marx, pues su teoría no se propone una interpretación de la realidad, sino su perenne transformación.
Compartiendo miradas críticas
«El marxismo es multidisciplinario, tiene un componente económico, filosófico, y político, estrechamente entrelazados», asegura Valdés-Dapena para quien es indispensable estudiar las circunstancias sociales del origen de esta teoría para comprenderla.
Precisamente en la Europa culta, avanzada y capitalista del siglo XIX surge esta corriente filosófica que tuvo como principal pensador al alemán Karl Marx —quien abogó por la nacionalización de los principales medios de producción y definió las tesis del materialismo dialéctico— y que contó con el aporte de Federico Engels, introduciendo el concepto de materialismo histórico.
«Entre los principales conceptos está el concepto de enajenación, que tiene que ver mucho con la actualidad; es el elemento que permite interpretar como en la sociedad capitalista hombres y mujeres se alejan de su personalidad, pierden su esencia humana a partir de la pérdida de su identidad. El hombre pasa de ser sujeto a objeto, dice Marx cuando explica el fetichismo de la mercancía. Solo en una sociedad futura, en la sociedad comunista, el hombre se podrá reencontrar así mismo», argumenta el autor de Bolcheviques en el poder.
En La ideología alemana, Marx comienza a define el concepto de formación económico social, imprescindible para comprender la sociedad. «Es un término que revoluciona la filosofía y nos lleva al estudio de la estructura de la sociedad capitalista, de los elementos de la revolución proletaria y de la sociedad civil —que es el no Estado, sino el escenario donde se desarrolla toda la vida económica y social y material, que es la base sobre la cual después se ubica el Estado—», recuerda Jacinto.
«Es un concepto que reelabora como una forma más elevada del estudio de la sociedad, ya no solo es la sociedad y sus instituciones no estatales, sino la sociedad en su conjunto, las formas de la conciencia social, la producción económica, las clase sociales, todo. Eso es un todo en el cual está la base económica y la superestructura con sus formas de conciencia social: religión, arte, literatura, concepción jurídica, filosofía, derecho, ciencia», enfatiza.
Si bien Marx no es el primero en conceptualizar la lucha de las clases sociales, añade que es esta la que debe conducir a la revolución social. Para el marxismo existen dos tipos de revoluciones: la política, en la que cambia el poder, el Estado, no así las relaciones sociales de producción la social; y la social, en la que cambia el sistema.
«Todas las categorías y conceptos marxistas tienen un carácter histórico», nos dice Jacinto. Se impone entonces interrumpir la disertación con una pregunta: ¿cuán vigentes son entonces?
«El concepto de clases sociales hoy en día no está muerto, se transforma en grupos de poder, en grupos de presión, pero lo que sí está claro es que la economía está representada en grupos sociales. Existe una estructura socioclasista que no se puede negar, donde cada grupo social tiene sus propios intereses como la clase obrera, la campesina, la nueva intelectualidad. El elemento social, las clases sociales, que no fue definido teóricamente ni por Marx ni por Engels, sino referido, sí es un fundamento importante a la hora de tomar decisiones políticas. Pues esos grupos sociales, esas clases sociales, estructuradas en una sociedad determinada juegan un papel definitivo en su desenlace», responde.
«Así pasa con el concepto de acumulación originaria del capital. ¿Por qué Estados Unidos mantiene el bloqueo económico contra Cuba? Para impedir una acumulación originaria socialista del capital que permita el desarrollo de un proceso de industrialización e independencia económica. Los estadounidenses hacen una correcta interpretación del estudio de Marx, si nunca acumulas capital nunca te vas a desarrollar. ¿Y la plusvalía? He ahí una de las mayores contradicciones del capitalismo: el modo de producción es social, en otras palabras, la sociedad produce para la sociedad, pero la apropiación es individual, para los dueños, para las corporaciones, para las empresas», explica Valdés-Dapena.
Marx llega a sus concepciones mediante sus estudios filosóficos y Engels a partir de sus estudios económicos, pero cada uno lo hace con sus particularidades. La obra de Marx, junto con la Engels, constituye lo que conocemos como marxismo. Que tome el nombre de solamente uno de los dos, no es conflicto; Engels aseguró ser el segundo violín: «Marx es un genio. Los demás, a lo sumo, somos hombres de talento».
Jacinto nos hace una aclaración: «Infelizmente, Marx y Engels no tocaron el tema del colonialismo en América Latina. Salvo una referencia a Bolívar y un trabajo de Marx sobre la dominación británica en la India, ambos se centraron en lo que estaban viviendo: la revolución europea».
¿Qué pasó entonces después? ¿Cuánto impactaron sus postulados en el futuro inmediato? El profe responde: «La Segunda Internacional, de 1889 a 1917, jugó un papel fundamental, tanto en la práctica —el movimiento obrero— como en la teoría. Tenía como objetivo instaurar la dictadura del proletariado en un nuevo contexto donde la extensión del sufragio universal por casi todos los países orientó al socialismo hacia formas más pacíficas. Había entonces tres tendencias, una revisionista, que planteaba la revisión del marxismo, incorporar nuevos elementos, criticar algunos viejos, pero sin adulterar sus esencias; una reformista, que apoyaba el tránsito pacífico a través de las elecciones hacia una sociedad nueva y adjurar de la violencia; y otra ortodoxa que planteaba que el marxismo tal y como estaba, no había que modificarlo; esa era la más dogmática, y desafortunadamente, aún hay personas que piensan así».
Hace una pausa y continúa: «Esta Segunda internacional entra en crisis, cuando durante la Primera Guerra Mundial, los partidos social demócratas se unen a sus burguesías respectivas. Lenin aborda este fenómeno en lo que para Valdés-Dapena es una joya literaria: El imperialismo, fase superior del capitalismo.
«Lenin demuestra cómo ha evolucionado el capitalismo mediante de la fusión de los capitales bancarios e industriales, el papel de las colonias, etc. Como Marx, Lenin es un teórico de la revolución, es el hombre que habla de la transición al socialismo, que comprende el papel de las colonias en el sistema económico mundial y su potencial como catalizadores del cambio, crea la III Internacional con el siguiente principio: proletarios de todos los países y pueblos oprimidos, uníos. Es, respondiendo a su pregunta, quien concreta, de forma casi inmediata, las ideas de Marx. Incluso, los bolcheviques ven a la Revolución Rusa como la antesala de la revolución europea o de la revolución mundial. Por eso, en la historia del marxismo, la historia de la Revolución Rusa es la primera y más importante del siglo XX», concluye.
Un último intercambio de ideas
El marxismo, y el Octubre Rojo, impactan después en Antonio Gramsci, Georg Lukács, Karl Korsch, quienes han influido en muchos de los movimientos socialistas o marxistas que en la actualidad se despliegan por el mundo. Una frase de Jacinto, nos produce una sonrisa cómplice: «Los gurús de hoy, se apoyan en los sabios de ayer». Todavía nos quedan preguntas y sabemos que el número de páginas de la revista es finito. Decidimos lanzarnos a un último round de preguntas y respuestas.
Luego del derrumbe del campo socialista y la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, prevaleció una hegemonía del capitalismo. ¿Se puede aspirar entonces a un mundo socialista? ¿comunista?
Soy de los que cree que Estados Unidos no ganó la guerra fría, sino que fue la URSS quien perdió. En la actualidad el mundo ha comprendido que no puede existir la unipolaridad, las relaciones internacionales deben ser multilaterales, y no debiera existir ningún tipo de subordinación. En la actualidad muy pocos países que se declaran socialistas, pero con sus particulares. ¿Qué los define? El carácter de su economía, sus políticas sociales, la atención hombres y mujeres, su política de solidaridad. Vietnam no tiene nada que ver con China, ni China se parece Vietnam.
Ahora, una cosa es economía de mercado socialista y otra muy distinta es el «socialismo de mercado». Yo creo que la sociedad socialista está por construirse y creo, honestamente y sin chovinismo, que los que más nos hemos aproximado somos los cubanos.
El socialismo que debe vivir cada país es el socialismo histórico que se desencadena según sus realidades sociales y económicas, no un «socialismo por receta». Se puede aspirar a una sociedad que busque la emancipación humana, la liberación del hombre, con condiciones materiales de vida que garanticen la felicidad de los individuos.
La Revolución Cubana se inició como un proceso de liberación nacional, antiimperialista, basado en la obra de José Martí, que luego se radicalizó en un pensamiento marxista autóctono cubano y fidelista. El mayor reto que tenemos es garantizar una sociedad que permita al individuo la libertad individual, la emancipación humana y la solución de los principales problemas materiales, partiendo de las tradiciones más autóctonas de nuestro socialismo.
Desde su perspectiva marxista, ¿qué definiría hoy a un revolucionario?
Lo primero es tener convicciones. A las revoluciones se llega por dos caminos, conveniencia o convicción. Los que llegan por conveniencia son los oportunistas, los otros, los auténticamente revolucionarios.
Es necesario poseer una fe inquebrantable en que lograremos los objetivos, pero sin maniqueísmos, apostando por la verdad —que es siempre revolucionaria— y utilizando un pensamiento crítico, no para mortificar, sino como una forma de conocer el mundo en que vivimos y poder transformarlo. La emancipación humana es la meta, el hombre y la mujer del futuro deben reencontrarse con ellos mismos desde un punto de vista espiritual; las personas no pueden ser cosificadas, no se pueden convertir en mercancía, eso fue lo que Marx siempre nos alertó.
¿Cómo llegar a esa emancipación? Marx afirmó en su contexto que el único medio para arrebatarle el poder a la burguesía es mediante la lucha armada, ¿sigue siendo esa la opción?
Marx explicó que todas las categorías son históricas y para mí, en el contexto actual, puede o no llegarse al poder mediante la vía de la de la violencia revolucionaria. Evo Morales, por ejemplo, dice hay que llegar con los votos y no con las balas. Otros movimientos insurgentes han encontrado en las armas la única vía, y en la selva el único refugio.
En el mundo de hoy es muy difícil llegar por la violencia al poder, aunque no creo que ello implique invalidarla como un método de lucha.
Lo más grave del momento no creo que sea la vía para alcanzar el poder. Lo más grave es lo pesimista del contexto. La aniquilación de los principales líderes en América Latina por parte de Estados Unidos y otros gobiernos neoliberales ha debilitado a la izquierda latinoamericana. Me preguntó si existe hoy una izquierda consolidada, estructurada. Creo que de los movimientos sociales pueden nacer organizaciones efectivas para asegurar el poder, pero no se puede obviar la importancia de los partidos políticos. No tienen que ser partidos marxistas necesariamente, sino una estructura de partido, con un programa político, una estrategia revolucionaria. A veces se confía mucho en la espontaneidad, y no se trabaja en la disciplina, en la organización, en la formación ideológica.
A doscientos años del nacimiento de Marx, ¿qué del marxismo habríamos de rescatar para los jóvenes de hoy?
Su condición humana. Su método dialéctico para interpretar las condiciones actuales. El optimismo. Habría que reexaminar su visión y concepción de las clases sociales, valorar el concepto de formación económico social para su actualización, tener presente el sentido de la praxis, el sentido de que la filosofía no es especulación sino acción, comprender y adoptar como estilo de vida la afirmación de Marx de que la felicidad está en la lucha.
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